La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

¿Alianza o choque de civilizaciones?

Un libro esencial para comprender el actual devenir de nuestro mundo contemporáneo es ‘El choque de civilizaciones’, de Samuel P. Huntington. El autor británico, hace ya década y media (el libro está escrito en 1993, mucho antes de acontecimientos como el 11-S) nos ofrece claves definitivas que resultan muy útiles para asimilar por qué ocurren hoy algunas de las cosas que suceden en nuestra era.

Huntington parte de la base de que la identidad cultural de cada pueblo es lo que hoy marca fundamentalmente las relaciones entre los diferentes estados. Para él, es falsa la idea de una “civilización universal”, que englobe a toda la Humanidad. Las diferencias entre los hombres que pueblan el planeta son tan grandes que es imposible tal catalogación. Para el autor inglés, lo cierto es que hay diferentes civilizaciones y éstas mantienen rasgos muy marcados, diferentes entre sí respecto al resto. Huntington mantiene que las principales civilizaciones contemporáneas hoy son éstas: Occidental, China (o confuciana), Japonesa, Hindú, Islámica, Ortodoxa, Africana y Latinoamericana (que puede ser una subcivilización dentro de Occidente). Este sistema, marcado por la evolución histórica, es el que ha salido del contexto posterior a la Guerra Fría y que está dando con un profundo cambio en el equilibrio de las civilizaciones. Así, Occidente está cediendo poco a poco su supremacía, creciendo enormemente el poder de las civilizaciones asiáticas (en lo económico, militar y político) y el Islam (que vive una explosión demográfica, además de un fortalecimiento de sus raíces identitarias).

La civilización es el conjunto cultural más amplio (por encima de la tribu, la nación, etc), aglutinando en torno suyo a un conjunto de pueblos con unos lazos de unión básicos y diferenciales. Se estructura a partir de componentes como la raza, el idioma, las costumbres… Sin embargo, el más esencial de todos es la religión, pues ésta ofrece respuesta a las cuestiones más profundas que se plantea un grupo humano determinado. Hoy las diferencias entre los pueblos no son tanto económicas, políticas o ideológicas, sino culturales. Y dentro de la cultura, la religión, que ha recuperado su anterior influencia, es fundamental. Es un hecho indudable, aunque muchos no lo vean así, que la religión es la base principal de toda identidad, el núcleo de toda civilización. El aumento de la religiosidad se está dando en todo el mundo, pero sobretodo en los países islámicos. Por ello, cada vez son mayores los conflictos religiosos.

Para Huntington, está surgiendo un nuevo orden mundial basado en la idea de civilización. Por ello, los estados que conforman una civilización tienden a estrechar sus lazos con los miembros de la misma (países antes divididos, como Alemania, han ido retomando la unidad). Del mismo modo, la relación entre países de distintas civilizaciones es cada vez más tensa, tendiendo al choque. En gran parte, el problema radica en las pretensiones universalistas de Occidente, que aún sigue considerando que la suya es la civilización que engloba a toda la Humanidad. Por el contrario, es una civilización en decadencia que debe de aceptar que es una más, simplemente diferente, pero no la única. Mientras, crece cada vez más el antioccidentalismo en el resto de civilizaciones, principalmente en la islámica y en la asiática, que se consideran a sí mismas como superiores frente a un Occidente en retroceso.

En este contexto, el mundo está dividido en dos bloques: Occidente, que trata de mantener su hegemonía a pesar de su decadencia, y el resto de civilizaciones, no occidentales, que casi nada tienen de común entre ellas. La clave radica en que Occidente conquistó el mundo por su primacía militar y no por la superioridad de sus ideas, valores o religión (como muy bien destaca Huntington, lo cierto es que Occidente nunca creó una gran religión propia). Este hecho, dice el autor británico, jamás lo han olvidado los no occidentales. A principios del s. XX Occidente mantenía un dominio casi absoluto del mundo. El colonialismo era su instrumento totalizador. Entonces, la “civilización” equivalía a la “civilización occidental”. Tras la Guerra Fría se creía que a la derrota del comunismo sólo podía sucederle el dominio absoluto de la democracia liberal. Fue entonces cuando Francis Fukuyama proclamó: “La Historia ha terminado”. Se refería a que con el triunfo definitivo del liberalismo, los choques entre superpotencias se habían acabado y en delante ya no habría grandes conflictos. Sin embargo, hoy triunfan en muchísimos países otras formas de gobierno no liberales. Éstas son fundamentalmente religiosas.

Fukuyama se equivocó. No contó con la decadencia de Occidente (que paulatinamente cede posiciones en lo político, demográfico, militar, económico, etc) y el auge del resto de civilizaciones no occidentales. Principalmente la confuciana y la islámica. Ambas preconizan la superioridad de sus valores frente a los “decadentes” occidentales. La confuciana resalta los principios que la marcan: preferencia de lo colectivo frente a lo individual, trabajo, sacrificio, unidad en torno a la familia y el estado… Estos valores contrastan enormemente con los occidentales, que anteponen el individualismo, la resistencia al sacrificio de cualquier tipo o la decreciente preocupación por la familia. Sin embargo, caben muy pocas dudas de que el auge económico del Este asiático (Japón, China y los “dragones”) se debe ante todo a la sumisión a los principios confucianos.

Algo parecido sucede con el Islam. En las últimas décadas se está dando lo que el autor define como el ‘Resurgimiento Islámico’. En pleno auge del modelo occidental, fueron muchos los países, como la Turquía de Atatürk, que adoptaron los principios occidentales en virtud a una presumible modernización. Hoy, los países islámicos, en su mayoría, están desechando cualquier resto de la huella occidental. La democracia, la principal marca occidental, se ha mostrado del todo incompatible con el carácter islámico. Ahora se está dando una oleada general de auge del fundamentalismo. Ya no hay complejos a la hora de exaltar la superioridad islámica frente al “decadente” occidente. Para los musulmanes más radicales, el avance hacia la modernización se ha de hacer a través del fortalecimiento de la identidad propia y no con las “decadentes” fórmulas del “imperialismo” occidental. Y por si fuera poco, la expansión demográfica de los países musulmanes está siendo espectacular, en claro contraste con los bajos índices registrados en Europa y el ámbito atlántico. Las consecuencias: cada vez habrá más musulmanes en comparación con el resto de civilizaciones y la inmigración de éstos producirá, antes o después, choque en el seno de países con identidades diferentes.

En definitiva, la tendencia es hacia el choque de civilizaciones. Tanto en el interior de los propios países, como a nivel exterior, entre los mismos. Será un proceso progresivo, con avances y retrocesos. Pero será imparable. Occidente, frente a lo que cree, ya no es “la civilización”. Fukuyama se equivocó. Pero, ¿cuál es la solución? ¿Es acertado este diagnóstico o es una fórmula más, que como otras, habla de la sempiterna “decadencia de Occidente”? En conclusión, ¿quién tiene razón, Huntington o Zapatero?

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA
Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Lo más leído