La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

Exorcizando al miedo

Cuando deja tras de sí la puerta del médico, ahora cerrada, Manuel mira el sobre que éste le ha dado abierto. “¿Cómo puede un puto papel cambiarme la vida?”. Pero no, no le ha cambiado la vida. Se la ha quitado. Pensando en que, de pronto, su fecha de muerte tiene un plazo inminente, rompe a llorar. En silencio. Dos horas después, tras patear desorientado calles sin rostro ni nombre, acaba en el cementerio. Ante el nicho familiar. Ante el hueco en el que reposará lo que quede de él, atrapado en una caja de madera. Para siempre.

Allí, en el momento más íntimo de su ya vencida vida, habla para sus adentros: “Tengo sólo 28 años. Es una grandísima putada morirme. Ahora. Aún. Tan pronto. Si no he hecho nada… Todo ha sido un sueño. No he tenido tiempo de, en verdad, hacerme mi propio camino. Me quedan tantas conversaciones por tener, tantas personas por conocer, tantos sitios que descubrir, tantos libros que leer, tantos besos y abrazos que dar… Y así se acaba todo. Así… Cuando la gran mayoría de los que me rodean seguirán su camino. No, no me debo engañar. Lo pasarán realmente mal los míos. Mi familia. Inés. Mis tres amigos verdaderos. El resto, para el resto sólo seré el recuerdo de un proyecto malogrado, el desgraciado que se murió tan pronto… Y poco más. Y nada más. Me voy. Y aquí, en mi entierro, no me cantará nadie como Estrella Morente lo hizo con su padre. No habrá guitarras rasgadas, como soñé. No habrá versos sueltos, como fantaseé. Esos eran sueños. Sueños de alguien que pensaba vivir mucho tiempo. Que, en realidad, negaba a la muerte. Pero a ésta no la puedes negar cuando te rodea para sí. Me tiene. Y no habrá fantasía: habrá luto, mortaja, caja de pino, silencio y lágrimas de susto e impacto en casi todos. Sólo quedaré en muy pocos. En los que siempre quise de verdad. Qué putada morirme. Y justo ahora. Cuando estoy vacío. Cuando, tras años de hablar a los demás de Dios, más lejano me encuentro de Él”.

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Después de escribir las últimas líneas de un monólogo triste, de muerte prematura, Antonio pulsa la tecla que sube el relato a su blog. Piensa en Manuel, su personaje, y se sobrecoge. Pero está tranquilo. En parte, ha exorcizado el miedo. Como siempre, le hace bien escribir. Retratar lo que supondría la mala noticia en una persona ficticia pero “gemela” (él también tiene 28 años), le ayuda a esperar con una cierta sensación de lejanía la apertura del sobre (del alivio o la guadaña) que en unos días le entregará una fría y distante enfermera.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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