La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

Buena noticia para España, mala para los patrioteros

Con todas las reservas posibles, y sin echar las campanas al vuelo, no puedo menos que calificar de histórico el comunicado de ayer de ETA en la que declaraba “el cese definitivo de su actividad armada”. El cambio ha sido sustantivo. Por vez primera en estas cinco décadas –no tres, como dijo el lehendakari Patxi López, como si no hubiera sido terrorismo lo que hubo antes de la democracia–, los terroristas no hablan de altos el fuego ni treguas temporales. No, es un final. Un aparente final. De ahí que sea una buena noticia.

Una buena noticia que habrá de confirmarse cuando los etarras entreguen las armas y, sobre todo, cuando dejen clara su disolución final. Hay que exigirles eso. Como también habría que exigirles que pidan perdón a las víctimas causadas y que acepten su clara y meridiana derrota. Pero me temo mucho que esto último jamás va a ocurrir. Algo que, entiendo, no ha de ser una condición indispensable para que dejemos pasar esta oportunidad. Hagamos un esfuerzo (nadie duda que es difícil) y aceptemos que la barrera se ha cruzado con este abandono de la violencia y que la mínima siguiente a exigir (no hoy) ha de ser la entrega de las armas y la disolución.

Hay que exigir todas estas cosas. Pero no hoy. Con un mínimo de sentido histórico, de realismo y de deseos de que esto de verdad sea el final de ETA, debemos saber que hoy no es el día para que exijamos los pasos que habrán de venir en un futuro próximo. Todo está en el alambre y hay que tener altura de miras, porque nos jugamos mucho. No entiendo muchas reacciones, tanto de políticos como de medios de comunicación y ciudadanos próximos a todos ellos. A muchos parece que les molesta que el paso más importante para el final de ETA se haya producido gobernando el PSOE de Zapatero y Rubalcaba. A muchos parece que sólo les importa que esto no “perjudique” sus intereses electorales de cara a los comicios de un mes. Muchos de ellos presumen de patriotas, pero demuestran querer muy poco a España. Son el perfecto modelo de los patrioteros. O, lo que es lo mismo, los antipatriotas.

Este triunfo (al que aún le queda mucho trayecto por confirmarse) es el de la democracia frente a los terroristas. Es de todos. Y hay que dar las gracias a todos los que han contribuido a él. Incluidos, por supuesto, Zapatero y Rubalcaba.

Y, ojo, también hay que hacer autocrítica. Es evidente que ha sido un proceso pactado. Era mentira cuando, desde el Gobierno, decían que no hablaban con ETA. Ha habido mucho maquiavelismo, como en casi todos estos procesos. No me gusta. Me siento traicionado. Pero, aun siendo crítico, reconozco el color blanco positivo de este alambicado claroscuro. Sobre todo cuando se sabe que esto lo han hecho todos los Gobiernos. También el de Aznar.

Aun así, insisto, hoy lo más negativo ha sido la reacción de muchos políticos, medios de comunicación y ciudadanos patrioteros. A nivel político, me han decepcionado, por citar dos ejemplos, Esperanza Aguirre y Rosa Díez (a la que admiro de verdad). Su rechazo de raíz del comunicado, restándole toda importancia e imponiendo desde ya la exigencia de la entrega de las armas, la disolución, la petición de perdón a las víctimas y la aceptación de su derrota ha estado impregnado de falta de miras y oportunismo. Estoy de acuerdo con ellas. Lo repito: estoy de acuerdo con ellas, como con las víctimas que también han pedido esto (a ellas, humanamente, las entiendo más). Pero creo que eso hemos de exigirlo mañana, no hoy.

Por contraste, el gran referente del sentido de Estado que reclamo ha sido Mariano Rajoy. Desoyendo a muchos en su partido, se ha mostrado más que satisfecho con una noticia profundamente esperanzadora. También ha pedido prudencia y ha pedido lo mismo que Esperanza Aguirre y Rosa Díez (o yo), pero ha demostrado –aunque sea en un ejercicio de electoralismo inteligente, pues todo esto es muy complejo– que le interesa el bienestar de España antes que sus propio interés por tocar poder.

También se equivocan los excesivamente optimistas, aunque también sea por cálculo electoral. Todos, políticos, medios de comunicación y ciudadanos, todos estamos ante la gran oportunidad de hacer en esta generación algo tan importante como –aunque por un motivo muy diferente– lo que se fraguó en los años de la Transición.

MUGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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