La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

Un libertario en Corea del Norte

El primer día de 2011 clamaba porque el año que entonces nacía fuera un “año libertario”. Lo que escribía iba más allá del deseo. Era un grito: “¡Que cada uno se atreva a ser como realmente es! Que se pudran los convencionalismos, disimulos, disfraces o máscaras. Que nadie tenga las santas narices para juzgar a personas, ideas o comportamientos. ¡¡Que se callen los hipócritas!! Que los notarios de las buenas costumbres y el recto camino no tengan la cara dura de “explicar” a los demás cómo han de ser. ¡¡Que vivan los valientes!! ¡¡Que vivan los que son tachados de transgresores, provocadores o crápulas porque sólo quieren vivir su propia vida!! Ojalá que, de una vez por todas, en este año cada cual reúna las fuerzas de amar como quiera amar y a quien quiera amar. Y que sea apoyado o, al menos, respetado por todos. En definitiva, que triunfen la autenticidad, la originalidad y la íntima verdad de cada uno de nosotros. ¡¡¡Libertarios del mundo, uníos!!!”.

Ahora, que el 2011 está a punto de acabar, he vuelto a reparar en mi ingenuidad bisoña e inconsciente. Como todos los demás años de la Historia, en éste han triunfado los hipócritas y han vuelto a sufrir muchos por ser lo que en verdad son. Sin embargo, justo en esta última parte del año, ha habido un acontecimiento que ha evidenciado esto hasta la exageración: el “dolor inconsolable” de todo un pueblo por la muerte de Kim Jong-il, el “Querido Líder” que durante años ha vigilado por que Corea del Norte sea una cárcel inexpugnable.

Esas imágenes de la masa mesándose desesperada los cabellos, tirándose al suelo para entregarse a las convulsiones del absoluto dolor, evidenciando el luto que abrasa los ojos en lágrimas… Todos, viejos, niños, hombres, mujeres. Todos a una, en bloque. Produce pavor ver a todo un país representando a la perfección un papel de teatro, el de plañidera, con el único fin de no tener problemas con el Régimen y convertirse en sospechosos de no amar completamente al dios terrenal que no les permite ni respirar. Ni la mejor película de Berlanga ni el cómic más logrado de Ibáñez podrían haber superado una realidad terrorífica que se ha producido ante nuestros ojos en pleno siglo XXI. A veces no lo asumimos realmente, pero en el 2012 que llega habrá enfermos con todo el poder político que superen los crímenes de Hitler y Stalin.

Observando las imágenes del entierro de tamaño criminal, con una masa fingiendo locura en una ceremonia negra presidida por un sucesor que encarna a la perfección el personaje más villano de la película de terror más brutal, sólo la impotencia vence al miedo.

En un día así, ya no se me ocurre pedir que 2012 sea el “año libertario”. Me conformo con imaginarme esta situación que a buen seguro no ha ocurrido: ante el paso del ataúd de Kim Jong-il, aprovechando que miles de personas se convulsionaban por espasmos, un viejo de 90 años, durante apenas una décima de segundo, se ha agarrado los huevos con una mano y con la otra, cerrado el puño, ha extendido el dedo corazón. Admiro a este héroe libertario y anónimo que ha exteriorizado lo que espero que todos esos miles de actores sintieran por dentro.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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