La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

La libertad nació en Cádiz de la contradicción ensangrentada

Pocos acontecimientos ha habido tan complejos en la historia de España como el nacimiento del constitucionalismo, del que hoy se cumplen dos siglos. ¿O cómo podemos calificar a la Pepa, surgida en plena Guerra de Independencia contra la Francia invasora? Una guerra, en definitiva, contra con un ejército extranjero que pretendía imponer por la fuerza los valores ilustrados de la libertad, la igualdad y la fraternidad (lo que ya de por sí es una gran contradicción). Precisamente, una Francia, la de Napoleón, que impulsaba una ideología que había superado al absolutismo… desde el absolutismo de un Imperio nacido de las cenizas de la primera gran revolución contemporánea.

En nuestro caso, la España tradicional de la Inquisición y la Monarquía Absoluta, “secuestrados” sus representantes en Francia, combatía a la Francia del Napoleón absolutista-liberal a la vez que propugnaba el gran pacto social ilustrado: una Constitución que concedía la soberanía a la Nación y que aceptaba a la Monarquía (y no a la República, como sería lo habitual en otros entornos) al ser constitucional y con los poderes separados. En definitiva, los españoles combatían a garrotazos a quienes les imponían por la fuerza unos valores de libertad para, a su vez, acabar aceptando los mismos principios por los que perseguían a los tenidos por traidores a la patria: los afrancesados.

Otro aspecto muy interesante es el de la administración del Estado. No deja de ser curioso que la primera Constitución, la de 1812, no fuera promulgada en Madrid, sino en un Cádiz que lideraba el movimiento de las Juntas: pequeños instrumentos que ya ponían el poder en el pueblo. Un localismo que contrastó con el hecho de ser una Constitución para un Imperio. Y que, por el simple hecho de existir como fenómeno, tuvo su reflejo en las colonias americanas con el surgimiento de otras Juntas. En este caso, órganos sobre los que se acabaría imponiendo la idea de la independencia frente a la metrópoli. Algo que al final acabarían consiguiendo en la mayor parte de los casos, resultando sus regímenes, para mayor complejidad de la cuestión, repúblicas y no monarquías.

Esto último refleja a la perfección el sentido contradictorio que marcó el proceso: de la lucha de un Imperio Monárquico Absolutista contra otro Imperio Republicano con ideales de libertad, derivó una sangrienta guerra libertaria que, a la vez que exaltaba los más profundos ideales de religiosidad y tradición, concluyó en triunfo de los valores constitucionales. Del experimento nació La Pepa, con gran protagonismo e implicación de la Iglesia (muchos diputados fueron clérigos y la Carta Magna dispuso la confesionalidad católica del Estado). Y en culminación de los recovecos históricos, al mismo tiempo que se suprimían la Inquisición y la tortura, ya el Imperio empezaba a dejar de serlo: se desgajaba en Repúblicas libres al otro lado del Atlántico.

Este mismo sentido contradictorio del constitucionalismo español se ha mantenido a lo largo de la Historia. Un sinfín de avances y retrocesos que huían del consenso, de golpes de timón ideológicos y nada conciliadores, de ausencias de Parlamento y hasta de Rey, han acabado derivando, dos siglos después, en lo que para mí es la consolidación de la Monarquía Constitucional. De una dictadura, con el esfuerzo del consenso, salió una Constitución, la de 1978, y un monarca, Juan Carlos I de Borbón, que, pese a todos los problemas, reflejan a la perfección el gran regalo que nos hemos hecho los españoles: un marco democrático para convivir. Lo que no es poco. Observando la Historia, es un milagro. Que, al menos, los españoles no olvidemos esta lección…

¡Viva la Constitución!

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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