La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

Monarquía es Democracia

Según datos de una encuesta que hoy publica ‘El Mundo’, el apoyo de los españoles a la Monarquía se reduce al 54%, su mínimo histórico bajo el juancarlismo. Y algo aún más revelador: el 57,8% de los jóvenes rechaza la Corona. Con los datos en la mano, es evidente que la institución monárquica atraviesa una crisis que cuestiona su supervivencia en un futuro próximo. Sea cual sea, al final, lo deseable es que se cumpla la voluntad de los españoles, que, llegado el caso, se tendrían que expresar en un referéndum. Pero, dicho esto, conviene recordar que la Monarquía ha sido la institución que más ha hecho por la Democracia en las últimas ocho décadas.

Antes de debatir nada, lo justo es no ocultar la Historia. Y ésta dice que Alfonso XIII pagó su gran error (apoyar el gobierno autoritario de Primo de Rivera… como hicieron al principio los propios socialistas, por cierto), desde el realismo y la generosidad, dejando voluntariamente el poder y marchándose al exilio, dando paso a la República. La turbulencia del período 1931-1936 es de sobras conocida, como lo es la brutalidad de lo que la siguió: el golpe militar y la Guerra Civil (1936-1939), el mayor horror de nuestra alma cainita. El franquismo fue una dictadura que se extendería por cuatro décadas (1939-1975). Un larguísimo tiempo en el que hubo paz para los vencedores y desgracia para los vencidos. ¿Cuál fue la institución que, en este durísimo tiempo histórico, defendió que España era para todos los españoles? La Monarquía, representada por el legítimo heredero, Don Juan de Borbón (hijo del Rey) y, tras él, su descendiente, Don Juan Carlos.

Don Juan cometió el “error” de ser demasiado claro con Franco y, tras darle las gracias por los “servicios prestados”, defendió desde casi el primer momento que al régimen militar debía suceder una Monarquía parlamentaria y democrática, el estilo de la británica. Franco, como todos los dictadores, se creía el único capaz de “salvar a la Patria”. Por lo tanto, la sola idea de dejar el poder y volver a la situación anterior a la II República (una España sin vencedores ni vencidos), le parecía una “traición”. Por lo tanto, pese a los muchos tiras y aflojas, en el fondo, el dictador siempre rechazó a Don Juan como su sucesor.

Aquí fue donde Don Juan Carlos desempeñó el papel esencial. Y no le fue fácil. Presa del juego entre Franco y Don Juan, fue un peón de ambos. Educado en España por el acuerdo entre los dos contendientes, acabó siendo consciente de que debía de ganarse la confianza de Franco si quería que su familia pudiera volver a ocupar el trono. Y, para ello, de un modo progresivo y muy doloroso, a lo largo de los años, fue haciendo ver a Franco que con él seguiría su obra: la España del Movimiento Nacional, la de los vencedores; la única posible. Para ello, guste o no, hubo de aceptar que se le antepusiese a su propio padre y romper con lo que, justamente, soñaba en el exilio: ser Rey. Así, traicionando también a quien había conquistado (Franco, a quien siempre respetó y apreció), ganó una dificilísima batalla y, a la muerte del dictador, acabó siendo Rey. Pero el Rey de todos los españoles.

Este breve espacio impide detallar la Historia. La gran consecuencia fue que, bajo el indudable impulso de quien heredó un poder absoluto, Juan Carlos I, éste dio al pueblo lo que era suyo: la soberanía nacional. En pocos años, hasta 1978, llegó la libertad de expresión, la libre asociación, la legalización de sindicatos y partidos políticos, la separación de poderes, la Constitución, el parlamentarismo: la Democracia. El Rey demócrata lo demostró, para quienes aún pudieran tener dudas, en el peor momento: el golpe de Estado de 1981, cuando frenó la intentona de un grupo de militares que decían actuar en su nombre. Más allá de interpretaciones, el Rey paró la militarada y confirmó la Democracia.

Tras casi cuatro décadas de reinado, pese a los lógicos errores, hay un hecho cierto: hoy la Democracia en España es absoluta. La libertad de expresión es la que permite ahora debatir. República o Monarquía, ésa es la cuestión. Pero, eso sí, por justicia histórica, que no se haga demagogia y se diga que República equivale a Democracia por sí misma. La Historia de España nos deja dos pésimos ejemplos en este sentido. Y, en cambio, tenemos uno muy claro, que se ha extendido desde 1939, de por qué Monarquía puede ser, perfectamente, Democracia.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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