La imagen de Xi Jinping flanqueado por Vladimir Putin y Kim Jong-un en Pekín ha dado la vuelta al mundo. Un gesto tan calculado como simbólico que reconfigura el mapa de alianzas en Asia y manda una señal clara sobre las prioridades de la diplomacia china. El desfile militar por el 80º aniversario del fin de la II Guerra Mundial no solo mostró músculo bélico, sino también una coreografía de poder diseñada para escenificar la cohesión de un bloque alternativo al liderazgo occidental.
El análisis de Reuters califica el evento como un auténtico tour de force diplomático de Xi, quien busca no solo reafirmar el liderazgo regional de China, sino también ordenar el tablero asiático a su favor en un momento de tensión global creciente. La presencia de Kim, con su hija y su poderosa hermana Kim Yo Jong en la delegación, y de Putin, con quien mantuvo encuentros bilaterales de calado, subraya la apuesta de Pekín por afianzar lazos con actores incómodos para Occidente.
El desfile en sí, con la participación de 26 líderes internacionales y una puesta en escena que recordó la magnitud militar de China, sirvió de escaparate para mostrar la renovada fuerza del país bajo el mando de Xi Jinping. Pero el foco mediático se lo llevaron los gestos y conversaciones entre los tres líderes, que compartieron tribuna y paseos, y sostuvieron reuniones a puerta cerrada en el Gran Palacio del Pueblo.
Entre los detalles que más han llamado la atención, destaca la presencia de la hija adolescente de Kim Jong-un, primera aparición pública en un viaje internacional, interpretada por analistas como un posible guiño sucesorio. La delegación norcoreana también incluyó a Kim Yo Jong, considerada la número dos de facto en el régimen de Pyongyang.
China, árbitro incómodo del nuevo eje
Pese a la escenificación de unidad, la relación entre Pekín, Moscú y Pyongyang no está exenta de matices. China sigue siendo el principal socio comercial y único aliado formal de Corea del Norte desde la Guerra de Corea, y representa más del 95% del comercio norcoreano. Sin embargo, el reciente acercamiento entre Kim y Putin, materializado en la cooperación militar y el envío de tropas y munición norcoreana a Rusia para la guerra en Ucrania, inquieta a los estrategas chinos.
Fuentes académicas citadas en medios internacionales subrayan que Pekín no está “enfadado”, pero sí “incómodo” ante la posibilidad de que Moscú refuerce demasiado a Kim, desestabilizando el delicado equilibrio regional. China, por su parte, ha reiterado la importancia de “fortalecer la coordinación estratégica” con Corea del Norte para garantizar la estabilidad en la península coreana, pero evita implicarse directamente en el apoyo militar a Rusia.
Claves del alineamiento geopolítico
El mensaje que se extrae del encuentro es claro:
- China busca consolidar su papel como mediador y potencia central en Asia, sin perder el control sobre sus imprevisibles aliados.
- Rusia aprovecha el aislamiento occidental para estrechar lazos con Pekín y Pyongyang, obteniendo apoyo político y militar para su campaña en Ucrania.
- Corea del Norte se presenta como actor imprescindible, jugando a dos bandas entre sus dos grandes vecinos y garantizándose respaldo diplomático y económico.
Esta dinámica cristaliza en una serie de acuerdos y compromisos públicos:
- Xi y Kim han acordado “profundizar la coordinación estratégica en asuntos internacionales y regionales”, subrayando el destino compartido de ambos regímenes, más allá de los cambios del entorno global.
- Kim ha reafirmado su “pleno apoyo” a la campaña militar rusa, que Putin ha agradecido en público, invitando además a Kim a visitar Moscú próximamente.
- Pekín aprovecha el gesto para enviar un mensaje a Washington y sus aliados asiáticos: el bloque chino-ruso-norcoreano está más vivo que nunca y dispuesto a desafiar el orden existente.
El futuro del bloque asiático: incógnitas y riesgos
El alineamiento actual no está exento de incertidumbres. Aunque la foto conjunta de Xi, Putin y Kim transmite fortaleza, las diferencias estratégicas y la desconfianza mutua persisten. China necesita a Corea del Norte como tapón frente a Estados Unidos y Corea del Sur, pero teme una escalada nuclear o una excesiva dependencia de Moscú. Rusia, por su parte, busca apoyo tangible para su guerra, mientras que Pyongyang explota la rivalidad para obtener concesiones y recursos.
Analistas prevén que Pekín mantendrá una política de “doble vía”: reforzar la coordinación con Pyongyang en cuestiones de seguridad, pero sin comprometerse a una alianza militar plena que pueda arrastrar a China a un conflicto abierto. El mensaje a la comunidad internacional es el de una China fuerte y pragmática, capaz de gestionar alianzas incómodas y usar su peso para condicionar la agenda global.
La escenificación de unidad entre Xi Jinping, Putin y Kim Jong-un marca un punto de inflexión en la política asiática. Frente a un Occidente dividido y centrado en sus propias crisis, el bloque oriental se muestra cohesionado, al menos en apariencia.
Esta nueva arquitectura de alianzas tendrá implicaciones para la seguridad, la economía y la diplomacia global en los próximos años. El desafío para Occidente será encontrar fórmulas para contener la influencia de este bloque, sin caer en la confrontación directa. Mientras tanto, Pekín disfruta de su momento de protagonismo, consciente de que, en la partida geopolítica, la foto de este septiembre quedará como símbolo de una era que se redefine ante nuestros ojos.
