Pacos

Paco Sande

Nueva estocada a la libertad en Galicia.

Ya estamos otra vez: los nacionalistas gallegos dan otra vuelta de tuerca en su programa para imponer el uso del gallego, Con un concienzudo y sistemático plan concebido para implantar una dictadura nacionalista, la Junta sabe dónde tiene que intervenir para cambiar las costumbres. Con la escuela y los medios de comunicación públicos sometidos a la «normalización lingüística» nacionalista, lo siguiente era tomar el control de las fiestas populares.

La Presidencia, a través de la Secretaría de Política Lingüística, junto a la Televisión pública de Galicia y el ayuntamiento de Redondela han lanzado una campaña de observancia del gallego en las fiestas populares

La campaña lleva por título Mil festas máis para a lingua galega –Mil fiestas más para la lengua gallega– y recuerda a las Comisiones de Fiestas y Ayuntamientos su obligación, por mandato legal de la Ley de Normalización Lingüística de «promover y fomentar el uso de la lengua gallega en todos los órdenes de la vida social, cultural y económica, debiendo ser los primeros en dar ejemplo».

El programa de infiltración del gallego en las más de 7.000 fiestas patronales y populares de Galicia desciende a detalles como el repertorio de las orquestas de verbenas.

El Plan de Normalización Lingüística, con fuerza normativa, ya establece la obligatoriedad de que las orquestas y cantantes populares interpreten al menos la mitad de su repertorio en gallego.

Esta imposición deberá plasmarse en una cláusula específica de los contratos de estos músicos ambulantes con los ayuntamientos y comisiones de festejos.

De momento, la campaña es sólo un aviso de cómo ha de imponerse el gallego en las fiestas locales de cada aldea, cada concejo y cada municipio de Galicia.

Así mismo van a tratar de controlar, también, los usos lingüísticos del ritual católico. Así, se pide a las Comisiones de festejos y a los Ayuntamientos que pongan «especial énfasis para que las liturgias religiosas programadas sean en lengua gallega (novenas, misas patronales, etcétera)».

También se les avisa de la conveniencia de que «en el momento de la Consagración de la Misa se interprete el Himno Gallego».

¡Hay que joderse! ¡Interpretar el Himno Gallego en el momento de la Consagración de la Misa! Si la cosa no fuese tan seria, sería como para echarse a reír y no parar hasta el día del juicio final.
Y es que yo ya no se lo que me asombra mas. ¿Si la grandísima cara dura que esta gentuza le echa a la vida o la estoicidad con que los gallegos aguantamos todo lo que nos echen?
Aquí nos mean encima y decimos que llueve.
Y es que uno ya pierde cuenta de todo lo que estos gañanes nos quieren imponer:
La educación en la escuela, los mandilones de los niños con la bandera de Galicia.
Lo mismo en las residencias para mayores, todos nuestros acianos vestidos con la bandera de Galicia, haciendo patria hasta el final. ¡Si señor!
Las inscripciones en las lapidas de los cementerios en gallego.
Galleguizar los nombres y apellidos.
Galleguizar los topónimos de nuestros pueblos ciudades y, además, que estos se pronuncien siempre en gallego, aun cuando se esté hablando en otra lengua.
Los mensajes sms de los móviles, también tienen que mandarse en gallego.
Y así hasta el infinito. Se están metiendo tanto en nuestras vidas, interfiriendo tanto con lo que hacemos o dejamos de hacer, que de seguir esta tendencia, -y no veo traza alguna de que vaya a cambiar- acabaran por preguntarles a los niños en la escuela en que lengua hablan en sus casas, y castigando a aquellas familias que no cumplamos con la sacrosanta obligación de hablar en gallego. Esto ya lo hicieron los comunistas en la antigua URSS y en Cuba, allí también les preguntaban a los niños de lo que se hablaba en sus casas y si el niño, en su inocencia, contaba que sus padres o familiares hablaban algo que pudiera interpretarse como que era en contra del régimen, toda la familia era deportada algún GULAG en Siberia o condenados a cadena perpetua.
Y es que la dictadura nacionalista está llegando a tal intensidad, a tal paroxismo, que el que no lo viva en sus carnes, no se da cuenta. Tienes que vivir en un lugar donde todo lo que te rodea esta dictado por alguien que ordena que todo tenga que ser como ellos desean, tus deseos no cuentan, te han anulado. Te das cuenta, tus vecinos, tus amigos, también se dan cuenta, lo comentáis, alguno se enfada, otro dice que no hay que hacerles caso y otro dice que ya se cansaran, no, no se van a cansar, están ganando, hasta la factura del teléfono nos viene ahora en gallego y no puedes hacer nada al respecto, llamas a telefónica, protestas, dices que la quieres en castellano, dicen que toman nota y se olvidan, -se comprende, así se ahorran disgustos y dinero- nos están metiendo el gallego con embudo, nos guste o no y, además viven de eso, viven de ese cuento.
Ahora han instaurado un nuevo premio: “Premios Nacionales da Cultura Galega”, está dotado con 15.000 euros. Galicia es una de las autonomías con menos población de España, pero la que más premios da. Hay tantos que, posiblemente, de repartirlos tocaríamos a uno por gallego. Pero no se preocupen, no va a caer esa breva, les va a tocar siempre a los mismos, a una pandilla de amigotes nacionalistas. Este año yo soy el jurado y te toca a ti y para el año tú haces de jurado y me toca a mí. -Todo muy al modo de lo que hacen los titiriteros cuando reparten los premios a sus peliculitas-
Leí en algún sitio no hace mucho que: Las lenguas no nacen del diseño académico; las academias sólo recopilan códigos de comunicación históricos y, en todo caso, realizan propuestas para facilitar la comunicación. Los estándares lingüísticos (al igual que los comerciales, los tecnológicos o los monetarios) no deberían imponerse a la sociedad, sino que deberían competir entre ellos, para que se sepa cuáles son más útiles y eficientes en cada momento.
La política estatal con respecto a una lengua debería consistir, simplemente, en permitir cualquier manifestación, sin persecuciones ni discriminaciones. Si existen individuos preocupados por el uso y la difusión de una lengua, tan sólo tienen que montar campañas publicitarias y culturales destinadas a fomentarla. Si ni siquiera de este modo consiguen que su número de hablantes se incremente, o bien son unos inútiles integrales o bien los destinatarios de la campaña no desean volver a utilizarla. Ninguno de los dos casos justificaría el uso de la violencia estatal para reimplantarla.

Y aunque esto es algo tan básico, tan rematadamente lógico que el negarlo se nos antoja imposible, el nacionalismo antiliberal lo hace, ellos lo tienen claro: las lenguas tienen derechos propios que justifican la concesión de privilegios compensatorios aun cuando atenten contra la libertad de los individuos.

Sin embargo, las sociedades no son una masa que pueda moldearse al gusto de un planificador central. Las injusticias pasadas no pueden solucionarse con nuevas injusticias. Es absurdo pretender que la represión de la libertad de los ciudadanos de hoy repara la represión de la libertad de los ciudadanos de ayer. Es absurdo creer que hoy debe reprimirse a individuo para compensarle por la represión que sufrió en el pasado.

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