Pacos

Paco Sande

El país del botellón.

Según un análisis que hacia la semana pasada el escritor Pío Moa, Vivimos una etapa de involución política». La causa de la victoria de Zapatero tiene dos motivos, decia: «La inconsciencia de la sociedad, que no conoce hasta qué punto nos estamos convirtiendo en una república bananera; y segundo, no hay una oposición real». Rajoy «ha llegado ya a una política de integración a este cambio de régimen golpista.

Cuanta razón tiene don Pió. Solo se equivoca en una cosa. Dice que vamos camino de convertirnos en una republica bananera. No, eso no, ya somos una republica bananera. En que otra democracia europea, o sea de las de verdad, Francia Inglaterra Alemania etc, hay 17 taifas con 17 prescindentillos, sancho panzas con sus utopías de ínsulas baratarias, pero que, eso si, se creen presidentes de unos países que solo están en sus mentes, y en la de cuatro tarados que le siguen la corriente, -nunca han faltado tarados que siguieran a iluminados- y se llenan la boca con la palabra, país y esperan que el presidente, el verdadero, del único país que hay, o debería haber, España, los reciba, -y lo hace- con todos los honores de un jefe de estado de una nación extranjera. Igual que si recibiese la visita del presidente de los Estados Unidos, de Francia o Inglaterra, por poner algunos.
Que insignificantes tipejos como Montilla, -dios mío- Touriño, el vividor de Cháves, o el ido de Ibarretxe, por no mencionar, o mejor lo menciono, Quintana, que anda mas hinchado que un pavo real en celo, que, me parece, que debe de tener un orgasmo cada vez que se mira al espejo, sean recibidos por el presidente de mi país, de España, como si fueran algo importante, ¡vamos! Es que esto no llega ni tan siquiera a republica bananera.
Un grupo pequeño de individuos, sedientos de poder, que han logrado crear una cortina de humo frente a los ojos de los demás españoles, creando confusión en masa y multiplicando espejismos y alucinaciones que reemplazan la realidad.

Y lo peor es que siendo de lo último que se despacha en democracias, cegados por esas ilusiones, nos creemos de los mejores, de las punteras. Ignorantes, eso es lo que somos, una pandilla de ignorantes. Y nos las damos de progresistas.
Y esto se refleja en todos los ámbitos de este país, como por ejemplo: ser representados en un festival de música por algo como el chiquilicuatre, la audiencia que tienen en nuestras televisiones los llamados programas del corazón, un partido de la oposición que se está, literalmente, deshaciendo a ojos vista y su líder que no es capaz de dar un puñetazo en la mesa y dimitir, -váyase señor Rajoy. Yo, personalmente, lo aprecio, pero es fácil darse cuenta de que usted no va a ganar nunca las elecciones- y mientras tanto el Gobierno sin, prácticamente, oposición alguna, se dan una fiesta de auto felicitación a la semana, por lo «bien que lo están haciendo». Y el ver como, y con la que está cayendo, el más importante tema a tratar hoy en el congreso, fuera si nuestros futuros gobernantes debían o no, seguir jurando sus cargos ante un crucifijo y una Biblia. ¡Ahí está, con un par! Es como para entrar en el congreso y, emulando al general Pavía, echarlos a todos a la calle de una patada en el culo.
¡Un descojone, vamos!
Lo dicho señor Moa, ya somos una republica bananera. O peor, somos el país del botellón.

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