Pacos

Paco Sande

Este país nuestro es muy chusco y divertido.

Este país nuestro es divertidísimo. En él se ven cosas tan chucas que es como para ponerse a reír y no parar hasta descuajeringarse la bisectriz.
Ya me dirán si no es chusco de ver a nuestros políticos acusarse mutuamente de llevar en sus listas electorales a personas imputadas de delito, cuando en ese juego no hay uno que se salve, puesto que, todos los partidos, sin excepción, van de imputados hasta la bandera.
Ya me dirán si no les parece chusco ver como los asesinos de ETA, condenados a penas de mil no se cuentos años de cárcel, salgan a la calle con solo cumplir veinte y pico.
Y, casi peor aún, es ver como otros asesinos, como el “cuco”, ese niñato mierda, uno de los asesinos de la niña de Sevilla, que acabaron burlándose de la ley, de la justicia y de todos los españoles, acabe condenado a solo un par de años en un centro de corrección de menores.
Ya se sabe que la justicia es ciega, pero en España, además parece tonta.
Y no es chusco ver cómo, al mismo tiempo que estos tiparracos salen a la calle sin que nadie diga ni mu, la plebe se arremoline ante los juzgados para abuchear a la Campanario, acusada de querer obtener, con un “poquito” de trampa, una pensión para su madre.
No es chusco que el banco nos quite la casa por no poder pagar la hipoteca y que tengamos que seguir pagando dicha hipoteca igualmente, al mismo tiempo que el Gobierno atiborra a esos mismos bancos de dinero, “nuestro”, para que no vayan a la quiebra.
Ya me dirán si no es chusco el hecho de estar rayando eternamente a los hijos de la Gran Bretaña, para que nos devuelvan Gibraltar, cuando a duras penas somos capaces de conservar unido lo que hoy conforma el territorio español. Cuando políticos de ciertas regiones de España, como Cataluña, Vascongadas y Galicia e incluso Valencia y Baleares, proclaman a los cuatro vientos su independentismo sin que ello les acarree el mas mínimo criticismo por parte de sus colegas o, incluso, buena parte de los españoles que aplauden sus hazañas; políticos por otra parte españoles y que han jurado la Constitución, acaben dirigiéndose a los españoles en la jerga de sus respetivas regiones, dándose, de este modo, el esperpento, de que cuando los vemos por televisión, tenemos que leer los subtítulos para entender lo que dicen.
Y, claro está, los llanitos viendo este panorama, no quieren ni oír hablar de ser españoles y, pensándolo fríamente, ¿Quién puede culparlos?
Y es que, como digo al principio, es país es divertidísimo, aunque visto por el lado trágico, que quizás sea por donde se deba mirar, es como para ir a mear y no echar gota.

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