Venezuela rumbo a la libertad

Pese a sus buenos deseos, la Administración Biden ‘abandona’ a la oposición venezolana

La crisis política en Venezuela ha vuelto a captar la atención internacional, esta vez con el respaldo manifiesto del secretario de Estado de EE.UU. a los líderes opositores Edmundo González y María Corina Machado

Pese a sus buenos deseos, la Administración Biden 'abandona' a la oposición venezolana

En una llamada reciente, Blinken reiteró el compromiso de Washington con la democracia venezolana, pidiendo que se respete “la voluntad de los venezolanos expresada en las urnas”.

Sin embargo, más allá de las declaraciones y gestos diplomáticos, surge la pregunta:

¿Cómo impacta este respaldo en la realidad de un país atrapado en una compleja crisis política, económica y social?

Por un lado, el apoyo de Blinken refleja la posición tradicional de Estados Unidos frente al chavismo: una postura que mezcla presión internacional y respaldo a la oposición democrática. La figura de Edmundo González, quien desde el exilio en España clama por su victoria en las elecciones presidenciales de julio, simboliza las esperanzas de una transición que parece cada vez más lejana. Mientras tanto, el actual presidente, Nicolás Maduro, se prepara para un tercer mandato, arropado por un aparato estatal que controla el Consejo Nacional Electoral (CNE) y la Asamblea Nacional. El resultado: un sistema que perpetúa su dominio a pesar de las acusaciones de fraude y una creciente presión interna y externa.

La oposición, dividida y golpeada, enfrenta un dilema: ¿cuánto peso tiene el respaldo internacional si no se traduce en cambios concretos dentro del país?

Las palabras de Blinken, aunque bien intencionadas, contrastan con la dura realidad que enfrentan los ciudadanos venezolanos.

La Plataforma Unitaria Democrática (PUD) y organizaciones como Foro Penal denuncian una escalada de persecuciones y el mayor número de presos políticos en la historia reciente. Estas cifras no solo son un recordatorio de la gravedad de la situación, sino también una evidencia del reto que implica desafiar a un régimen consolidado en el poder.

El discurso de Maduro, quien afirma que jurará su cargo el próximo 10 de enero “junto a millones de hombres y mujeres en las calles”, no es solo un acto de desafió político. Es también una muestra de cómo el chavismo ha construido una narrativa que lo posiciona como defensor de la soberanía nacional frente a las supuestas injerencias extranjeras. Esta retórica, repetida hasta el cansancio en los canales oficiales, busca deslegitimar a la oposición y sus aliados internacionales, reforzando la idea de que el país está bajo asedio.

La comunidad internacional, liderada por Estados Unidos, enfrenta un desafío monumental. Las sanciones y los pronunciamientos diplomáticos han mostrado sus límites para generar cambios tangibles en el escenario venezolano.

Mientras tanto, el país se hunde en una crisis multidimensional que afecta a millones de personas. Ante este panorama, es imperativo que el respaldo a la oposición vaya más allá de las palabras y se traduzca en estrategias efectivas que permitan abrir espacios para la democracia y la justicia.

En este contexto, la llamada de Blinken, aunque significativa, no deja de ser un recordatorio de la complejidad del conflicto venezolano. Las soluciones no llegarán solo desde el exterior, pero el apoyo internacional sigue siendo crucial para mantener viva la esperanza de un cambio. La pregunta sigue siendo cómo equilibrar la presión internacional con las estrategias internas que permitan a los venezolanos recuperar el control de su destino.

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Autor

Paul Monzón

Redactor de viajes de Periodista Digital desde sus orígenes. Actual editor del suplemento Travellers.

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