A poco más de una semana de que Donald Trump vuelva e entrar en la Casa Blanca como presidente, el gobierno de Estados Unidos ha elevado a 25 millones de dólares la recompensa por información que conduzca a la captura de Nicolás Maduro.
El dictador chavista, a quien respaldan sólo China, Irán y Rusia, además de un puñado de sátrapas de pacotilla como el nicaragüense Ortega y algún progre estilo el español Sánchez,fue juramentado este 10 de enero de 2025 como presidente de Venezuela para el periodo 2025-2031, a pesar d ehaber perdido las elecciones de forma apabullante.
Su fraudulento toma de posesión se produce con sanciones internacionales severas en el horizonte y una represión interna bestial.
Los 25 millones anunciado por el Departamento de Estado norteamericano, forman parte de una nueva ronda de sanciones impuestas por la administración saliente de Joe Biden contra el régimen venezolano y se perciben como un ‘aperitivo’ de lo que traerá la administración Trump, mucho más dura en estos asuntos.
La decisión de aumentar la recompensa, que anteriormente era de 15 millones de dólares, llega en un momento de alta tensión política en Venezuela.
La oposición, liderada por María Corina Machado, pero con Edmundo González Urrutia como aspirante formal a la presidencia, reclama la victoria en las elecciones celebradas el pasado julio, denunciando un «golpe de Estado» por parte del chavismo.
El incremento de la recompensa no es la única medida tomada por Washington.
El Departamento del Tesoro ha impuesto sanciones económicas a ocho altos cargos del régimen venezolano, entre ellos el presidente de la petrolera estatal PDVSA, Héctor Obregón Pérez, y el ministro de Transporte, Ramón Celestino Velásquez.
Además, se ofrecen 25 millones de dólares por información sobre el paradero del ministro del Interior, Diosdado Cabello, y 15 millones por el ministro de Defensa, Vladimir Padrino.
Estas acciones han sido respaldadas por la Unión Europea, Canadá y Reino Unido, que también han impuesto sanciones a funcionarios venezolanos.
El G7 ha denunciado la «ilegítima investidura» de Maduro y ha pedido una solución «pacífica, democrática y negociada» a la crisis en Venezuela.
Represión interna y presos políticos
La situación interna en Venezuela continúa deteriorándose.
Según la ONG Foro Penal, el número de presos políticos en el país ha alcanzado la cifra récord de 1.877, incluyendo seis adolescentes.
Esta cifra, la más alta registrada en el siglo XXI, incluye 19 extranjeros y 31 personas con doble nacionalidad.
María Corina Machado, líder de la oposición venezolana, ha revelado detalles sobre su reciente secuestro por agentes chavistas.
«Lo que me pasó demuestra las profundas contradicciones que hay dentro del régimen», declaró Machado, subrayando la creciente inestabilidad del gobierno de Maduro.
El papel de España: una oportunidad perdida
En este contexto de crisis internacional, el papel de España ha sido notablemente discreto.
El Gobierno Sánchez ha mantenido un perfil bajo en relación con la situación venezolana, muy en consonancia con la postura que tienen Zapatero y los que gerifaltes del PSOE que han hecho pingües negocios con los chavistas. Esta ‘indigna‘ postura que contrasta con el liderazgo que históricamente ha ejercido España en asuntos latinoamericanos.
La falta de una posición firme por parte de España ha sido interpretada por muchos analistas como un abandono de su responsabilidad histórica y diplomática.
En un momento en que la comunidad internacional intensifica la presión sobre el régimen de Maduro, la voz de España, otrora influyente en la región, se ha diluido.
El pasteleo de Sánchez y compinches pone a España en una posición incómoda, percibida por algunos como un aliado tácito del régimen chavista.
La oportunidad de liderar una coalición internacional en defensa de la democracia y los derechos humanos en Venezuela parece haberse desvanecido, dejando un vacío que otros actores internacionales han ocupado.
Perspectivas para el tercer mandato de Maduro
A pesar de las sanciones y la presión internacional, Nicolás Maduro inicia su tercer mandato en una posición aparentemente fortalecida a nivel interno, pero más aislado que nunca en el ámbito internacional.
El régimen chavista ha demostrado una notable capacidad de supervivencia, adaptándose a las sanciones económicas y manteniendo el control del aparato estatal.
Sin embargo, los desafíos que enfrenta son formidables.
La economía venezolana, a pesar de una leve mejoría, sigue sumida en una profunda crisis. La hiperinflación, aunque controlada, ha dejado secuelas profundas en el tejido económico y social del país. La escasez de bienes básicos y la precariedad de los servicios públicos continúan siendo problemas cotidianos para la población.
En el plano político, la represión interna se ha intensificado.
El aumento en el número de presos políticos es un claro indicador de la estrategia del régimen para silenciar a la oposición.
La persecución de líderes opositores como María Corina demuestra la determinación de Maduro de mantener el control a cualquier costo.
La comunidad internacional, liderada por Estados Unidos y sus aliados, parece decidida a aumentar la presión sobre el régimen de Maduro.
El aumento de la recompensa por su captura es una señal clara de esta estrategia. Sin embargo, la efectividad de estas medidas sigue siendo cuestionable, dado que sanciones anteriores no han logrado un cambio significativo en la política interna venezolana.
La posición de otros actores regionales, como México y Argentina, que han mantenido una postura más conciliadora hacia Venezuela, complica aún más el panorama diplomático. La falta de consenso en la región sobre cómo abordar la crisis venezolana dificulta la implementación de una estrategia coherente y efectiva.
En este contexto, el papel de España podría ser crucial. Como puente natural entre Europa y América Latina, España tiene el potencial de desempeñar un papel mediador y constructivo. Sin embargo, la actual postura del gobierno español parece haber renunciado a esta oportunidad.
Conclusión
El inicio del tercer mandato de Nicolás Maduro marca un nuevo capítulo en la crisis venezolana.
Con una oposición debilitada pero no derrotada, un régimen atrincherado y una comunidad internacional dividida en su enfoque, el futuro de Venezuela sigue siendo incierto.
La decisión de Estados Unidos de aumentar la recompensa por Maduro es un movimiento audaz, pero su eficacia está por verse.
Mientras tanto, la ausencia de un liderazgo español en esta crisis deja un vacío diplomático que podría tener consecuencias a largo plazo tanto para Venezuela como para la influencia de España en la región.
En última instancia, la resolución de la crisis venezolana dependerá de la capacidad de los actores internos y externos para encontrar una solución negociada que respete la voluntad del pueblo venezolano y restaure las instituciones democráticas del país. El camino hacia esta solución, sin embargo, parece largo y lleno de obstáculos.