Ya era hora que el mojigato diario conservador ABC se atreviera a denunciar a uno de los más siniestros chiringuitos al que tanto la izquierda como la derecha han hinchado a subvenciones: FACUA.
Una brillante columna de Alberto García Reyes, titulada ‘El fuego FACUO’, desnuda a Rubén Sánchez, alguien que «ha conseguido presentarse como un sabihondo imparcial que representa de forma autónoma a los consumidores frente a las empresas, los políticos de cualquier partido y los lobbys».
Rubén Sánchez terminó la carrera de Periodismo mientras trabajaba desde los 19 años en Facua, un chiringuito que montó su padre, Francisco Sánchez Legrán, a comienzos de los ochenta y que ha recibido subvenciones a gogó desde entonces. Se nos olvida con facilidad, además, que Sánchez Legrán se dedicó a la política como miembro de Comisiones Obreras y del Partido Comunista hasta que decidió crear su «empresa» familiar, una oficina absolutamente ideologizada
García Reyes es un periodista andaluz y conoce de primera mano el pasado oscuro de Sánchez y de su padre, Francisco Sánchez Legrán, un comunista militante de CC.OO que fue el fundador de este agujero negro de subvenciones y ayudas en los años ochenta:
Se nos olvida con facilidad, además, que Sánchez Legrán se dedicó a la política como miembro de Comisiones Obreras y del Partido Comunista hasta que decidió crear su «empresa» familiar, una oficina absolutamente ideologizada que se autoproclamó por vía facial defensora de los derechos de los consumidores y que opera desde entonces, con apenas 200.000 asociados, como interlocutora oficial con las administraciones en representación de millones de españoles a los que nadie ha preguntado su opinión.
Su apariencia de pureza ante las cámaras está muy lograda y gracias a eso el muchacho ha conseguido una repercusión que no es fácil de alcanzar. Ha creado una tropa en las redes sociales que se encarga de multiplicar las alarmas y de machacar a quienes denuncian su vidorra de mamandurria. Y vive siempre de la rapacería, como un buitre leonado, avizorando fachas desde sus alturas morales.
García Reyes concluye con una disección casi clínica de FACUA:
Facua es un ejemplo impecable del entramado político-civil que han armado los partidos. Hay cientos de organismos presuntamente independientes que se disfrazan de «sociedad civil» para fiscalizar a las administraciones y que en realidad son montepíos encubiertos a las órdenes de determinadas siglas. Son entidades externas sostenidas con dinero público que desde fuera pueden utilizar el argumentario con una careta de objetividad y de las que comen, generalmente, afines disciplinados como los Sánchez, a los que no les importa aprovechar una epidemia como la de la listeriosis, con decenas de personas encamadas, para debilitar al rival. En eso consiste el fuego «facuo»: en inflamar el agua contraria y aguar el fuego propio para chupar del bote. Y en auxiliarnos a los pobres tontos para no ser engañados por el diabólico capitalismo, oh, Rubén, nuestro salvador.