'La Sexta' rectifica tras difundir el bulo, pero la máquina del fango oficial sigue a toda marcha

El Gobierno Sánchez arremete contra la UCO porque quería poner ‘una bomba lapa’ y matar al marido de Begoña… y todo era un bulo

Las vicepresidenta Montero y la ministra Alegría, entre otros sanchistas, tratan de vincular a Ayuso con el imaginario y falso intento de atentado contra su jefe

El Gobierno Sánchez arremete contra la UCO porque quería poner 'una bomba lapa' y matar al marido de Begoña… y todo era un bulo

De los periodistas de la ‘Brunete Pedrete‘ no cabe esperar nada, pero es que no han sido los únicos ni los peores.

Cuando el Gobierno de una democracia se convierte en el principal difusor de un bulo, la decencia política y democrática debería empujarlo a rectificar de inmediato, sin necesidad de leyes que lo obliguen.

Eso no vale en la España de Sánchez, como hemos comprobado este 31 de mayo de 2025.

La vicepresidenta María Jesús Montero, la ministra Pilar Alegría, Óscar López ‘Paradores’ y el analfabeto Patxi López han optado por el silencio, a pesar de haber contribuido con frenesí a difundir una de las acusaciones más sucias y graves contra la Guardia Civil: que la Unidad Central Operativa (UCO) planeaba poner una bomba lapa al presidente Pedro Sánchez.

Este señalamiento, tan falso como escandaloso, enfocado a manchar la reputación de la Benemérita y ha sido alimentado desde las más altas esferas del poder, con el concurso entusiasta de los periodistas adictos al régimen, en un ejercicio de irresponsabilidad que clama al cielo y debería tener consecuencias penales.

Montero, también líder del PSOE andaluz y ministra de Hacienda, no solo ha propagado esta mentira, sino que lo ha hecho con una convicción que roza lo burlesco, acusando a la UCO de conspirar contra el marido de Begoña Gómez.

Junto a ella, Pilar Alegría, ministra y figura clave en Aragón, se ha sumado a esta narrativa, implicando incluso a Isabel Díaz Ayuso como supuesta instigadora intelectual del inexistente atentado.

Medios como La Sexta o RTVE, con Silvia Intxaurrondo a la cabeza, y otros sicarios mediáticos del régimen, han amplificado este bulo, más falso que un euro de madera, sin el menor rubor y lo que es peor, sin comprbar nada o leer siquiera los textos o escuchar los audios que tenían a mano.

Pasquines como El Plural han servido de altavoz, y cuando la verdad salió a flote, las disculpas brillaron por su ausencia, dejando en evidencia que están todos amarrados al pesebre de La Moncloa y que harán lo que les exijan sus amos, para seguir recibiendo sus raciones de pienso en forma de contratos y subvenciones.

Lo que realmente ocurrió y lo que tenían delante los intoxicadores, si hubiera en ellos un ápice de profesionalidad o una pizca de vergüenza, dista mucho de la fábula gubernamental.

Un capitán de la UCO y su confidente hablaban de cómo “el sanchismo” podría ponerles una bomba lapa a ellos, no al revés.

Los periodistas que originaron el bulo invirtieron el mensaje, pintando al agente y su interlocutor como los que “fantaseaban” con atentar contra Sánchez.

Este relato, que le hubiera venido como anillo al dedo al marido de Begoña para victimizarse y cerrar filas con los barones del PSOE, se desmoronó ante la evidencia.

Sin embargo, ni Montero, ni Alegría, ni los López, ni los medios cómplices han mostrado vergüenza alguna.

EL GOBIERNO DE LA MENTIRA Y LA BRUNETE PEDRETE

La política española, tan dada últimamente al realismo mágico, vivió este 31 de mayo de 2025 uno de esos episodios que pasarán a los anales del absurdo parlamentario y mediático.

La Sexta, uno de los canales con mayor peso en la agenda informativa, se vio obligada a pedir disculpas públicas tras haber difundido —sin suficiente contraste— un bulo de alto voltaje: supuestamente, un exagente de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil fantaseó con poner una bomba lapa bajo el coche del presidente Pedro Sánchez.

La historia, que saltó a los medios como dinamita, fue rápidamente abrazada por el Gobierno y algunos de sus ministros, generando una tormenta política y mediática.

https://twitter.com/Nanchinho/status/1928766608798810567

El protagonista involuntario fue Juan Vicente Bonilla, exagente de la UCO y actual responsable de seguridad del Servicio Madrileño de Salud. Según la versión inicial publicada por El Plural, Bonilla habría albergado intenciones homicidas contra Sánchez.

Nada más lejos de la realidad: lo cierto es que en una conversación privada, Bonilla expresó temor a que un sicario venezolano contratado por el Gobierno les pusiera una bomba lapa a él y a otros compañeros, no al presidente del Gobierno. El matiz no es menor: la diferencia entre ser víctima potencial o autor intelectual es, como mínimo, relevante para la integridad profesional y personal de cualquier ciudadano.

La maquinaria del fango

En tiempo récord, tres miembros destacados del Ejecutivo —Pilar Alegría, María Jesús Montero y Óscar López— dieron por buena la información manipulada. En sendos actos públicos, afirmaron sin ambages que un cargo público pagado por Ayuso había fantaseado con asesinar al presidente del Gobierno.

Alegría fue especialmente gráfica: «¿Dónde está el límite en la campaña del ‘todo vale’ de la oposición?», preguntaba ante las cámaras, mientras exigía responsabilidades a Isabel Díaz Ayuso por emplear a alguien tan peligroso.

El asunto es paradigmático del funcionamiento de lo que muchos ya denominan la máquina del fango: una sinergia entre filtraciones interesadas, medios afines y portavoces gubernamentales dispuestos a amplificar cualquier contenido que sirva para erosionar al adversario político.

El ciclo se completa cuando las rectificaciones llegan tarde o nunca. En esta ocasión, sin embargo, el desmentido fue tan fulminante como necesario.

La Sexta rectificó públicamente a través de su director de informativos nocturnos, Rodrigo Blázquez, quien admitió en redes sociales:

“Nuestra información sobre la bomba lapa es incorrecta. El capitán de la UCO y su confidente hablan de que ‘el sanchismo’ les va a poner una bomba lapa a ellos. Y nosotros contamos lo contrario: que ellos fantaseaban con ponerla a Sánchez. Lo siento en el alma”.

Juan Vicente Bonilla: agente polémico y chivo expiatorio

La figura de Juan Vicente Bonilla no es precisamente ajena a los titulares.

Tras abandonar la UCO —donde participó en investigaciones tan sonadas como el caso Koldo— fue fichado por el gobierno madrileño para dirigir la seguridad del Servicio Madrileño de Salud.

Sus mensajes privados han sido objeto de filtraciones previas y su nombre suele asociarse con las llamadas “cloacas” policiales o investigaciones políticamente sensibles.

En esta última polémica, Bonilla se mostró —según las conversaciones originales— más temeroso que amenazante: manifestó miedo a convertirse en objetivo de un sicario venezolano supuestamente contratado por el Gobierno. La interpretación torticera consistió en invertir los papeles hasta presentarle como autor intelectual potencial contra Sánchez.

No faltan ingredientes para el guiso político perfecto: exagentes con pasado controvertido, audios filtrados parcial o maliciosamente editados, ministros necesitados de munición mediática y medios deseosos de titulares jugosos aunque luego tengan que retractarse.

Ministros al unísono: cómo amplificar un bulo desde el Consejo de Ministros

El episodio vivió su apoteosis cuando tres ministros y portavoces socialistas salieron en bloque a exigir responsabilidades políticas a Isabel Díaz Ayuso.

El argumento era simple: si Ayuso contrata a alguien capaz siquiera de bromear con atentar contra el presidente, debe cesarle inmediatamente. El problema es que toda esa indignación gubernamental partía de una premisa falsa.

  • Pilar Alegría acusó directamente al PP madrileño.
  • María Jesús Montero calificó los hechos como intolerables.
  • Óscar López  exigió el cese inmediato de Ayuso.
  • Patxi López difundiendo en la Universidad de Granada

La oposición reaccionó con rapidez: Alberto Núñez Feijóo reclamó una rectificación oficial del Ejecutivo tras las disculpas públicas emitidas por La Sexta.

Sin embargo, los ministros implicados tardaron varias horas en matizar sus palabras; algunos ni siquiera se retractaron abiertamente tras confirmarse que todo era fruto de un malentendido (o manipulación) informativa.

Medios afines y ciclos del bulo: autocrítica tardía

Este episodio ha puesto en evidencia varias cuestiones incómodas para los medios autodenominados “de referencia”.

Por un lado, su tendencia a reproducir versiones oficiales o relatos que encajan con sus líneas editoriales sin realizar comprobaciones independientes mínimas. Por otro, su dificultad para asumir errores graves que afectan tanto al clima político como al prestigio profesional.

Medios como La Sexta o El Diario no dudaron en amplificar inicialmente el bulo —alimentado desde Moncloa— solo para rectificar después casi en voz baja.

El propio director de La Sexta Noticias reconoció abiertamente que todo había sido fruto de “un fallo clamoroso de comprensión lectora”. A estas alturas, cuesta saber si fue torpeza o exceso de entusiasmo ideológico.

Mientras tanto, periodistas como Silvia Intxaurrondo o Javier Ruiz contribuyeron a inflar la historia falsa sin aportar datos sólidos; tampoco faltaron tertulianos habituales listos para repartir culpas antes incluso de leer los mensajes originales.

Consecuencias políticas e impacto mediático: ¿qué nos jugamos?

Que un canal relevante difunda (y luego desmienta) un bulo tan grave tiene consecuencias inmediatas:

  • Se erosiona aún más la confianza ciudadana en medios y políticos.
  • Se alimenta la polarización y el clima crispado en vísperas electorales.
  • Se desacredita cualquier intento legítimo posterior de denunciar amenazas reales.
  • Se refuerza el victimismo tanto entre los señalados injustamente (Ayuso y Bonilla) como entre quienes exigen “ética periodística” solo cuando conviene.

No menos relevante es el papel desempeñado por Moncloa como epicentro difusor.

Cuando desde las altas instancias gubernamentales se da crédito —y altavoz— a bulos desmontados horas después por sus propios aliados mediáticos, se corre el riesgo de convertir toda discrepancia política en fango tóxico donde cualquier acusación sirve para embarrar al contrario.

Como curiosidad adicional —y toque tragicómico— este caso ha servido para constatar algo que muchos sospechaban: ningún partido ni medio está vacunado contra los bulos cuando le favorecen políticamente. Y aunque las disculpas llegan (tarde), rara vez tienen tanta repercusión como el escándalo original.

Curiosidades y datos llamativos

  • El término “bomba lapa” fue trending topic durante horas pese a tratarse solo de una expresión coloquial sacada fuera de contexto.
  • Rodrigo Blázquez pidió disculpas públicamente desde X (antiguo Twitter), reconociendo expresamente un error grave e inusual en este tipo de cadenas.
  • Tres ministros llegaron a exigir responsabilidades políticas basándose únicamente en informaciones no contrastadas publicadas por medios digitales.
  • El debate sobre las denominadas “cloacas” policiales volvió momentáneamente al primer plano gracias al perfil polémico —pero no criminal— del agente Juan Vicente Bonilla.
  • La polémica ha reavivado tensiones históricas entre Moncloa y Sol (la sede madrileña), con reproches cruzados sobre ética institucional… y mucha ironía tuitera.

En definitiva, España sigue siendo experta mundial en crear grandes incendios políticos partiendo apenas de una chispa mal interpretada o interesadamente amplificada. En esta ocasión hemos tenido hasta petición pública de disculpas… pero nadie descarta ya cuál será el próximo capítulo surrealista antes del verano político.

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