Continuamente, el nacionalista ve amenazas contra Cataluña. Es lo que yo llamo la ecuación conspiratoria: narcisismo más frustración, igual a paranoia
Ángel Puertas es un madrileño afincado en Cataluña desde hace década y media, fruto de esta experiencia y de lo que ha observado en este tiempo es el libro Cataluña vista por un madrileño. Reflexiones y sentires (Ediciones Albores). Explica el por qué de la obra en unas cuantas palabras:
«Hace catorce años me vine a vivir a Barcelona desde mi Madrid natal. Y me formulé preguntas para las que no hallaba cómoda respuesta: ¿Por qué hay sentimiento nacionalista en Cataluña y no en Perpiñán? ¿Por qué se exhibe con muchísima más profusión la bandera cuatribarrada en Cataluña que en Aragón? ¿Por qué algunos identifican su ideología con Cataluña entera? ¿Por qué hay tanta pasión catalanista? ¿Por qué ese rechazo al café para todos autonómico? ¿Por qué se identifica a Cataluña con el dinero y a Madrid con el poder? ¿A qué se debe la fama de laboriosidad y tacañería del catalán? ¿Hay más autocrítica en Madrid que en Cataluña?
¿Por qué es tan diferente la percepción del problema territorial en Cataluña que en Madrid? ¿Por qué se conmemora una derrota ocurrida hace 300 años y se soslayan las guerras carlistas que asolaron Cataluña hace 150? Tras varios años de estudio y de conversaciones con decenas de personas llegué a unas conclusiones, cuyos resultados y fundamentos recojo en estas páginas. Siempre creí que las causas de los problemas complejos se nos escapan de la vista; vemos las ramas, pero no las raíces ni la semilla. Muchas semillas no arraigan. Otras, por razones escondidas, germinan. He procurado escribir una obra emotiva y motivada, como quien aspirara a escribir poesía con notas a pie de página. A lo largo de su redacción he mudado varias veces de pensamiento, tejiendo y destejiendo hipótesis, a la espera de la verdad. La prenda que he confeccionado la exhibo entre estas páginas. Para juzgarla, solo le queda al lector el probarla».
EXTRACTOS DE LA ENTREVISTA
Llegué hace quince años a Cataluña después de aprobar unas oposiciones judiciales, y me encontré con muchos fenómenos que me sorprendían. No entendía por qué se practicaba el victimismo económico en una de las regiones más afortunadas de España. Cuando preguntaba nadie me daba respuestas satisfactorias, se me decía que siempre había sido así o que a la catalanidad siempre se le dio importancia.
El concepto de nación es muy subjetivo y tiene muchas definiciones. Para construir el argumento de nacionalismo catalán basta con elegir la que mejor se acomode a nuestras ideas particulares.
Antes de ir a Cataluña estudiaba catalán en Madrid con un profesor extremadamente nacionalista con un marcado aire de superioridad en las anécdotas que nos contaba. Esto también lo percibía en un grupo de teatro en el que trabajaba, un compañero encantador tenía comentarios que rozaban el racismo «el barrio de Masnou no está tan bien porque los barrios de arriba están llenos de españoles». Estos comentarios son reflejos de traumas de conductas minoritarias.
Indalecio Prieto en las cortes de la monarquíaa alfonsina dijo «no os dejéis engañar por los moderados que el PNV manda a Madrid para calmarles a ustedes y obtener concesiones porque en Vizcaya se quedan los nacionalistas radicales para educar a la juventud, organizar el partido y controlar los medios de comunicación». En el nacionalismo hay dos rostros el moderado (Duran i Lleida o Miquel Roca) y el sector duro que es el guardián de Cataluña.
Hay una ruptura del vínculo de afecto entre Cataluña y el resto de España y una sensación de desagravio por parte del primero. Pero esta sensación es muchas veces imaginario y fruto de construcciones mentales que tienen que ver con el narcisismo, rasgo psicológico básico del nacionalismo.
Lo importante en la vida de las personas no es lo que cuentan sino lo que callan. En el caso de Cataluña se han silenciado las Guerras Carlistas, en un periodo de cincuenta años en pleno Romanticismo sufrió siete guerras civiles, un carácter belicista que no estuvo presente en otras partes de España. Ese belicismo dejó cicatriz en la conciencia catalana.
Durante el siglo XIX muchos catalanes tuvieron la autoestima baja y se sintieron inútiles por la falta de capacidad de controlar su entorno. Hay textos en los cuales se despotrica a Cataluña por la barbarie de las guerras.
La industria catalana era poco competitiva y se alzaron los aranceles proteccionistas por parte de los gobiernos para que en las aduanas no entrara la manufactura internacional. Pero si los aranceles eran muy altos los industriales seguirían sin aumentar su competitividad al tener estímulo de la competencia internacional. Pero Cataluña era insegura y la histeria irrumpía en la sociedad cuando había rumores de bajadas de los aranceles.
Hay que superar los traumas y la sensación de desamparo que domina Cataluña. El Estado destinaba buena parte de los presupuesto al cuerpo militar por el amplio número de guerras civiles. Con lo cual la burguesía moderna de Cataluña que reclama servicios modernos se sentía abandonada porque esos reclamos no llegaban.
El siglo XIX es la infancia de las naciones y Cataluña, en ese sentido, era un niño que no se sentía querido ni comprendido por su madre. Lo que hizo entonces fue desarrollar un mecanismo de compensación y se convención de que era un buen hijo, el más listo, responsable y preparado.
Un nacionalista se dice: «¿Cómo van a dar los europeos más importancia a sus leyes que a mi voluntad con lo importante que yo soy?» No se creen cuando les dicen que se van a salir [de la UE].
Pasa ser aceptado tienes que pasar por el arco de la puerta del nacionalista, que es «tienes que aceptar mi ideología».
Nunca se dice por qué hay tantas autopistas de peaje en Cataluña, que son la mayor parte de La Caixa. Y La Caixa condonó 1.000 millones de pesetas al PSC, 300 millones a Esquerra. La concesionaria de las autopistas, ACESA, está implicada en la financiación de Convergencia.
La lengua es un instrumento de comunicación, lo que pasa es que el nacionalismo considera que es el ADN.
En la escuela el castellano no existe, es prácticamente en una lengua extranjera.
En la guardería de mis hijos, las monitoras tenían prohibido hablarles en castellano.
Mis hijos han recibido antes CD y libritos en inglés que en castellano.
Durante el franquismo el catalán no existía en la escuela y en la administración, a nivel privado sí.
El Gobierno central, el PP y el PSOE, no están a la altura de la circunstancias, no vienen la que se viene encima.
El PSC tiene una especie de ‘complejo Companys’. Companys, cuando se sublevó contra la República en el 34, se giró en el balcón en el que proclamó la república catalana y dijo: «por fin nadie podrá decir que soy poco catalanista». Es decir, hay muchos sectores tibiamente catalanistas que están acomplejados porque el nacionalista, el pata negra, se considera el catalán pata negra, el que reparte los carnés, el guardián de la casa. Y el que está acomplejado desea la aprobación del guardián de la casa. Y hay sectores del PSC que son así.
Continuamente, el nacionalista ve amenazas contra Cataluña. Es lo que yo llamo la ecuación conspiratoria: narcisismo más frustración, igual a paranoia. El narcisista cuando está frustrado echa la culpa a los demás y dice: ‘»me tienen envidia, me quieren hacer la vida imposible». En cosas baladíes. Desde lo más simple a lo más grave, la culpa siempre está fuera.
Ángel Puertas, Cataluña vista por un madrileño. Reflexiones y sentires. Ediciones Albores, 2014.