MADRID, 14 (OTR/PRESS)
Las informaciones sobre las reuniones de la Comisión Europea y el Eurogrupo se parecen cada vez más a una liturgia rutinaria, insensible y conocida. Son unos examinadores de nuestra soberanía que ni siquiera se comprometen con los fracasos de sus resoluciones. Se limitan a pedir más madera. Ellos nunca se equivocan y nosotros obedecemos y pagamos el desastre.
Como la señora Merkel ya no oferta disimulos, primero habla y sentencia ella, y luego, sus acólitos de los organismos europeos, ejecutan sus dictados. Sentencian que hay que profundizar en lo que ellos llaman «reformas» que es el eufemismo establecido para realizar «recortes» en los derechos de los trabajadores y de los ciudadanos.
En la última reunión del Eurogrupo felicitaron a España por los esfuerzos realizados e indicaron que hace falta más profundidad en los recortes de la reforma laboral, de las pensiones y de otras partidas que irán determinando.
En este juego, Mariano Rajoy protesta con la boca pequeña y los ejecutivos europeos señalan la próxima cumbre de la Unión Europea como escenario para dictar sentencia sobre nuestras vidas.
Hay algunos matices de estos muñidores ilegítimos de nuestras vidas que promueven especial indignación. Nos restriegan los sesenta mil millones de euros destinados al salvamento de la Banca española. Y resulta que ni uno solo de esos euros ha ido a parar a la inversión, al rescate de los ciudadanos, a la concesión de créditos a las empresas o a las familias. Pero computan en el déficit. Como a nadie se le han pedido de verdad responsabilidades políticas y penales por esos malos usos de las Cajas de Ahorros y de la Banca, pagamos todos los destrozos de unos pocos y encima nos dicen que ya nos han dado tal cantidad de dinero. Hay dinero para una banca que no da créditos y se limita a comprar deuda con dinero que le conceden a mínimo interés y cobran un cinco por ciento por ello. Sin despeinarse.
Es un misterio que no explote la rebelión de los ciudadanos. Con las encuestas en la mano, hay materia inflamable para una población que no cree en nada ni en nadie.
Coinciden con los desahucios y los recortes datos tan escalofriantes, como la pensión concedida al consejero delegado del Banco Santander, Alfredo Sáenz. El ejecutivo condenado por un delito grave, indultado por José Luis Rodríguez Zapatero, y al que al final no le arreglaron el asunto de su condena de inhabilitación, se ha llevado una pensión de 88 millones de euros. Perdonen que lo ponga en pesetas: casi quince mil millones de nuestra antigua moneda. Pero ni en las reuniones del Eurogrupo ni de la Comisión Europea hay alguna recomendación de moderar estos escándalos.
La madrastra europea tiene hijos predilectos. Maltrata a la ciudadanía y premia a los pertenecientes a ese grupo de elegidos que son algunos de los que no han llevado a esta catástrofe. Y seguimos aguantando hasta que nos vuelvan a examinar con esa mezcla de paternalismo, crueldad e indiferencia, quienes tienen secuestrada nuestra soberanía y nuestra democracia.