Charo Zarzalejos – Esclavitud en el siglo XXI


MADRID, 8 (OTR/PRESS)

Si hace unos días se nos helaba la sangre leyendo la terrible y cruel ejecución de Oklahoama, ahora ha sido un video protagonizado por un bárbaro islamista que, hablando en nombre de Boko Haram, grupo terrorista nigeriano, se jactaba de haber secuestrado a más de doscientas niñas con el fin de venderlas como esclavas, después, naturalmente, de hacerles pasar por toda clase de vejaciones y sufrimientos. El precio, según las crónicas, de cada niña ronda los doce euros…
Ha sido gracias al video de este terrorista como el durmiente mundo occidental se ha enterado, nos hemos enterado, de las atrocidades que ocurren en Nigeria. Pero no es sólo Nigeria. Son los talibanes que casi matan a la niña Malala porque quería formarse, son los fundamentalistas que por el mundo hay que obligan a matrimonios forzados a niñas en edad de jugar, son los bárbaros que persiguen y matan a minorías cristianas aunque esto apenas sea noticia y sepamos que ocurre sin necesidad de video alguno.
Los dirigentes occidentales se han llevado las manos a la cabeza con la barbarie de Nigeria. La ONU ha tomado nota aunque su eficacia es perfectamente descriptible y ya varios equipos de inteligencia han viajada al país africano. El gobierno nigeriano ha ofrecido recompensas. Una panoplia de iniciativas que llegan tarde.
Siempre llegamos tarde a las atrocidades del mundo. No cabe hablar de desconocimiento. No es ningún secreto que hay países en Africa y en otros continentes en donde existen demarcaciones territoriales, pero no hay Estado. Son millones de seres humanos los que viven bajo el impulso de la corrupción, la crueldad del tirano de turno. Todos los tiranos del mundo están identificados y todos ellos están consentidos.
No se me escapa que hay normas internacionales que establecen el principio de no injerencia pero toda norma tiene sus excepciones. Bien está organizar campañas para acabar con el hambre o para, como ocurre ahora, procurar la libertad de las doscientas niñas nigerianas que ya, antes de ser vendidas, son esclavas. Todo esto y mucho más es imprescindible y loable.
Pero no hay que engañarse. No habría mejor labor humanitaria que liberar a estos millones de seres humanos de sus tiranos. Y no se trata de matar a nadie -eso, nunca- pero sí de realizar todo aquello que sea necesario para institucionalizar esos países que están cayendo en manos de bárbaros terroristas. Si no hay instituciones, si la ley es la del más fuerte, si no se establecen límites que garanticen la convivencia, si no se instaura y se defiende la educación, indispensable para la libertad, la esclavitud en sus múltiples formas seguirá presente en el siglo XXI. ¿No les produce vergüenza y angustia?

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