El doctor Hamer, condenado por curar el cáncer, ha muerto.

El doctor Hamer es otro de los médicos a los que se ha perseguido sin tregua, hasta el punto de inhabilitarlo y meterlo en prisión, todo ello bien aliñado con el ingrediente de la injuria y la calumnia, elementos indispensables en la cocina de este tipo de procesos.

Se sabe desde hace años que nuestras emociones influyen no solo en nuestro estado de ánimo, sino en el desarrollo de dolencias y enfermedades. En nuestra vida diaria solemos decir que somatizamos esto o lo otro. El propio doctor Hamer reconoce esta particularidad: “A través de los milenios, la humanidad siempre ha estado al tanto, en grado más o menos consciente, de que todas las enfermedades en último grado tienen origen psíquico, y esto se convirtió en un patrimonio ‘científico’ anclado firmemente en el legado del conocimiento universal. La medicina moderna ha convertido a nuestro ser animado en mera bolsa llena de fórmulas químicas”.

Ryke Geerd Hamer nació en Frisia (Alemania). Estudió medicina y teología en la Universidad de Tubinga. Tras hacer la residencia en varias clínicas universitarias alemanas y su especialización en medicina interna, empezó a ejercer en la Clínica Universitaria de Tubinga. En este tiempo desarrolló varias patentes, como un escalpelo no traumático, una mesa de masaje y una sierra especial para cirugía plástica. Después se trasladó a Italia, donde puso en práctica un proyecto médico solidario para tratar a las personas sin recursos de manera gratuita.

Me veo obligada a dar estos datos biográficos, porque la propaganda en su contra pretende transformarlo en una especie de vividor alucinado, poniendo en entredicho su cualificación académica para ejercer la medicina.

En 1978 tiene lugar el hecho que cambiaría su vida profesional y su futuro como médico. Su hijo Dick recibe un disparo accidental en el transcurso de una fiesta y fallece cuatro meses después. Pasados unos meses, él y su esposa Sigrid, también médico, que habían disfrutado siempre de muy buena salud, desarrollan un cáncer. Esta circunstancia lo llevó a pensar en una posible relación entre el trauma recibido a causa del inesperado fallecimiento de su hijo y los cánceres contraídos.

Con el doctor Hamer se cumple una vez más el caso de haber descubierto un remedio contra el cáncer, partiendo de su propia enfermedad. En aquel momento trabajaba para el departamento de oncología de la Universidad de Munich. Como tenía a su disposición los historiales de los pacientes con cáncer, se puso a investigarlos y, para su sorpresa, descubrió que la mayoría de ellos habían sufrido episodios traumáticos inesperados antes de la aparición de la enfermedad.

Basándose en que todos los procesos corporales están controlados desde el cerebro, analizando los escáneres cerebrales y comparándolos con los registros médicos y psicológicos correspondientes, encontró una correlación entre el “choque” traumático y su repercusión en un determinado órgano y en el cerebro. Es decir, el recorrido del hecho y su causa. Este descubrimiento fue un hito, pues era la primera vez que la medicina del cuerpo iba más allá, penetrando en la psique, y encontraba un origen desconocido hasta entonces en un rincón del cerebro, y el papel de este como intermediario entre la psique y el órgano enfermo.

Según su tesis, cada enfermedad se origina por un trauma que nos encuentra “desprevenidos” y no sabemos o no podemos gestionar debidamente. Cuando ese momento conflictivo ocurre, impacta un área del cerebro y causa una pequeña lesión –Foco de Hamer—, que es visible en un escáner cerebral como un grupo de anillos concéntricos. Dependiendo de qué capa del cerebro recibe ese impacto, las células envían una señal bioquímica a las células del cuerpo correspondientes, provocando un tumor o la disfunción de ese órgano.

He entrecomillado “desprevenidos”, porque si conocemos lo que va a ocurrir y, de alguna manera, ya esperamos ese hecho traumático, es más fácil procesarlo sin causarnos un daño irreparable. Hamer prefiere no utilizar el término cáncer, sino que define la enfermedad como una respuesta biológica especial a una situación insólita, y asegura que una vez resulto el conflicto, el cuerpo vuelve a la normalidad.

Es así como acuña la Nueva Medicina Germánica (NMG). Cuando tuvo evidencias suficientes, leyó su tesis doctoral sobre “La ley de hierro del cáncer” en la Universidad de Tubinga. Pero, sin siquiera investigar y contrastar sus hipótesis, le pidieron que negase sus hallazgos. Él, seguro de lo que había comprobado científicamente, se negó a retractarse.

Después, sus descubrimientos fueron refrendados por miles de casos tratados en centros de salud europeos. El Tribunal Supremo dictó sentencia favorable y se ordenó a la entidad que llevara a cabo las investigaciones para comprobar la teoría y a pronunciarse sobre su tesis. Pero la entidad jamás lo hizo, y en 1986 se le retiró la licencia para ejercer la medicina.

En el año 1988 la certeza de la teoría del doctor Hamer fue aceptada por el doctor Birmayer, titular de la cátedra de cancerología de la Universidad de Viena, al que siguieron otros equipos médicos y universidades de diversos países. Pero todo fue inútil.

A partir de aquí, la vida del doctor Hamer fue un infierno. Con él se ha cometido injusticia tras injusticia: desde el ninguneo y la falta de apoyo de sus colegas, la retirada de la licencia, las injurias y calumnias de los médicos, pagados por sus libelos, a las denuncias y condenas en los tribunales. Una de las sentencias lo llevó a pasar dieciocho meses en una cárcel compartiendo celda con criminales.

Algunas fuentes opinan que parte de la desgracia del doctor Hamer se debe a que la persona que disparó contra su hijo es nada menos que el príncipe de Saboya, hijo del último rey de Italia. Ya sabemos cómo andan estos degeneradillos con las armas. Con una mafia era suficiente, pero es muy posible que el doctor Hamer se haya topado con dos.

El doctor ha escrito varios libros, que han sido traducidos a diferentes idiomas, ha impartido seminarios y charlas y ha sido invitado en incontables ocasiones a los platós de televisión. Él sigue condenado y no puede ejercer la medicina; sin embargo, cada vez hay más médicos que han adoptado su método, y alaban sus tablas como un gran hallazgo para la diagnosis.

Es lamentable que el sistema castigue al público, persiguiendo a cada profesional que hace un descubrimiento de este tipo. No es de extrañar que los grandes cerebros silencien sus descubrimientos por miedo a que los encarcelen.

Afortunadamente, las ideas sobre la mente, la conciencia y la psique van permeando en la sociedad. Libros como los de Deepak Chopra y el doctor Andrew Weil contribuyen a que la medicina sea un poco más humana, sabedora de que hay cosas que no resuelve el bisturí y que la acción de la mente sobre la materia no es ninguna ocurrencia, sino realidad comprobada. La medicina debe caminar hacia la integración. En definitiva, todos buscamos la salud. ¡Salvo los emporios farmacéuticos, claro!

Hace un tiempo, José Antonio Campoy, director de Discovery Salud, escribía un editorial del que extractamos los siguientes párrafos:

“… Hamer es denunciado al Colegio de Médicos acusado de prácticas contrarias a lo ortodoxo, pretendiendo que le retiren su licencia de médico. Pero saliendo al paso de la denuncia, Hamer propone que se nombre una comisión científica que estudie su teoría y asegura que él mismo renunciará a su profesión si después de un análisis de los escáneres cerebrales que le presenten no diagnostica correctamente el tipo de cáncer que muestran, la fase en la que se encuentra la enfermedad y el tipo de conflicto psicobiológico que la ha producido. Tras nueve horas y 200 escáneres analizados, Hamer no falla en ninguno por lo que la comisión científica decide no inhabilitarle. A pesar de lo cual, es denunciado ante la Justicia ordinaria. Increíblemente, el juez encargado del caso decide inhabilitar transitoriamente al doctor Hamer para ejercer su profesión. La pregunta que surge es obvia: ¿cómo es posible que un juez, lego en cuestiones científicas, pueda inhabilitar a un médico que ha demostrado ante una comisión cualificada la veracidad de sus planteamientos? Sólo se nos ocurre pensar que se debe a un conflicto de intereses porque no parece plausible otra explicación…

Por otra parte, el doctor Hamer lo primero que hizo cuando pudo recopilar la suficiente información fue presentarla a la Universidad de Tubinga ya que la ley alemana obliga a las universidades a pronunciarse respecto de los trabajos de los médicos doctorados en ellas, y Hamer se doctoró en Tubinga. Pues bien, Hamer presentó el resultado de su trabajo en 1981, tiene sentencia favorable del Tribunal Supremo por la cual se insta a la universidad a pronunciarse sobre el mismo y ésta nombró a lo largo de estos años pasados a seis peritos, los cuales fueron dimitiendo uno tras otro y, a día de hoy, la universidad sigue sin pronunciarse incumpliendo la sentencia del Supremo”.

En los últimos años, Hamer ha aportado al mundo una “melodía sanadora”, que equilibra el organismo y lo prepara para la autocuración. No lo he comprobado, pero no me extrañaría, dado el enorme poder de los sonidos para bien y para mal. La melodía es, cuando menos, muy relajante y cualquiera se la puede bajar de internet tecleando “música del doctor Hamer”. Yo la tengo puesta mientras trabajo.

Basándose en las tablas del doctor Hamer, modernamente, el psicoterapeuta Bradly Nelson descubrió el Código de la Emoción, un método muy interesante utilizado en psicología y en medicina.

Al doctor Hamer se le sigue calumniando e injuriando después de muerto. Pocos artículos en prensa y, mayormente, desfavorables. Los malos van ganando. ¿Hasta cuándo? En una sociedad más formada, informada, empática y responsable, menos gregaria y manipulable, estas cosas no tendrían cabida. Es hora ya de despertar.

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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