A mí la gente anfibia,

que en oleajes se baña,

y se seca en baldíos,

ni me enferma ni me alivia,

y menos aún me engaña,

pues, conociendo sus líos,

como me da mala espina,

me gozo dándole esquina.

 

Cierto que la gente anfibia,

roja como amapolas,

o morada cual cizaña,

fría, caliente o tibia,

acompañada o a solas,

bien que está jodiendo a España,

y encima, como propina,

llevándola a la ruina.

 

Sin duda la gente anfibia,

esa a la que “igual-dá”

la axila que el peroné,

y los dientes que la tibia,

                                    a ella lo que le va,

es el llevarse el parné,

si no lo otro, haciendo pis,

¡coño!, … ¡en su propio país!.

 

Y el colmo: la gente anfibia,

la que hace a pelo y a pluma,

fía en ella poca gente;

pues propenso a la lascivia,

quien más vicio en ella suma,

¡leche!, es su presidente;

y acabo, porque si sigo …

¡quién sabe qué harán conmigo!.

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Autor

Salvador Monzó Romero

Salvador Monzó Romero cuenta la feria según le ha ido y según le va, siempre ante la pantalla de la Televisión, reivindicando desde su sillón-bol, un tanto escorado a la derecha, su derecho a la crítica mordaz y ácida, pero con carácter moralizante.

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