La Marea de Pérez Henares

Al campo lo van a contar en Madrid

Cuando el hombre urbano del siglo XXI piensa en el campo no se le viene a la cabeza ni un trigal, ni una vaca ni un tractor. Lo que evoca es una casa rural y un paisaje de postal.
El urbanita es quien gobierna. El gobierno no sólo está en la ciudad, es la ciudad. Es la ciudad quien gobierna el mundo. Esa es nuestra civilización. Y el campo queda allá, para el fin de semana. Como mucho, como descanso del guerrero del hombre de asfalto.

La vida campesina en ciertas partes de Europa, como Francia o los Países Bajos, aún goza de prestigio. En España de ninguno. Mi abuelo medio regaló una hermosa mesa de nogal para hacerse con una de “formica”, que era lo moderno. Y no se pierdan esa sensación de superioridad de quien regresa al pueblo natal aunque vaya a resultar que viva en un suburbio, esté en el paro y poco menos que en la indigencia…pero en ¡la capital!. Es cosa de modas y el campo, aunque lo parezca y lo digan los “amantes de la Naturaleza”, no lo está. En absoluto. La moda es ir a verlo pero la pretensión es que los que quedan sean un complemento del escenario y les hagan de camareros.

Pero allí vive gente, allí trabaja gente, allí se cultivan los alimentos, allí se crían los pimientos y los corderos, las olivas y las uvas. Y ponen huevos las gallinas. Hay incluso hasta quienes mantienen sus ganados. Allí se labra, se abona, se siembra, se pastorea, se engorda a la res y, ya se que resulta muy desagradable contar estas, se la sacrifica para que “nazcan” filetes en los supermercados y y se suponga un arte cortar jamón.

Es más, esos tipos, los rurales, los campesinos, cada vez menos y más viejos, la verdadera especie en verdadero peligro de extinción, son los que preservan y cuidan el territorio. Quienes lo han cuidado generación tras generación, desde el Neolitico y por su mano ha llegado así, aunque ahora todos se la quieran meter y decirles que deben de hacer, como, cuando y como sometidos a la peor burocracia que sobre el campo ha sido y caido. Porque ya se sabe: mi coche es mío, y mi piso. Pero el campo, no. Es de todos. ¿No lo saben ustedes que en el único sitio que la idea comunal y comunista no es discutible por el urbanita es en la propiedad del campo? Lo considera de todos, esto es de su propiedad para pisar por donde quiera o con lo que quiera. A setas o a ruedas. El dueño del pedazo, de la parcela o del pinar que ni rechiste. Que el campo es de todos, hombre.

Pero no. Aunque a lo mejor piensan ellos que mejor si lo fuera. Porque el campo ya no aguanta más. Están al borde de la quiebra o quebrados del todo. Lo único de verdad sostenible, lo que ha sido sostenible desde el principio de la civilización humana, es lo que no se quiere sostener. Contra el campo se concitan desde el talibanismo ecologista (les acusan hasta de ser lo mayores culpables del ¡cambio climático!. No es broma, porque lo ha proclamado Green Peace, aunque sea una monumental gilipollez ) , los partido políticos que poco tienen que rascar en esas urnas cada vez menos nutridas, los gobiernos estatales y supraestatales y un mundo en general que ni lo ve, ni quiere ver y mucho menos lo comprende.

El campo español no es que esté harto y haya salido por ello a la calle. Es que se siente indefenso, se sabe en la ruina y no hay quien quiera dedicar un minuto a pensar en su futuro. Es que ya no puede más. Y por ello van todos. ¿Ustedes han oído hablar alguna vez de esa gente a nuestro presidente del Gobierno?. ¿Alguna vez a los sindicalistas de oficio?. ¿Alguna vez en esta crisis y este paro se le ha ocurrido a alguien volver la vista hacia la tierra y pensar que tal vez allí este algún futuro?. Que puede estarlo y no precisamente para volver al pelotazo de las gruas y ver que espacio destroza. Pero al campo y a los agrarios ni les echan cuenta ni parecían existir. Hasta que han decidido, de acuerdo por una vez todas sus organizaciones, presentarse en Madrid. Van a paralizarmuchas cosas el viernes que viene y el sabado se van a presentar en Madrid. A lo mejor así si que el Gobierno y la oposición, empiezan a contarlos y a echarles alguna cuenta.

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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