Análisis

Victor Entrialgo De Castro: «Los abogados pintados por Daumier»

Victor Entrialgo De Castro: "Los abogados pintados por Daumier"
Tribunal Supremo

Aunque Televisión española 24h. interrumpe cuando le parece bien para repetir «hasta la suciedad» las manipulaciones ridículas del CIS de Tezanos y Sanchez que debieran constituir delito, el juicio de los golpistas va aclarando a la gente no familiarizada que los abogados, no buscan la verdad, sino el interés de sus clientes. Hasta ahi todo bien. Queda saber si el interés de sus patrocinados y patrocinadores es legítimo o espurio, y si debe ceder ante el interés general.

Los abogados, algunos más cercanos a la causa que a su caso, que a su cosa, llevan a cabo su tira y afloja con la verdad, su retorcimiento, contorsionan las expresiones de los documentos, fuerzan los goznes de los entresijos mientras un encargao negocia los indultos con el peligro público numero uno de este país o presionan a la judicatura, que no se deja, pero a la que de vez en cuando le sale un Baltasar Garzón, una ministra de Justicia Dolores Delgado que aplaude las iniciativas empresariales de Villarejo, o una ministra, ayer de justicia, hoy de defensa, Margarita Robles, que imparte desde hace años un » magistral de puertas giratorias» entre el ejecutivo y el judicial.

Y luego quieren que no salgan los articulos o los cuadros judiciales negros y plomizos, de togas y puñetas sobre la justicia y la abogacía como los que que pintó el célebre caricaturista y pintor francés Honoré Daumier, porque la justicia es gris y los litigios no tienen color. Cierto que alguna mala experiencia le privó de libertad seis meses, pero el caso es que Daumier pinta al abogado como un manipulador de la verdad en interés de su cliente. Lo cual, siendo lógico, sirve mal a quien va buscando la verdad de las cosas o la justicia y menos aún cuando afecta a nuestra convivencia y toda nuestra organización política.

Eso, para Daumier que no está viendo el procés, acaba convirtiendo a ciertos abogados en seres prepotentes, altaneros que flotan en el prestigio político y etéreo de algunas asociaciones y colectivos salidos del dinero público que les pagan, o de otras personas que acaban buscando en ellos su protección, su experiencia, su astucia, su malicia o su maldad.

«Las sonrisas irónicas», burlas o presiones que emplean con algunos testigos los letrados o los propios acusados confundiendo a veces su causa con su caso sobran, ha dicho el Presidente. En algunos casos se asemeja mucho a la versión en estrados del «cinismo separatista catalán». Como cuando un letrado interroga a un comisario que casualmente lo vió allí y éste responde: «¡Usted señor letrado lo sabe perfectamente porque estuvo allí!»

Pero no se ruborizan, y continúan tratando de desmontar los daños, las lesiones, los atentados, los artefactos incendiarios, la extrema tensión que vivieron más de cuarenta millones de españoles en aquellos días, con insultos, golpes y amenazas a nuestras fuerzas del orden, con las manos atadas ante las provocaciones que buscaban imágenes de violencia para su propaganda internacional.

Lo dificil de un delito continuado de rebeldía no es señalar el dia a término, porque este no ha terminado, sino el dies a quo, el primero, aquel en el cual comenzó, a lo largo de los treinta años anteriores, mientras que su reiteración, incluso televisada, resulta manifiestamente inapelable.

Cualquier observador imparcial que no sea uno de los hippy extravagantes cogidos a lazo por la Generalitat que vinieron a cobrar de nuestro dinero, cualquier inteligencia baja-mínima, incluso Tezanos, Sanchez, su PIS, y los que pretenden imponerle a los españoles los indultos, hubiese concluído que cualquiera que fuesen los derechos e intereses esgrimidos por los golpistas en aquellos diás debían ceder ante el interés general.

Algunos abogados ponen énfasis al final de los testimonios que consideran elocuentes pero otros buscan en el silencio un adorno ideológico, un énfasis de la nada.

Y de tanto entresacar de los documentos las palabras que les benefician y callar las que los echan por tierra, de pronto se oye en la Sala de Vistas del Tribunal Supremo la viva voz de un guardia civil que dice: ¡Zaragoza no se rinde! y .. ¡Siga leyendo! Siga leyendo!…

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