Pablo Iglesias tiene la piel muy fina cuando la palabra que suele utilizar él con mucha frecuencia la emplea otra persona que no sea él para, por ejemplo, referirse a su señor padre.
A la espera de que judicialmente se sustancie la referencia de Cayetana Álvarez de Toledo, portavoz del Grupo Parlamentario Popular, sobre quién era el líder de Unidas Podemos, ya saben esa frase que tanto retumbó en el pleno del hemiciclo, lo de que Iglesias «era el hijo de un terrorista», el pasado del político morado está repleto de acusaciones contra personajes públicos de la vida económica y política española de haber ejercido el terrorismo sin que haya habido, que se sepa, consecuencias judiciales.
El genial Álvaro Martínez, en su artículo de contraportada de ABC este 31 de mayo de 2020, repasa los momentos en los que a Iglesias se le calentó la boca más de lo habitual:
A cuenta del revuelo de esta semana en las Cortes, este batallón se ha entretenido en buscar a quienes a lo largo de los últimos años Pablo Iglesias ha calificado de terroristas en público, que en privado eso debe ser un festival. No es precisamente como ir a un pajar a buscar una aguja pues en los últimos seis años se hallan en las hemerotecas y videotecas decenas de personas a las que el hoy el vicepresidente segundo del Gobierno ha acusado directamente o equiparado con el «oficio» de pistolero de una banda armada.
Felipe González es la principal obsesión de Pablo Iglesias:
A la cabeza de todos, Felipe González, una auténtica obsesión para él, porque en hasta tres ocasiones lo ha hecho desde 2016, una de ellas incluso en sede parlamentaria («Felipe González tiene el pasado manchado de cal viva») lo que motivó la queja del que hoy es su gran mentor político, Pedro Sánchez, el mismo que ahora, pelillos a la mar, ha colocado a Iglesias en La Moncloa sin que en todo este tiempo se haya retractado. De hecho en 2017 volvió con el toletole inventándose incluso que González «ha reconocido que era el jefe de una organización terrorista». Tampoco el PSOE de Sánchez se ha querellado nunca contra Iglesias por asociar la sigla a las metralletas, la extorsión y los coches-bomba.
Tampoco se ha olvidado de meter en el saco a Mariano Rajoy:
Naturalmente, también ha acusado de terrorista a Mariano Rajoy, incluso en su emisora de televisión ha comparado al PP con una banda terrorista, en un sketch en el que un dirigente del partido aparecía encapuchado diciendo toda clase de barbaridades presuntamente jocosas.
Al margen de la política, tampoco ha dudado en cargar duramente contra grandes empresarios españoles:
Fuera de la política, también Pablo Iglesias ha comparado con terroristas a Amancio Ortega, fundador de Inditex, «porque es el tercer hombre más rico del mundo y en España hay mucho paro»; a Juan Roig, presidente de Mercadona, por decir que hay que trabajar más; a Rodrigo Rato por dar conferencias; a las compañías eléctricas, vaya usted a saber por qué; al sector financiero… Hubo años en los que no había quien se escapase del catálogo de sicarios del terror que a Iglesias le ronda la cabeza, que ríete tú de la lista de bandas criminales que maneja la Unión Europea, son un breviario comparado con las personas o entidades a las que el líder podemita ha equiparado con terroristas.
Y recuerda como Iglesias, en cambio, olvida llamar por su verdadero nombre a quienes de manera directa, o indirecta, como su padre, colaboraron con organizaciones nada dudosas de ser eminentemente terroristas:
Visto lo visto, al final en España va a haber casi más terroristas que fascistas (su otra gran especialidad en el conteo) hasta tal punto que parece que solo se salvan su señor padre, pese a que militó en el FRAP, y Arnaldo Otegui, cuyo currículum criminal habla por sí solo. Lean a Pablo Iglesias, el que el otro se quejaba en las Cortes, vistiendo con la toga y las antiparras de Gandhi al conspicuo exsecuestrador, multirreincidente en sus andanzas. «Sin personas como Arnaldo Otegui no habría paz». Eso después de 829 asesinatos (más de 300 aún sin resolver), decenas de miles de heridos, 77 secuestrados (la especialidad de Otegui) y alrededor de 10.000 extorsionados, todo ello durante medio siglo de terror, crímenes por los que ese «príncipe de la paz» de pacotilla, actual jefe del cotarro proetarra, nunca ha pedido perdón.