Crece el número de tarjetas de crédito

Y disminuye el de las de débito. Noticia que sólo puede ser buena para las entidades emisoras. Y es que al igual que cuando contratar un préstamo hipotecario era muy arriesgado para las economías ajustadas fueron raros los avisos en este sentido, quizá había que entrar en los lugares apropiados para verlos y, en cambio, las recomendaciones de compra eran muy evidentes, quizá tampoco ahora los interesados alcancen a oír las llamadas a la prudencia, ensimismados como están en ese hallazgo que les permite disponer de dinero cuando no tienen.Porque conviene avisar, y eso deberían saberlo todos los que contratan las tarjetas de crédito, porque lo pone en el contrato, que el tipo de interés por aplazar los pagos es muy alto. Entonces, una tarjeta de crédito resulta muy útil para salir del paso en un momento concreto. Salvada la situación, conviene guardarla en el último rincón de la cartera y mejor en un cajón. Para el uso frecuente es mejor utilizar la tarjeta de débito, mucho más económica, porque los pagos se hacen con el propio dinero.
En el caso de que la necesidad de financiación vaya a durar mucho tiempo conviene solicitar un crédito al banco, puesto que los intereses que habrá que pagar serán mucho menores que los de la tarjeta. Por otro lado, la cuenta de crédito incita menos al consumo. Cuando alguien se acostumbra a utilizar la tarjeta de crédito puede caer más fácilmente en gastos que no se debe permitir, si no tiene el nivel económico adecuado.
El negocio de las tarjetas es un filón para los bancos, puesto que cada año recaudan mucho más que el anterior por comisiones. Y este es otro asunto a considerar, puesto que en un principio los bancos y las cajas se empeñaron en que todos sus clientes tuvieran tarjeta. Y una vez conseguido este propósito y acostumbrados todos a usarlas, desapareció la gratuidad. En lo que respecta a las comisiones, las entidades financieras se han embalado y cada vez inventan conceptos nuevos para este fin.
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Vicente Torres

Vicente Torres es Coautor de '1978. El año en que España cambió de piel' y autor de 'Valencia, su Mercado Central y otras debilidades' y 'Yo estoy loco', 'Diario de un escritor naíf', 'El Parotet y otros asuntos' y '2016. Año bisiesto'. He participado en los libros 'Tus colores son los míos', 'Enrique Senís-Oliver' y 'Palabras para Ashraf'.

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