El periódico gallego La Voz de Galicia, reseñaba este 9 de mayo de 2012 la cumbre de Porto (los españoles la llamamos Oporto), entre el Gobierno Luso y el Gobierno Español. Iniciaba la crónica con un tímido y escueto lamento por la ausencia de Galicia en ese encuentro ibérico. —Ocho ministros españoles participan en la cumbre Ibérica en Oporto—
Pero no es simplemente una lástima que Galicia no haya sido invitada, es un error, ¡qué inmenso error!, que demuestra el permanente «ensayo sobre la ceguera» de Passos Coelho y la disimulada filosofía discriminatoria que han mantenido los sucesivos gobiernos de España con las comunidades autónomas.
Resulta que esas chicas tan malas que se han pasado tres pueblos con la deuda, el déficit, la corrupción y el despilfarro, son 17 pedazos del Estado. Que han tenido que aguantar los rapapolvos de Cristóbal Montoro y, con algunas excepciones, han acatado el ultimátum de la capital del reino. Pero, francamente, en contrapartida están en su derecho a quejarse de que nunca le dan vela en ningún entierro.
La pesca, el naval, las conservas, la leche…
En el caso gallego, que nos ocupa y no preocupa, cuentan con la Xunta para que cuadre las cuentas, pero se olvidan de enviarle invitaciones cuando en Bruselas se vende la pesca por un plato de lentejas.
Cuando se ofrece la construcción naval como sacrificio permanente al verdugo de turno que, casualmente, se llama en la actualidad Joaquín Almunia. Cuando el sector conservero tiene que poner el culo ante una competencia, allende las fronteras europeas, al que ni siquiera le exigen, ¡póntelo, pónselo!, el preservativo de los aranceles.
La leche se la han agriado a Galicia desde hace décadas, y ¡es la leche! que todavía se le permita a Flandes amenazar al naval con exigirle la devolución de 9 mil millones de euros: ¡perdone usted, Europa, por haber intentado sobrevivir!
¡Lo que podría ser Galicia y cómo la han ido dejando en los huesos las agresoras directivas europeas, la mansedumbre de los gobiernos de Madrid y ése afán compulsivo de construir Europa utilizando como cimientos los cadáveres de tantos estados y tantas regiones del viejo continente…!
La cumbre de Porto
Berlanga haría con la «cumbre de Porto» de hoy, 10 de mayo de 2012, otra versión magistral de Plácido. Otra escena dantesca de pobres de solemnidad reunidos en torno a una mesa en la que no se puede hablar de economía, sino de eurobeneficiencia. Sólo que, Coelho y Rajoy, tienen que marcarse el pegote de dos estadistas intercambiando trascendentales reflexiones sobre macroeconomía ibérica.
Esa cuestión intranscendente, podrían despacharla en diez minutos si aceptasen humildemente su condición de liliputienses en el panorama económico europeo. Y luego ponerse el mono de trabajo, los pies en la tierra, y hablar sobre las cosas de comer, de sobrevivir, en las que juegan un papel fundamental las relaciones entre Galicia y Portugal, con un intercambio recíproco de relaciones comerciales que alcanzan la cifra aproximada de 5 mil millones de euros.
Galicia también es Estado
Una de las pocas joyas ibéricas que todavía deslumbran en Bruselas, es precisamente la euroregión Galicia-Norte de Portugal. Porque es paradigmática, despeja cualquier duda de artificialidad y sus piezas encajan con tanta facilidad, en el paisaje, en la cultura, en la economía, en la idiosincrasia, que la convierten en el modelo-patrón de la anhelada Europa de las regiones.
¿Qué pasa entre Rajoy y Feijóo, entre Moncloa y Monte Pío, entre Madrid y Santiago de Compostela? Es evidente que en la cumbre de Porto no sobran ni Passos Coelho ni Mariano Rajoy, ni los chicos y las chicas de sus respectivos gobiernos. Pero la ausencia de Alberto Núñez Feijóo y algunos de sus conselleiros, deja en el aire un vacío que deja una duda en el aire:
Madrid está en su derecho y en su deber de exigirle a las autonomías responsabilidades de Estado. Pero para las duras y para las maduras. Luego no vale irse a Bruselas, a una cumbre en Porto (Oporto), y contestarle a un presidente autonómico que llama a su puerta para preguntar si puede acompañarles: «¡No es asunto tuyo!
Si la cumbre de Porto no es asunto de Galicia, ese pedazo del Estado español, que el último apague la luz.