Día del corpus en La Alberca. 1

Por Carlos de Bustamante

( En la plaza mayor de La Alberca, fiesta del Corpus) (*)

Tengo tal confianza con vosotros, mis amigos y probables únicos lectores, que, sin pediros permiso, me vais a permitir que abra de par en par la intimidad de mis emociones -ojalá no sean sólo sentimentalismos-, para relataros lo que estos mis ojos, ya un poco cansados en el atardecer de mis días, han visto en el día de hoy. El que podía haber sido no un día cualquiera, puesto que este Domingo es no solo el “día del Señor”, sino el de la solemnidad del comúnmente denominado día del Corpus. Es que, además, por el traslado a él del `jueves que brilla más que el sol´-Corpus Christi-, he tenido la feliz estrella de pasarlo- ¡vivirlo! – en un pueblecito castellano anclado en el medioevo: La Alberca salmantina.

Necesitados de reposo relajante por los días agitados que el matrimonio longevo habíamos vivido últimamente, quiso la Divina Providencia que una de nuestras hijas visitase La Alberca. Fue tan favorable su opinión tanto del entorno como de la posibilidad de hospedaje en un soberbio balneario, que, sin dudarlo y previo estudio de posibilidades, rápidamente hicimos la reserva. “Chincha rabiña” … que aquí estamos divinamente g.a D.

Rodeados de castaños centenarios, inmediatos a un bosque inmenso de encinas que es coto de caza mayor, se descubre como por encanto nuestra residencia durante unas minivacaciones. Respetando la dignidad del entorno, digo que el balneario-hotel-castillo templario, incluso lo hacen más bello. Espectacularmente bello.

Si de este exterior surge un castillo de monjes guerreros en las estribaciones de la sierra de Francia, a tan solo un paseo entre el bosque emerge como por encanto la Alberca: el primer pueblo que fue reconocido como Monumento Histórico-Artístico en España. Si esta antigüedad ha permitido mantener protegida la arquitectura y el urbanismo del conjunto, el interior es alucinante a diario.

Pero sí como en feliz coincidencia se visita el día grande en que nosotros lo hicimos, es que ya no hay palabras para describirlo; no obstante, procederé al difícil intento de aproximaros a la Alberca el día del Corpus Christi: el microbús que, generosamente, ponen a diario a nuestra disposición, después de sortear calles y caminos empedrados alternando con losas enormes de granito -senderos en un camino imposible- llegamos `batidos´ a las puertas del templo dedicado a Nuestra Señora de la Asunción. Templo majestuoso donde la piedra sabe de la piedad con que lo construyeron nuestros canteros castellanos antepasados más remotos, ofrecía al visitante oír hoy una Misa que, si ya de por sí es vivir el Sacrificio de nuestro Dios hecho Hombre, este día fue realmente especial.

Aprovechando mi condición de mutilado en silla de ruedas, la multitud de castellanos de otros tiempos me fue abriendo gentilmente paso hasta las inmediaciones del altar mayor. Fue allí donde viví lo insospechado: capas ellos de caballeros medievales; y primorosos vestidos ellas, sacados del arca, con bordados y pedrería en competencia, para más honrar en el alma y en el cuerpo al Amor de los Amores. Ancianos con la solemnidad de la vejez y el rostro curtido, serrano, arrodillados ante el que en Custodia de plata -enjoyada con las piedras más preciosas que son el encendido Amor con que la labraron los orfebres del pueblo llano, sencillo.

Toda la población es testigo de la procesión bajo palio del Cuerpo de Cristo, escoltada por autoridades y mayordomos.

En las calles por donde pasa la procesión se pulen y adornan balcones, ventanas, paredes… con paños, colchas, mantones, flores… y se perfuma el suelo con tomillo y otras hierbas aromáticas, con una explosión de colores y olor, que hace que el visitante se sienta trasladado a otra época. Las autoridades son las encargadas de llevar el palio que protege al Santísimo, hasta su llegada al altar de la Plaza, momento en el cual, son los Mayordomos, los encargados de portarlo el resto de la procesión.

Imposible seguir al Santísimo por empinadas callejuelas por donde pasaba y era adorado con devoción inmensa. La mezcla de olores procedentes del tomillo y romero en flor traídos de la sierra, con el incienso que envolvía de continuo al Señor de los señores, lo recibía inicialmente el Corpus Christi en la Custodia -verdadero Dios y verdadero hombre -en recorrido majestuoso, para subir de inmediato al cielo con nuestra oración y adoración, aunque fueran de lejos. Rememorando a Gabriel y Galán, musité en oración callada:

Yo he nacido en esos llanos
de la estepa castellana,
cuando había unos cristianos
que vivían como hermanos
en república cristiana.
Me enseñaron a rezar,
enseñáronme a sentir
y me enseñaron a amar;
y como amar es sufrir,
también aprendí a llorar.

Y de aquí la confidencia, amoldada a mis sentires:

“Yo, que con los hombres voy,
viendo a Jesús padecer,
interrogándome estoy:
¿Somos los hombres de hoy
aquellos castellanos viejos de ayer?”.

Y es que, al rememorar las ideologías extrañas que hoy penetran en organismos e instituciones, allí, en la Alberca, detenido el tiempo, la fe de nuestros mayores se hacía presente en los cuerpos que, bajo el manto de capas negras al exterior y rojo vivo en los adentros, caminaban solemnes tras el Señor, por completo ajenos a desviaciones y errores. En este día del Corpus, entre los vericuetos de la Alberca, las ofensas se tornaron en desagravios con oraciones olorosas de aromas serranos y pétalos de rosas que el Amor de los Amores recibía desde ventanucos y portones de las viviendas albercianas. Ora cuesta arriba, ora en rápidos descensos que el empedrado rústico de las calles hacía penoso, el Palio que daba cobijo al Creador de Cielos y tierra. Tierra ésta que, con sus gentes, bendecía al Señor.

No os canso más, mis amigos, aunque no os he dicho cuanto quisiera. Será en solamente (2), donde concluya este día de asombro. Primero de nuestra estancia en la bellísima zona de las Batuecas de la impresionante España castellana y charra.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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