El olivo
(IU secuestra el monumento a los Caídos de Hoyo de Manzanares)

Libertad sin ira. Libertad. Guárdate tu miedo y tu ira, porque hay libertad. Y si no la hay, muy pronto la habrá. Junio de 1977. Así comenzaba el himno del grupo musical Jarcha a la libertad y a la reconciliación de todos los españoles. Una emocionante convocatoria a la participación en las urnas, a la superación de las viejas heridas de la Guerra Civil en las primeras elecciones democráticas que se iban a celebrar en España en cuarenta años, tras la muerte de Franco.

EL himno, Libertad sin ira, resumía de forma admirable lo que se ha dado en llamar el espíritu de la Transición. El triunfo de la reforma política frente a la ruptura. El consenso de todos los españoles y de todos partidos -incluido el PCE– por superar definitivamente el espanto de la Guerra Civil. Sin embargo ese espíritu de reconciliación no lo heredó la izquierda, especialmente la que se dice unida, de Hoyo de Manzanares. Ohio is different.

En su lugar se ha instalado el afán iconoclasta. La provocación. La imposible reescritura de la Historia. La revancha. El odio y la ira. Hace cuatro años, la primera vez que la izquierda gobernaba en Hoyo tras la Guerra Civil -con la obediencia debida de José Luis Gervás, alcalde presuntamente “independiente”- su programa de gobierno se centró en eliminar el único vestigio franquista de su callejero. Y en destruir, en un acto de incuria execrable, los cuatro bajo relieves con el escudo de la Corona de Castilla y Aragón -el yugo y las flechas “franquistas”- cincelados sobre los soportales de granito de la Plaza Mayor, arrancándolos para siempre de la piedra con una máquina radial.

Para ejecutar tal hazaña no se pidió opinión a los vecinos. Ni se debatió su conveniencia en ningún pleno ni comisión municipal. Tampoco se informó a la oposición. A pesar de su carácter singular -y su carácter monumental, histórico y artístico-, estúpida y cobardemente se aniquilaron, un mal día, por orden de Gervás. A la cobardía, los modernos talibanes añadieron la impunidad de la barbarie. A fin de cuentas Hoyo de Manzanares, paraíso de caciques de todo pelaje y farolillo rojo en el desarrollo social y económico de toda la sierra noroeste de la Comunidad de Madrid, es quizá el único de sus municipios que después de 30 años de gobiernos democráticos sigue sin tener siquiera inventariados sus escasos monumentos histórico-artísticos o sus edificios singulares, ya sean la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, iglesia barroca del siglo XVII, la Atalaya del Collado de la Torrecilla, o los restos de la necrópolis visigótica, junto al cementerio judío. Como no existe un catálogo monumental en su planeamiento urbanístico -y la Comunidad de Madrid sigue ignorando los deberes que de oficio le corresponden-, nada obliga a su Ayuntamiento a la protección y conservación de monumentos “inexistentes”. Las agresiones al patrimonio municipal se multiplican y sus responsables, vergonzosamente, quedan impunes. Como tantas otras cosas en este cortijo serrano.

Alcanzada su cuota de poder, Izquierda Unida de Hoyo de Manzanares -cinco concejalías delegadas para un solo concejal electo-, persiste en su feroz persecución de símbolos “franquistas” y en su furia iconoclasta. En su particular baúl de los recuerdos -repleto de odios y agravios estrenados a diario-, solo le quedaba una cuenta por saldar. La que, a pesar de sus múltiples intentos, se le había atascado en la recámara del odio la pasada legislatura: eliminar el monumento a los Caídos de Hoyo de Manzanares.

El monumento, humildísimo monolito de granito rematado con un águila tallada en la piedra, estaba levantado junto a las escuelas viejas, en el centro de un minúsculo jardín, frente a la casa del médico. En una inscripción apenas se leía: Caídos por Dios y por España. Un ciprés le daba sombra. Eso era todo.

Pero su presencia era un insulto insoportable para los que prefieren seguir perdiendo la paz después de perder la guerra. Y en un frío amanecer de enero decidieron secuestrarlo. Sin debate, sin consenso, sin consultas. Sin palabras. Dice Fernando Esteban, alcalde socialista de Hoyo, que él no lo sabía. Que Ramón Mendoza, el concejal de Izquierda Unida que decidió su secuestro, no se lo consultó. Que para él fue una gran sorpresa. Como es habitual, la oposición -el Partido Popular- ni está, ni se le espera. Mala cosa en un ayuntamiento democrático.

Ante la indignación de unos, la satisfacción de otros y el estupor de la mayoría, Mendoza ha justificado su afán iconoclasta diciendo que el monumento le estorbaba para “remodelar” el jardín. Por eso, tras arrancar el monumento, ha plantado en su lugar un olivo. Peregrina manera de abogar por la paz y la concordia ésta de secuestrar las lápidas en memoria de los Caídos por Dios y por España. Cínica e inquietante actitud conciliadora la de hurgar, medio siglo después, en los sentimientos y el dolor de todos los españoles en nombre de la democracia, la paz y la tolerancia.

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Autor

Antonio Cabrera

Colaborador y columista en diversos medios de prensa, es autor de numerosos estudios cuantitativos para la Dirección General de Armamento y Material (DGAM) y la Secretaría de Estado de la Defensa (SEDEF) en el marco del Comercio Exterior de Material de Defensa y Tecnologías de Doble Uso y de las Relaciones Bilaterales con EE.UU., así como con diferentes paises iberoamericanos y europeos elaborando informes de índole estratégica, científico-técnica, económica, demográfica y social.

Antonio Cabrera

Colaborador y columista en diversos medios de prensa, es autor de numerosos estudios cuantitativos para la Dirección General de Armamento y Material (DGAM) y la Secretaría de Estado de la Defensa (SEDEF) en el marco del Comercio Exterior de Material de Defensa y Tecnologías de Doble Uso y de las Relaciones Bilaterales con EE.UU., así como con diferentes paises iberoamericanos y europeos elaborando informes de índole estratégica, científico-técnica, económica, demográfica y social.

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