¡Teletranspórtame!

(PD).- En 1931 un escritor americano llamado Charles Fort usó por primera vez la palabra teletransporte para referirse al movimiento de objetos de un lugar a otro de forma casi inmediata.

Desde entonces, la idea ha sido explorada por la ciencia ficción en la pequeña y la gran pantalla a través de series como la mítica Star Trek o la recién estrenada película Jumper (“Saltador”), que cuenta la historia de un joven con una anomalía genética que le permite teletransportarse a cualquier lugar.

Pero no sólo los escritores y cineastas llevan varias décadas analizando las posibilidades de este fenómeno. También los físicos han avanzado (y mucho) en la teoría y práctica de la teleportación.

La ciencia habla fundamentalmente de teletransporte cuántico, es decir, la transferencia de estados o propiedades físicas como la energía, el movimiento y el campo magnético de los átomos. En otras palabras, transporte de información.

Las leyes que rigen y permiten esta forma de teletransporte fueron descubiertas, ya hace décadas, por Einstein y sus colegas mientras intentaban realizar un análisis crítico de la mecánica cuántica, la ciencia que explica el comportamiento de la materia a escala subatómica.

La física cuántica como aliada

El último hito en este terreno se producía en noviembre de 2006, cuando un equipo de expertos daneses lograba descomponer en millones de átomos una minúscula esfera y “reconstruirla” a medio metro de distancia. Hasta entonces, el teletransporte sólo se había conseguido con partículas individuales y en distancias inferiores a un milímetro.

Para llevar a cabo semejante proeza, los investigadores del laboratorio National Research Foundation Center for Quantum Optics, en Dinamarca, recurrieron a técnicas relacionadas con la luz, la mecánica cuántica, el magnetismo y un concepto llamado entanglement o entrelazamiento cuántico.

«Esto supone un paso adelante, porque por primera vez implica la teleportación de la luz y la materia, que son dos objetos diferentes: uno que transporta la información y otro que la contiene», explicaba en la revista Nature Eugene Polzik, coordinador del equipo de científicos que realizaron el experimento. Su objetivo es avanzar en el desarrollo computadoras ultra-rápidas capaces de transmitir información a velocidades cercanas a la de la luz.

Lo que parece evidente es que dar el salto del experimento de Polzik al teletransporte a escala macroscópica para el movimiento de humanos de un lado a otro será tremendamente complicado.

Y no sólo porque desde el punto de vista físico habría que copiar y rearmar los trillones y trillones de átomos que forman un individuo, algo que muchos científicos consideran viable.

También hay que tener en cuenta algunas cuestiones éticas y filosóficas.

Como demostraron en 1993 unos científicos de IBM, la teleportación que proponen los escritores de ciencia ficción sólo es posible si el “original” se destruye. En ese caso, ¿la “copia” reconstruida sería el mismo individuo que se teletransportó? Y, por otra parte, ¿alcanzaremos suficiente nivel de precisión para reproducir un cerebro humano? El debate está servido.

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