El enigma femenino y las raíces masculinas

La leyenda de la papisa Juana y la razón por la que nunca ha habido mujeres en el trono de San Pedro

Según algunas variantes, murió lapidada por la multitud; otras afirman que fue confinada en un convento junto a su hijo.

La papisa Juana
La papisa Juana. PD

Durante siglos, el relato de la papisa Juana ha alimentado debates, novelas y hasta películas.

Según la leyenda medieval, una mujer habría llegado a ocupar el trono más alto de la cristiandad disfrazada de hombre, convirtiéndose en “sumo pontífice” antes de ser descubierta de manera escandalosa.

Aunque para la Iglesia Católica esta historia es pura ficción, su persistencia refleja las tensiones históricas sobre el acceso de las mujeres al poder dentro del cristianismo.

Las versiones varían: algunas sitúan a Juana entre los años 855 y 857, solapando su supuesto papado con el de Benedicto III, otras la ubican hacia el 872, coincidiendo con Juan VIII.

Sin embargo, ninguna lista oficial del Vaticano reconoce una mujer entre sus pontífices.

El origen del mito parece estar en las crónicas medievales.

Dos cronistas del siglo XIII, Jean de Mailly y Martín el Polaco, propagaron la historia: Juana, nacida en Maguncia o Ingelheim am Rhein, se habría hecho pasar por hombre bajo el nombre de Johannes Anglicus o Juan el Inglés. Su motivación: acceder al saber y al estudio religioso vedados a las mujeres. Se cuenta que brilló por su inteligencia y capacidad docente en Roma, hasta alcanzar el papado.

El clímax dramático llega cuando Juana da a luz durante una procesión papal, revelando así su identidad.

Según algunas variantes, murió lapidada por la multitud; otras afirman que fue confinada en un convento junto a su hijo.

La Iglesia y la leyenda

A pesar de lo extendido del relato, la Iglesia lo niega categóricamente. Los historiadores señalan inconsistencias temporales e imposibilidades cronológicas: las listas papales están bien documentadas desde los primeros siglos del cristianismo. Para muchos expertos, la leyenda responde más a críticas anticlericales y sátiras medievales que a hechos reales.

Sin embargo, durante más de 500 años parte del clero y fieles dieron crédito a la historia. De hecho, se llegó a afirmar que la existencia de ciertas prácticas rituales —como comprobar físicamente la virilidad del papa electo— tenía su origen en este episodio. La famosa silla con agujero (“sedia stercoraria”) es uno de los objetos relacionados con este mito.

¿Por qué nunca ha habido una suma pontífice?

La respuesta es sencilla y contundente: desde sus orígenes, la Iglesia Católica ha reservado todos los ministerios ordenados a varones. El Derecho Canónico establece que solo un hombre bautizado puede recibir válidamente las órdenes sagradas (diaconado, presbiterado y episcopado), requisito imprescindible para ser elegido papa.

El argumento teológico se fundamenta en que Jesús eligió únicamente varones como apóstoles originales y, según la tradición, solo los obispos pueden ser elegidos papa. Así queda vedada institucionalmente cualquier posibilidad para las mujeres, independientemente de sus capacidades o vocación.

Los orígenes del papado: raíces masculinas

El título de “papa” comenzó a usarse oficialmente en Roma hacia el siglo V. El primer obispo reconocido como sumo pontífice fue San Pedro, figura masculina central para toda la tradición católica. A lo largo de los siglos, todos los papas han sido varones, provenientes originalmente del clero romano o del entorno eclesiástico europeo.

Desde entonces, ninguna mujer ha accedido ni siquiera al cardenalato —paso previo tradicional al papado— lo que refuerza una estructura jerárquica exclusivamente masculina desde sus cimientos.

Curiosidades y datos locos

  • El mito sostiene que tras Juana se instauró un procedimiento para “palpar” al nuevo papa antes de su proclamación pública. Esta ceremonia habría dado origen al dicho “Duos habet et bene pendentes”, comprobando así su masculinidad.
  • Algunos mapas medievales incluían una “papisa” entre los retratos oficiales de pontífices.
  • En cartas satíricas y protestantes del siglo XVI se usó la figura de Juana para atacar a Roma y denunciar supuesta corrupción o decadencia moral.
  • Hay estatuas sin nombre en Roma atribuidas popularmente a Juana; sin embargo, estudios modernos descartan cualquier relación real.
  • La novela La papisa (1996) y varias películas recientes han reavivado el interés por esta figura legendaria.

El eco contemporáneo

En pleno siglo XXI persisten los debates sobre la igualdad dentro del Vaticano. Si bien algunos movimientos católicos reclaman mayor participación femenina —incluso en ministerios no ordenados— la posibilidad de una suma pontífice sigue siendo un tabú absoluto.

Las discusiones actuales giran más bien en torno a reconocer oficialmente diaconisas o ampliar responsabilidades administrativas para mujeres dentro del Estado Vaticano. Pero el camino hacia un cambio doctrinal parece lejano e improbable.

Aunque históricamente improbable, la leyenda de la papisa Juana tiene un valor simbólico incuestionable: desafía las normas patriarcales e inspira preguntas sobre el lugar real que ocupan las mujeres dentro de estructuras religiosas milenarias.

Hoy su historia sirve tanto para denunciar desigualdades como para recordar cuán poderosos pueden ser los relatos —verdaderos o no— cuando resuenan con anhelos colectivos insatisfechos.

 

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