Hay otra jerarquía de valores: compartir con los demás lo que somos y tenemos, estimar a las personas por lo que son, ejercer el poder como servicio.
(Jesús Espeja).- El interrogante es mío. En la multitunidaria manifestación que ayer tarde discurrió entre Cibeles y Puerta del Sol en Madrid la pancarta decía sin más: «indignados y organizados». Al final diré por qué trazo el interrogante. Lo primero es valorar positivamente la movilización integrada en su mayoría por jóvenes: «queremos reapropiarnos del futuro que nos habéis robado; nos dirigimos de nuevo a vosotros, clase política y poderes públicos».
Un reclamo común presidía la manifestación: «por una democracia real ya«, «por una democracia económica». Es evidente la enfermedad del sistema que a todos nos envuelve: mientras nuestra Constitución proclama que todas las personas tienen derecho a un trabajo digno, varios millones de seres humanos sufren el paro forzoso: «sin casa, sin curro y sin pensión» según rezaba el cartel que llevaba una joven.
La economía o arte de cubrir las necesidades básicas de todo para que puedan vivir con dignidad se ha pervertido en crematística o artimaña para que unos pocos se apropien de los recursos que pertenecen a todos. La ganancia y el lucro por encima de todo posterga y manipula irreverentemente a las personas; «no somos mercancía», protestaba con razón aquella multitud de jóvenes.
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