Mal que les pese a los que le faltaron al respeto en vida y aun de cuerpo caliente
(Ramón Baltar).- Desde la Iglesia se ha ponderado bastantemente la obra y el legado que le deja el padre Carlo María Martini, que estos días «se recogió en sí mismo» en Milán donde pastoreara. Pero quizá no sea ocioso apuntar por qué su figura fue tan apreciada por la leal oposición a Dios.
Muy de admirar es que en una institución donde en nombre de la comunión con la cabeza la mayoría de sus dirigentes licencian la suya, todo un miembro del Colegio Cardenalicio no tenga empacho en pensar por su cuenta y en publicar en voz alta los resultados de tan saludable ejercicio de lealtad.
Para el que se precisa tener gran libertad de espíritu y entereza moral para soportar las molestias que acarrea sacudir la autocomplacencia y rutina dominantes: «Pensar es difícil; actuar acorde a lo pensado, incómodo» (Goethe).
Basta un saludo a alguno de sus escritos para descubrir la condición del intelectual de pura raza. Suelen los católicos que posan de tales abordar los asuntos enojosos decididos de antemano a no pasar las líneas de seguridad fijadas por la ortodoxia áulica.
El jesuita Martini no hizo eso, sino que se fajó con todos uno tras otro sin autocensura ni metas preconcebidas, puesta la mira solo en intentar ilustrarlos desde la racionalidad que la fe no excluye. Sus conclusiones admitirán discusión, pero no la honradez y oportunidad del empeño.
A vista de laico la propuesta martiniana no puede ser más certera: si la Iglesia no se convierte (es decir, si no purga sus miserias), se resiste a dialogar a pecho descubierto con la cultura actual, con las demás religiones y con los no creyentes, y sigue desentendida de los problemas reales de la gente común, su capacidad para servir el mensaje humanizador del Evangelio queda inutilizada.
He aquí que vienen los días en que Roma iniciará el camino de vuelta a Galilea, viaje para el que le será muy útil el mapa dibujado por el cardenal Martini, creyente lúcido. Mal que les pese a los que le faltaron al respeto en vida y aun de cuerpo caliente.