Conflictos de tipo étnico, político y religioso siguen produciendo innumerables refugiados, víctimas del tráfico de personas y nuevos esclavos. Grupos terroristas internacionales destruyen vidas, sueños
(Jesús Bastante).- «Tenemos que ir a las Galileas de nuestros tiempos, a las fronteras entre creyentes y no-creyentes, a los lugares diferentes, percibidos como amenazas para nuestra fe, a los enclaves «impuros» e inferiores. Sí, allí proclamaremos la buena nueva de la Resurrección«. El cardenal de Manila y presidente de Caritas Internationalis, Luis A. Tagle pronunció esta mañana una vibrante conferencia, titulada «Caridad y Misericordia: curar las heridas del mundo», durante la 45 Semana Nacional de la Vida Religiosa en España, organizada por el ITVR.
En su intervención, el cardenal Tagle hizo un repaso de todas las «heridas» del hombre contemporáneo, comparándolas con las del propio Cristo. Para el presidente de Caritas Internationalis, «sería más preciso hablar de personas y relaciones heridas que de heridas». «Las personas padecen diversos tipos de heridas. Tan diversas como son las heridas son también sus causas«, subrayó, indicando algunas, desde «la infidelidad y el fracaso en las relaciones en el seno de la familia» a «la falta de una alimentación adecuada» o la imposición de unas culturas sobre otras.
«El etnocentrismo, la xenofobia, el nacionalismo y la intolerancia religiosa son actitudes que en la sociedad hieren a los más pobres», denunció el cardenal Tagle, quien también incidió en la responsabilidad de los medios de comunicación para elaborar una cultura «que hiere a los trabajadores indefensos y al medio ambiente».
«Conflictos de tipo étnico, político y religioso siguen produciendo innumerables refugiados, víctimas del tráfico de personas y nuevos esclavos. Grupos terroristas internacionales destruyen vidas, sueños, lugares de gran importancia histórica y cultura y, en definitiva, nuestro maravilloso planeta. También lamentamos las heridas causadas a niños, a mujeres y a los pobres en general por la conducta abusiva de algunos líderes eclesiales«, asumió el purpurado, quien señaló que «las heridas nos recuerdan que hay que curarlas. Pero, ¿en qué consiste «curarlas»? ¿Cómo podemos facilitar su curación?».
Para Tagle, el pasaje del Evangelio en el que Jesús resucitado obliga a Tomás el incrédulo a tocar sus heridas es fundamental para entender la evangelización en el mundo sufriente. «El Señor Resucitado enseñó a los discípulos sus heridas. Jesús les invita a dirigir la mirada a sus heridas. Insiste incluso en que Tomás ponga sus dedos en las heridas de sus manos y que meta la mano en la herida de su costado».
¿Qué significa esto? Que «la resurrección no implica la eliminación o devaluación de la cruz. Las heridas siguen siendo heridas.»
«Las heridas de Cristo permanecen en las heridas del mundo», advirtió Tagle, quien subrayó que «tocar las heridas de Cristo en las heridas de la humanidad es condición para tener una fe auténtica (…). Porque todas las heridas y su dolor, todas las miserias de este mundo y de la humanidad son heridas de Cristo. No tengo el derecho de confesar a Dios si no soy capaz de tomar en serio el dolor de mi vecino. La fe que cierra sus ojos al sufrimiento de las personas no es más que una ilusión.»
La fe, por tanto, «nace y renace continuamente sólo de las heridas del Crucificado y del Resucitado, que se ven y se tocan en las heridas de la humanidad. Sólo una fe herida es creíble». Una actitud que no siempre se entiende. «Si yo fuese Dios, manifestaría mi triunfo final eliminando todos los signos de dolor, injusticia y derrota. Enterraría a todos esos signos en el pasado más oscuro para que no resucitasen nunca más. Pero éste no es el camino seguido por Jesús. La resurrección no es una victoria ilusoria», declaró el purpurado, considerado por muchos como el posible sucesor de Francisco al frente de la Iglesia samaritana.
«Las heridas de Jesús son las consecuencias de su relación amorosa y llena de compasión con los pobres, los enfermos, los publicanos, las mujeres de mala reputación, los enfermos de lepra, los niños, los marginados y los extranjeros. Jesús fue crucificado porque amó a esas personas concretas, ellas mismas heridas por la sociedad y la religión. Compartiendo sus debilidades y sus heridas, llegó a la perfección como hermano comprensivo más que como duro juez«, culminó el cardenal, incidiendo en que la heridas de Jesús «también recuerdan a los discípulos la traición, su propia traición y abandono de Jesús cuando, atemorizados, intentaron salvarse a si mismos».
«Esas heridas les recuerdan la ceguera de la ambición política y del legalismo religioso que condenó a un inocente a morir como un criminal. Las heridas de Cristo Resucitado llevan en sí la memoria del sufrimiento inocente». Unas heridas que no hablan de venganza, sino de amor. «Jesús les ofrece la paz, la reconciliación, la posibilidad de cambiar y convertirse. Jesús come con ellos. Y les envía a los confines de la tierra a continuar su misión», porque «las heridas de Jesús invitan a los discípulos a creer que, a pesar de la traición, la reconciliación es posible. La misericordia no se opone a la justicia. La misericordia se opone a la venganza«.
«Si queremos ser agentes de curación, debemos ser conscientes de las tendencias de nuestro mundo contemporáneo a negarse a mirar y tocar las heridas de Cristo en las heridas de las personas», apuntó, admitiendo que «nos da miedo mirar y tocar las heridas porque nos asusta mirar de frente nuestra propia mortalidad, debilidad, nuestra realidad pecadora, nuestra vulnerabilidad».
Tagle concluyó su intervención, pronunciada en castellano, poniendo dos ejemplos, dos historias. El de una mujer refugiada en Birmania, y que ahora trabaja para el Servicio Jesuita a Refugiados. «Con sus heridas y lágrimas, esta joven puede ayudar a que otros curen las suyas». Y su propia experiencia al visitar, en octubre pasado, el tristemente famoso campo de refugiados de Idomeni, donde malviven los Cristos de hoy. «Miles de personas hambrientas, cansadas y desesperadas, que huían de las guerras en Siria, Iraq y Afganistán habían llegado hasta allí (…). Había allí mucha angustia pero también mucho coraje, mucha dignidad, y un gran y valiente esfuerzo por mantener viva la esperanza».
«Cuando estaba a punto de irme de aquel lugar -concluyó-, vi el letrero que indicaba la salida escrito en griego: «Ex odos.» Éxodo. Sí, Dios está guiando a su pueblo. El Señor Resucitado está llevando a los heridos en su camino desde el terror de la muerte hacia la esperanza de una vida nueva. El Señor Resucitado estaba en el campo. Él me encontró allí, en los heridos. El campo entero es una Galilea. Id a Galilea, allí me veréis. ¡No tengáis miedo!».