El Papa necesita un equipo de asesores

«Think tanks» en la Iglesia

Para reconocer los "signos de los tiempos" hay que utilizar la cabeza

"Think tanks" en la Iglesia
Think Tank

Nos olvidamos del increíble papel que los laicos intelectuales podrían tener, apoyando al Papa y a la Iglesia con su conocimiento y capacidad

(Andrés A. Fernández).- Estamos en un mundo competitivo. En las sociedades democráticas hay multitud de partidos políticos, opiniones, creencias y posicionamientos de todo tipo. También en el ámbito científico, las tesis/antítesis, por emplear terminología dialéctica, se suceden continuamente, en orden al progreso intelectual y científico de la sociedad.

Hay multitud de cátedras, grupos económicos, intelectuales y de todo tipo, que están influenciando y presionando, cada uno en su dirección, a la sociedad. Ante tanta pluralidad de ideas, de opiniones, y de puntos de vista, fundados e infundados, la gente está buscando personas, intelectuales, instituciones y organizaciones, en los que confiar por la seriedad de sus puntos de vista…

En este contexto social y político está inmersa la Iglesia, pero no hemos encontrado aún nuestro sitio, más allá del ámbito estrictamente religioso, desde el cual ejercer nuestro papel de guía y de consejo. Estamos muy perdidos. Nuestras intervenciones públicas son inexistentes y cuando existen dan un poco de pena. En este aspecto, y en algunos otros, tenemos que ponernos las pilas.

A mi me asombra la capacidad que tienen los hombres en el mundo de organizarse según sus intereses y posicionamientos, para hacer más efectivo su trabajo y poder llegar así a más gente. Y me asombra la poca capacidad que tenemos nosotros de tener y expresar en los medios de comunicación posiciones fundadas técnicamente, interesantes para la gente y defendibles con argumentos sólidos. A veces vemos al Papa intervenir en asuntos económicos, sociales, ecológicos, o de cualquier orden, asuntos complejos y delicados, y lo vemos absolutamente solo, teniendo que tomar posición y responder adecuadamente a estos asuntos, no estrictamente religiosos, sin ningún tipo de apoyo ni de laicos ni de eclesiásticos.

Y no me refiero a la ¨clac¨ que le aplaude y le hace la ola (con más o menos entusiasmo) a posteriori. Me refiero a intelectuales, pensadores e investigadores, laicos y eclesiásticos, que ayuden al Papa ¡a priori! a tener una visión más completa de los asuntos, técnicamente sustentada, para poder tomar posicion doctrinal y marcar la pauta intelectual a los demás creyentes y a todos aquellos que quieren escuchar. Si se quiere una visión más espiritual, estos intelectuales nos ayudarían a tomar una conciencia más plena de los «signos de los tiempos» y poder discernir cuál pudiera ser la voluntad de Dios para el mundo en cada momento y en cada asunto.

¿Tan difícil es que el Papa tuviera un equipo de asesores de reconocido prestigio, y visibles públicamente, esto es, que se les conozca, en cada área de conocimiento, que estuvieran continuamente trabajando e investigando, ayudando al Papa y a la Iglesia a tener una conciencia más clara de la situación en cada área, a modo de ¨think tanks¨ del Papa y de la Iglesia? ¿Tan difícil es que nuestros obispos tuvieran lo mismo en cada una de sus diócesis?

Se habla mucho del papel de los laicos en la Iglesia, y sólo se piensa en cómo meterlos en la sacristías para competir en potestades litúrgicas y canónicas con los clérigos (¡otra fuente de conflictos para la Iglesia!) y nos olvidamos del increíble papel que, por ejemplo, los laicos intelectuales podrían tener apoyando al Papa y a la Iglesia, con su conocimiento y capacidad, para que nuestras intervenciones públicas en los asuntos que afectan al mundo, estuvieran doctrinal y también técnicamente fundamentadas. Me refiero, claro está, a personalidades de reconocido prestigio, no a cualquier ¨campeón¨ del ¨compromiso social¨ pero con la cabeza vacía, o a cualquier «ïntelectual democristiano¨ de los que quieren estar en la arena del circo y en las gradas aplaudiendo al mismo tiempo.

Me refiero a personalidades reconocidas, serias e intelectualmente solventes, que no se tienen por qué destacar por sus manifestaciones de piedad pública, sino por sus conocimientos y capacidad intelectual. Ya sabemos el criterio de Santa Teresa a la hora de elegir el adecuado director espiritual: ¨Entre un director sabio y bueno, y otro que sea santo pero ignorante, se ha de dar preferencia al primero, porque el ignorante puede hacer sufrir mucho a las almas…¨. Necesitamos personalidades públicas intelectualmente potentes y buenas personas, más que los públicamente «piadosillos» (¡van a salir muchos «voluntarios»!) incapaces de razonar con un minimo de solvencia y soporte intelectual.

Daríamos la impresión, así, de que estamos verdaderamente interesados por los problemas del mundo y por sus causas reales, y sobre todo por las posibles soluciones, también, a nivel general, técnicamente fundadas, yendo, así, más allá del ¨buenismo¨ o del pensamiento utópico, en el que solemos caer, esto es, ¨muy buenas intenciones pero muy malas mediaciones¨, como se criticaba a la Teología Política, tan de moda hace 30 años. Igualmente, la fe y la ciencia irían de la mano y en el mismo sentido, y tendríamos además más repercusión social en nuestras intervenciones públicas.

Para reconocer los «signos de los tiempos» hay que utilizar la cabeza. En este mundo moderno y complejo, toca utilizar la cabeza, personal e institucionalmente, con todas las consecuencias.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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