Este conflicto social en forma de dominación, desigualdad e injusticia del capital sobre el trabajo explota y empobrece al trabajador
(Agustín Ortega).- El trabajo es una realidad que ha sido tratada por las ciencias sociales y filosofía. Esta actividad social y económica tan significativa, asimismo, ha sido estudiada por la Doctrina Social (DSI) con los Papas, por ejemplo, Juan Pablo II y su encíclica Laborem Exercens (LE) que consideran al trabajo como clave de la cuestión social (LE 3).
En esta DSI, desde la antropología bíblica y la teología de la creación se muestra al ser humano que, con su actividad del trabajo, crea y transforma la realidad. La persona que trabaja se manifiesta como colaboradora en la creación, como co-creador en su trabajo y actividad transformadora, con el Dios Creador.
«El hombre es la imagen de Dios, entre otros motivos por el mandato recibido de su Creador…En la realización de este mandato, el hombre, todo ser humano, refleja la acción misma del Creador del universo» (LE 4). Se puede ver así la trascendencia e importancia que adquiere el trabajo en la fe bíblica y católica. Ya que «en la palabra de la divina Revelación está inscrita muy profundamente esta verdad fundamental, que el hombre, creado a imagen de Dios, mediante su trabajo participa en la obra del Creador, y según la medida de sus propias posibilidades, en cierto sentido, continúa desarrollándola y la completa, avanzando cada vez más en el descubrimiento de los recursos y de los valores encerrados en todo lo creado» (LE 25).
En esta trascendencia y dignidad del trabajo, para los Papas como Juan Pablo II y la DSI la clave es el trabajo subjetivo, el trabajo vivo que realiza el ser humano. La persona expresa y realiza su vida con el trabajo. Por tanto, el sujeto y la persona del trabajo están antes que el trabajo objetivo, está por encima del capital (LE 6). El trabajador tiene la prioridad sobre el producto del trabajo y la mercancía que no puede convertirse en un fetiche e ídolo, falso dios, al que sacrificar la vida de la persona y la dignidad del trabajo.
Tal como sucede actualmente, como transmite el Papa Francisco que crítica y denuncia el fetichismo del dinero, la dictadura de la economía con el mercado-capital como idolatrías que niegan al ser humano y a Dios (EG 55). Como sigue enseñando Juan Pablo II, «ante la realidad actual, en cuya estructura se encuentran profundamente insertos tantos conflictos, causados por el hombre, y en la que los medios técnicos -fruto del trabajo humano- juegan un papel primordial (piénsese aquí en la perspectiva de un cataclismo mundial en la eventualidad de una guerra nuclear con posibilidades destructoras casi inimaginables) se debe ante todo recordar un principio enseñado siempre por la Iglesia. Es el principio de la prioridad del «trabajo» frente al «capital»» (LE 12).
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