Lo importante es que se conserven allí donde mejor puedan servir al objetivo de la investigación
(Feliciano Montero, Universidad de Alcalá).- ¿El traslado de los archivos de la ACE, desde su sede en Madrid (c/ Alfonso XI) a la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA) favorecerá, impulsará, la investigación de su historia?
No tengo los detalles de lo trasladado, pues en Alfonso XI hay (había) varios archivos de la AC. Se supone que lo trasladado ahora corresponde a los fondos generales de la AC española y sus organismos dirigentes (Dirección Central, Junta Nacional, Casa del Consiliario), además del Archivo de las ramas femeninas (mujeres y jóvenes), de las masculinas (hombres, Juventud). Y que en Alfonso XI permanecen, junto a los movimientos respectivos, los ricos archivos de la HOAC, de la JOC, de la JEC.
En primer lugar, hay que recordar que en su situación anterior, en la misma sede de la ACE (Alfonso XI. en Madrid) estaban bien conservados, accesibles con algunas limitaciones a los estudiosos, y de hecho fueron consultados por varios historiadores e investigadores. Incluso han sido la base de algunas tesis doctorales presentadas recientemente. Cierto, con las limitaciones y falta de recursos que hace años tiene la propia organización ACE: no había un horario de consulta, ni un personal específico dedicado al archivo; todo dependía del voluntarismo generoso de la secretaria de la Federación de la ACE.
Se supone (es de desear) que en la nueva sede, biblioteca y archivo de la UPSA, el acceso y la consulta de los fondos puede mejorar, y que el proceso para que ello sea posible sea corto. Pues, hay que recordarlo, los fondos trasladados están en muy buena medida bien catalogados e inventariados, y por tanto, listos para su consulta (con las limitaciones legales pertinentes), porque anteriormente hubo responsables que se ocuparon, apenas sin recursos, con algunas subvenciones públicas, de esa catalogación (el documentalista Jorge Pascual, y anteriormente Carmen Salas, archivera profesional y militante de la AC femenina).
Un archivo parece que debería estar cerca de la institución y organización a la que pertenece, como una de sus señas de identidad. Esa proximidad es un signo de su propia vitalidad. En este sentido deberían haberse quedado cerca, en Madrid. ¡Qué diferencia con la biblioteca y archivos de la AC italiana en Roma, que constituye una parte importante de la propia casa de la ACI (ISACEM).
Pero finalmente lo importante es que se conserven allí donde mejor puedan servir al objetivo de la investigación.
La historia de la AC española no parte de cero. Disponemos de buenas síntesis generales, especialmente de la época más activa y mejor documentada, la correspondiente al periodo franquista, hasta la llamada crisis de 1966-68. Pero ciertamente falta estudiar con detalle y detenimiento las diversas ramas y organizaciones, las diversas actividades y obras nacidas y vinculadas a su entorno.
Ojalá la nueva ubicación impulse y facilite ese trabajo de investigación y estudio, y que la propia Universidad (de acuerdo con la ACE) lo propicie mediante la creación de un Instituto de Investigación y estudio con su colección de publicaciones. Sería una buena forma de utilizar los ricos fondos recibidos.
Teniendo en cuenta, además, que la historia de la ACE, como en general la de la propia Iglesia, no pertenece exclusivamente a la organización, sino al conjunto de la sociedad española con cuya historia se entremezcla. Es una suerte para Salamanca que añada a su importante patrimonio archivístico sobre la España del siglo XX (Centro Documental de la Memoria histórica, antiguo Archivo de la guerra civil), este otro fondo documental sobre la Acción Católica española.
