El sacerdote brasileño lleva 40 años trabajando en la periferia de Florianópolis

Vilson Groh: «Evangelizar a partir del otro es el gran trabajo del mundo urbano»

Para evangelizar las periferias es necesario "entender y abrir espacio para romper con la indiferencia"

Vilson Groh: "Evangelizar a partir del otro es el gran trabajo del mundo urbano"
Wilson Groh lleva 40 años trabajando en la periferia de Florianópolis Agencias

El Estado está gastando una inmensidad de dinero en lo punitivo, cuando podría repensar la cuestión e invertir en la prevención, que pasa exactamente por la construcción de una alternativa

(Luis Miguel Modino, Brasil).- Vilson Groh trabaja en la periferia de Florianópolis, ciudad situada en el sur de Brasil, que cuenta con una población de casi medio millón de habitantes, donde llegó por primera vez en 1979.

Lo hizo, como él mismo reconoce, de la mano de una «Madre de Santo», una «sacerdotisa» de los cultos afro-brasileños, lo que le ayudó a «ver el morro a partir de una mujer negra y de una mujer empobrecida, que era una líder comunitaria«. Todavía más, «eso marcó una diferencia en mi ministerio sacerdotal, haber entrado en la periferia a través de los ojos de una mujer. En la visión antropológica me dio una nueva estructura de entendimiento, de relación con lo sagrado», reconoce el sacerdote.

En esta conversación, reflexiona sobre los desafíos de la evangelización del mundo urbano. Lo hace partiendo de la experiencia que nace de su trabajo en las periferias, que fundamenta a través de su pensamiento. Desde su punto de vista, para llevar a cabo el proceso evangelizador dentro de las periferias, «el primer paso es comprender qué realidad es esa y entrar dentro de esa realidad para tener una mirada un poco más amplia sobre el proceso de la ciudad, y entender la ciudad a partir de los mecanismos que la producen, que es lo que produce el centro y la periferia, conocer los nudos que van a establecer cada vez más esa segregación en la relación del centro con las periferias, pues de lo contrario es difícil hacer un trabajo que llegue al fondo, a las raíces del proceso».

No podemos caer en «la naturalización de la injusticia social, pues nosotros trabajamos con los desiguales y nuestra tendencia es tener un determinado discurso de que las oportunidades son iguales». Para evangelizar las periferias es necesario «entender y abrir espacio para romper con la indiferencia y ver al otro como persona, acabando con las relaciones basadas en el mercado». En opinión de Wilson Groh, «la acogida y la relación del trabajo de reciprocidad con el otro es fundamental. Pensar la evangelización a partir del otro, para mí, es el gran trabajo del mundo urbano».

 

 

En los proyectos que coordina, donde son atendidas cinco mil personas diariamente, mediante un trabajo en red, existe una prioridad en lo que respecta a la educación, que hace posible que «un niño que llega con seis años, pueda llegar a los veinticuatro habiendo concluido una facultad, realizando su sueño». En ese sentido, «crear estas alternativas en red es fundamental en la relación de combate, de disputa, dentro de esos territorios con la problemática del narcotráfico».

Dentro de esos proyectos, «a partir de esa relación con el otro, de esos encuentros, de esos procesos, yo pienso como trabajar con los que son, piensan y creen diferente». Groh afirma que «mi contacto con el mundo de los centros de culto afro-brasileños en la gran Florianópolis, con el espacio de lo sagrado, con las mujeres y hombres de esos centros, me muestra otra forma de trabajar la relación y el diálogo religioso, de apoyar esos centros como espacios que aglutinan esos procesos».

«Pensar la evangelización a partir de la Buena Noticia tiene que partir del otro, de su forma de entender lo sagrado, y entrar en relación con su sagrado», reconoce Groh. En este punto, desafía a las comunidades eclesiales de base, que el pasado mes de enero celebraron su 14º Intereclesial, en el que reflexionaban sobre la evangelización del mundo urbano, especialmente de las periferias, donde se hacen más presentes, a ser instrumento que ayude en ese proceso.

Desde ahí, señala que «un gran desafío para las comunidades es como ellas construyen puentes. Tenemos que pensar, aunque tengamos una postura de lucha de clases y discutamos las cuestiones que implican ese proceso, como abrir puentes con otros espacios y crear redes de puentes entre el centro y la periferia para dar la oportunidad de que otros grupos puedan beber en la mística de las comunidades eclesiales de base».

Desde su experiencia, Vilson Groh, relata que «conseguimos llevar el centro para los morros, a veces 150 personas, proyectos muy concretos, como pintar casas, que no es sólo pintar la casa. El objetivo es crear una red de relaciones, intercambio de experiencias y acabar con la invisibilidad entre el centro y la periferia». Como él mismo reconoce, es «una práctica concreta, que va mucho más allá de lo que sería puramente un proceso de evangelización en el sentido más estricto. Pero hoy trabajamos con un abanico de procesos para construir oportunidades de perspectivas e ir articulando esas cuestiones y pensar en la ciudad como un todo».

Dentro del mundo urbano existe otra cuestión importante en la que se debe pensar, según Groh, que es el problema de la violencia, que ha sido elemento de reflexión a lo largo de la última cuaresma por parte de la Iglesia brasileña, en lo que se conoce como Campaña de la Fraternidad, que ha buscado caminos para superar la violencia. Él afirma que el sistema brasileño parte de «un concepto extremamente judicial, una visión criminalizante, desde el encarcelamiento».

 

 

«Des-construir ese paradigma del Estado pasa por comprender un poco el fenómeno de la periferia y trabajar la discusión sobre si la violencia es una cosa aprendida, pues nadie nace violento, yo provoco o sufro esa violencia y la reproduzco», sostiene el sacerdote, añadiendo que es necesario descubrir que «la violencia puede ser desaprendida, y el des-aprendizaje pasa por caminos de oportunidades. Ser capaces de crear caminos de políticas públicas en esos espacios, redes donde el foco sea el niño, el joven, el adolescente, articular eso con todo el conjunto, con el sistema judicial, con el Estado, con el legislativo, con las universidades».

Un camino para la «superación de la violencia, en ese desafío enorme que está ahí, es comenzar a ampliar foros de gran discusión y, tal vez, uno de los focos en esa relación es la discusión real con la policía. Si nos damos cuenta, la policía también está en el morro, también entra, y desde su punto de vista, fue una cuestión de un conflicto que fue provocado y la policía se defendió y un joven murió asesinado». Por eso, continúa Wilson Groh, «si vemos desde ese punto de vista, tendríamos que llegar a un discurso sobre el por qué de un proceso puramente represivo y de una discusión represiva«.

Para quien trabaja en la periferia de Florianópolis desde hace casi cuarenta años, «si nos fijamos en esa discusión represiva, en el aumento de esa visión judicialista que hoy tenemos en el país, la mirada por detrás de ese proceso, descubrimos que tenemos salidas como la justicia restaurativa, que puede ser una gran salida». Por eso, para hablar de evangelización, «tenemos que adentrarnos en esos procesos, que tienen que llevarnos, paso a paso, a pensar en la ciudad en su conjunto, con todos sus organismos, estructuras y buscando espacios de mesas de diálogo, para desmitificar y des-construir la visión que la policía tiene, extremamente represiva, con la periferia. Re-descubrir el papel del Estado y que él comience a discutir la cuestión de las grandes rutas de tráfico, de las estructuras del alto crimen, de todo el dinero que es generado por el tráfico».

Lo más fácil es criminalizar a los jóvenes de la periferia, actitud llevada a cabo muchas veces por la policía y por la propia sociedad, pero como señala Wilson Groh, «si vamos a ver quien es el joven que entra en el tráfico, es el joven que no tiene escolaridad, que no tiene cartera de trabajo, que a veces no tiene ni documento de identidad y que es captado por ese proceso para ser más tarde carne de cañón». Desde esa perspectiva, más que «establecer un discurso con la policía a partir de ese camino, hay que ampliar el discurso para una discusión sobre cual es el papel de las fuerzas de seguridad hoy en esta visión del crimen organizado, en una esfera mucho más amplia». El objetivo final siempre debe ser «poder trabajar en la base la cuestión de la prevención».

Según Groh, es necesario «ir des-construyendo también y reconstruyendo ese proceso con las cuestiones del concepto que el Estado tiene de fuerzas de seguridad». En ese sentido, el sacerdote defiende que inclusive, «desde el punto de vista de costo y beneficio, un joven hoy en un programa social cuesta unos 150 dólares por mes y un joven preso en nuestro estado unos 900. Un joven menor de 18 años que le es suprimida la libertad, él está costando 1.400 dólares, un joven que está en semi libertad está costando unos 700 dólares. Si vemos la cuestión de la prevención y la inversión y el trabajo puramente punitivo, está claro que el Estado está gastando una inmensidad de dinero en lo punitivo, cuando podría repensar la cuestión e invertir en la prevención, que pasa exactamente por la construcción de una alternativa, de una perspectiva».

 

 

En esta situación, «repensar las comunidades eclesiales de base en estas relaciones, dentro del proceso de evangelización, es ver por donde entramos en esos caminos y vamos construyendo salidas, y las salidas para mí no están listas, no están dadas, es ir dando pasos cada día. Ahora bien, tenemos que tener una meta, y creo que la meta es que las comunidades eclesiales de base tienen que avanzar un poco más para estos espacios, que son espacios tremendamente excluyentes, en los que esta gente no viene ni a la propia comunidad, pero tenemos que hacer que la comunidad se vuelva misionera y avance en ese proceso».

Uno de los trabajos llevados a cabo en los proyectos surgió a partir de un proceso de muertes, lo que provocó que naciese un camino de resistencia y de nuevas propuestas. Como cuenta Vilson Groh, «hoy trabajamos el desarmamento desde los deportes radicales, que es un camino que encontramos para actuar dentro de las organizaciones de jóvenes que ya están dentro de las áreas criminales, lo que es una tentativa de trabajar abriendo camino, y siempre decimos, quitar el arma de la mano para ponerla en una tabla de surf, supone algo interesante, pues es el hecho de salir de su gueto, porque cuando está en el gueto él está armado y su discurso es como defenderse de la policía».

La alternativa es que «cuando él está fuera del gueto, que conseguimos llevarle para la playa y empieza a surfar y ser desafiado por las propias olas, comenzamos a abrir espacios para otros diálogos y para otros horizontes, y a partir de ahí para otras perspectivas». Uno de los problemas con que se encuentra el proyecto es que «el joven para salir no puede tener deudas con el traficante». El camino a seguir es «que él pueda trabajar, pagar su deuda y a partir de eso, muchas veces, negociamos con el traficante para que no sea asesinado». Vilson Groh relata situaciones que pueden resultar chocantes, como «casos en que después de pagar la deuda, el traficante le da un recibo al joven y ese recibo se convierte en un salvoconducto para no ser asesinado en el territorio».

Pero también hay situaciones más complicadas, como él mismo reconoce, «líderes comunitarios que son atacados por el narcotráfico, tenemos que desplazarlos para otras comunidades y abrir un campo para que esos líderes, que son buenos, no sean asesinados». Son situaciones que permiten que «vayamos encontrando los procesos dentro de esas perspectivas», pues como él mismo reconoce, «aunque sean bandas organizadas y con un alto nivel de poder, una aproximación es interesante. Quien vive dentro del territorio donde vivo, en lo cotidiano, la proximidad crea condiciones de un mínimo diálogo, y en un espacio, aunque sea de enfrentamiento, abre alguna perspectiva de diálogo».

A partir de todo lo que ha sido trabajado en la Campaña de la Fraternidad, es necesario reflexionar sobre la cuestión de los asesinatos, de los que son víctimas más de sesenta mil personas por año, sobre todo jóvenes. Como señala el propio Vilson Groh, por detrás de cada uno «está un joven que tiene nombre, dirección, hogar, una madre, y sabemos lo que significa el sufrimiento de una madre por un hijo que muere asesinado por el tráfico».

Por eso, como reconoce el sacerdote brasileño, «el campo de la evangelización es inmenso, como también el trabajo en red que tenemos que construir para crear las bases de un proceso de articulación con un foco muy concreto, que permita poder crear condiciones para una perspectiva dentro de estas dimensiones en ese campo de la evangelización. Y repensar nuestra evangelización desde otra perspectiva es fundamental», subraya Vilson Groh, alguien en quien podemos reconocer una Iglesia en salida, que no tiene miedo de ensuciarse, de ir al encuentro de la oveja perdida.

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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