La persecución tenía como finalidad "anular la Iglesia Católica, exterminando a sacerdotes, religiosos y fieles y profanando, quemando y destruyendo todo"
(José M. Vidal/Ep).- La catedral de Oviedo si vistió de gala para acoger, por primera vez en su milenaria historia, la celebración de una beatificación. Angelo Amato, Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, presidió la beatificación ensalzó «el amor, el perdón, la fortaleza y la perseverancia en la fe» de los mártires de Mebra, frente al «odio, la prevaricación, la violencia y el homicidio» de quienes terminaron con sus vidas.
A las 11.00 horas dio comienzo la eucaristía, arrancando con la súplica de beatificación por parte del Arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes. Posteriormente, Amato leyó una carta del Papa Francisco para después descubrir el cuadro con la imagen de los nuevos beatos. Seguido, diáconos y seminaristas portaron hacia el presbiterio las reliquias de los mártires, dentro de la caja de las Ágatas.
El Arzobispo dirigió unas palabras a los familiares y feligreses que se aglutinaron en la Catedral ovetense, incidiendo en que los cuatro mártires «tuvieron explícita ocasión de evitar el martirio mediante algún gesto o palabra de renuncia a su fe, pero todos antepusieron, con gozo y firmeza, la fidelidad al Señor a su propia vida».
Los mártires de Nembra ahora beatificados son el presbítero Genaro Fueyo Castañón, y los laicos Antonio González Alonso, Isidro Fernández Cordero, y Segundo Alonso González. La Congregación que representa el cardenal Amato hizo público el pasado mes de enero la aprobación, por parte del Papa, de los Decretos de Martirio de estos cuatro asturianos, asesinados en el año 1936 por «odio a la fe».
En su homilía, el cardenal Amato ha hecho alusión a la Guerra Civil española y a la revolución de octubre de 1934, años en los que 197 religiosos, sacerdotes y seminaristas fueron asesinados «víctimas de la persecución».
En los años treinta, abunda, fue prohibida la enseñanza religiosa en las escuelas públicas y hubo una «tiranía feroz a favor del ateísmo social». La persecución, ha dicho, tenía como finalidad «anular la Iglesia Católica, exterminando a sacerdotes, religiosos y fieles y profanando, quemando y destruyendo todo».
La Iglesia recuerda a los fallecidos, ha señalado Amato, «no por sentimiento de venganza ni odio», sino por «justo deseo de recuerdo» ya que, considera, «si se olvida el pasado, estamos condenados a repetirlo».
«El recuerdo es necesario en el caso de nuestros mártires porque, matados por odio a la fe, respondieron a sus asesinos con el perdón, convirtiéndose así en héroes de auténtica humanidad y vencedores inermes de una diabólica y ciega violencia», señala en su homilía.
Momentos antes de la homilía, durante el rito de la beatificación, el cardenal Angelo Amato leyó una carta remitida por el Papa Francisco, en la que habla de los nuevos beatos como «animadores de la adoración eucarística y heroicos testigos del Evangelio hasta el derramamiento de sangre».
LOS MÁRTIRES
Genaro Fueyo Castañón, nacido en 1864 en Linares del Puerto (arciprestazgo de Lena), era sacerdote diocesano y párroco de Santiago Apóstol de Nembra. Tomó posesión de la parroquia en el año 1899. Durante esos años, se formó una importante sección de la Adoración Nocturna Española, en la que él participaba activamente.
El párroco fue encarcelado en Moreda a la edad de 72 años, en octubre de 1936, y posteriormente fue llevado a la iglesia de Nembra, donde ya estaban Segundo e Isidro encarcelados. Les dieron a elegir dónde querían morir, y ellos escogieron el sitio donde juntos participaban a diario de la Eucaristía. Don Genaro, además, pidió ser el último en morir para alentar a sus feligreses y amigos.
Isidro Fernández Cordero nació en 1893 en la parroquia de Santa María de Murias (concejo de Aller). Estaba casado con Celsa y tuvo siete hijos, de los cuales tres serían religiosos. Era minero en la Hullera Española, en la explotación del coto de Aller y fue encarcelado en dos ocasiones hasta su fallecimiento.
Segundo Alonso González nació en Cabo, parroquia de Santiago de Nembra, y tuvo doce hijos con su mujer, María, que falleció en el parto de su último hijo. Hizo labores de carpintero, arrendó tierras y trabajó en la mina. El 21 de octubre fue apresado y enviado a la cárcel, en la iglesia.
El cuarto de los mártires, Antonio González Alonso, nació en 1912. Era estudiante en la Escuela de Magisterio y también adorador nocturno. Fue detenido «por su compromiso cristiano» y encarcelado. Le ofrecieron salvarse si rompía un cuadro del Sagrado Corazón y el ara del altar de su parroquia.