"El diablo también llega a todos, a los que usamos pantalones y a los que usan sotanas"
Cristina Kirchner ha saludado y felicitado a través de Twitter a Francisco I «en mi nombre, en el del Gobierno Argetino y en representación del pueblo de nuestro país». «Espero que trabaje en pos de la justicia, la igualdad, la fraternidad y de la paz de la humanidad», reza la carta al Pontífice que ha colgado en la red social.
Pese a estas felicitaciones, a nadie en Argentina se le escapa que Jorge María Bergoglio se trata de un viejo enemigo de la presidenta de Argentina. El nuevo Papa como miembro de la Conferencia Episcopal Argentina –que llegó a presidir durante dos períodos–, ha atacado a los gobiernos de los Kirchner por sus políticas y diferentes posturas respecto a los católicos. La última polémica fue en 2012, con la aprobación del matrimonio homosexual en el país sudamericano.
Durante el mandato de Néstor Kirchner, entre 2003 y 2007, el presidente argentino mantuvo enfrentamientos dialécticos con Bergoglio, a quien Néstor llegó a considerar como de la oposición. Los medios de comunicación argentinos hablan de una relación «conflictiva» que se rebajó durante la Presidencia de Cristina, aunque los enfrentamientos nunca llegaron a desaparecer.
Después de que Néstor Kirchner ganara las elecciones en 2003, Bergoglio criticó «el exhibicionismo y los anuncios estridentes» del nuevo mandatario. El entonces presidente se negó a acudir a varias de las ceremonias encabezadas por Bergoglio y desde la Conferencia Episcopal se aseguró que no había relaciones entre la Iglesia y el Ejecutivo argentino.
Las malas relaciones y los enfrentamientos verbales llevaron a Néstor a criticar abiertamente a la Iglesia. «Nuestro Dios es de todos, pero cuidado que el diablo también llega a todos, a los que usamos pantalones y a los que usan sotanas», apostilló Kirchner.
Con la llegada de Cristina Fernández al poder, las relaciones mejoraron, gracias a los contactos que la presidenta mantuvo con la Iglesia para preparar el viaje de 2009 al Vaticano. Pero las buenas relaciones comenzaron a romperse después de que Bergoglio acusase al Gobierno de Fernández de alimentar la «crispación social» y denunció que «desde hace años el país no se hace cargo de la gente».
Sin embargo, con el anuncio en 2010 de que el Gobierno aprobaría una ley para legalizar el matrimonio homosexual, las relaciones empeoraron aún más. Bergoglio envió una misiva a toda la Iglesia argentina en la que pedía que en las ceremonias religiosas se mencionara «el bien inalterable del matrimonio y la familia».
Cristina Fernández desechó la idea de que fuera un asunto religioso. «Me preocupa el tono que ha adquirido el discurso, se plantea como una cuestión de moral religiosa y atentatoria del orden natural, cuando en realidad lo que se está haciendo es mirar una realidad que ya está«, indicó la mandataria durante el trámite parlamentario.
Después de que se aprobase el matrimonio homosexual, Cristina Fernández frenó en el parlamento la legalización del aborto, lo que se interpretó dentro de la Iglesia como un gesto de buena voluntad hacia los fieles católicos.