Guillem Alfonso murió tras recibir una bengala en el pecho precisamente el primer día que se acercaba a un campo de fútbol
El 15 de marzo de 1992 es una fecha que difícilmente olvidarán los aficionados del Espanyol, especialmente la familia Alfonso Lázaro. En aquella fecha, Guillem Lázaro, un joven de apenas 13 años, iba por primera vez a un campo de fútbol para presenciar junto a sus padres y hermano pequeño el partido Espanyol-Cádiz, que se iba a disputar en el estadio de Sarriá, actualmente ya demolido. Sin embargo, lo que parecía que iba encaminado a una agradable jornada familiar finalizó en tragedia cuando una bengala impactó en el pecho de Guillem y acabó con su vida.
El periodista de ABC José María Español fue testigo directo de los hechos al encontrarse en la grada. Así narraba cómo sucedió todo en la edición del 16 de marzo de 1992 del periódico ahora de Vocento: –Su padre se quemó las manos al querer extraer el proyectil–
«Fue tan espectacular como desgraciado. Un individuo de unos treinta años levantó una pistola de avisos marítimos desde el primer anfiteatro de la tribuna lateral, situada enfrente del palco presidencial. […] El energúmeno lanzó dos cohetes que atravesaron toda la anchura del campo de Sarriá para culminar su parábola hacia arriba en el segundo anfiteatro de la tribuna de presidencia»
«Luego ví como su padre sufría grave quemaduras en las manos al intentar extraerle el proyectil»
Sin embargo, los intentos de su progenitor fueron en vano y Guillem falleció mientras era trasladado al hospital. «El destino se ha llevado a mi hijo», declaró desolado a El País tras conocer el desenlace de los hechos. El responsable de los disparos fue Franco Vila, un hombre de 39 años que permaneció apenas unas semanas en la cárcel de la Modelo a modo de prisión preventiva. Así fue hasta que el juez instructor del caso, Pasqual Estivill, decidió condenar al Espanyol como responsable civil subsidiario a indemnizar con 40 millones de pesetas a la familia de la víctima.
La sentencia no convenció a los Alfonso Lázaro, pese a que su abogado, Emilio Zegrí se las vio y se las deseó para que al menos los padres recibieran una indemnización acorde a la magnitud de los hechos: irreparables. Así lo contaba el letrado en la edición del 12 de marzo de 2007 de La Vanguardia: –La bengala que sacudió al fútbol–
«Tuve que argumentar que con las grandes cantidades que gastaban en fichajes, ¿cómo podía ser que la vida de un niño valiera tan poco? Entonces en el campo se servían licores y los Boixos Nois y los Brigadas Blanquiazules se mataban por las esquinas»
El caso de Guillem dejó muy tocado al fútbol español, ya que fueron muchos los que alzaron la voz para criticar el modo en el que se estaba actuando: tarde y mal. Uno de ellos fue Santi Nolla, director de Mundo Deportivo, en su columna de opinión ‘Directo’, correspondiente al 16 de marzo de 1992: –Triste Impacto–
«Ahora surgen artículos de reglamento en los que se prohibían la entrada de cohetes o bengalas en los estadios; en los que se estipulaban multas millonarias. Y esos datos se mezclan con el dolor y el asco. Porque ha tenido que morir un niño para, se supone, empezar a aplicarlos. La insensatez no sólo se produce fuera de los terrenos de juego. También está dentro. Ahora, ni un solo cohete ni una bengala deberá entrar en un estadio. Para Guillermo será tarde. Para los aficionados al fútbol ya es hora»
El encuentro entre Espanyol y Cádiz finalizó con victoria por tres a uno para los locales. Sin embargo, aquel día, lamentablemente, lo más importante no fue lo que sucedió sobre el terreno de juego.