Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

Cataluña, error tras error

 

Que tanto en Cataluña como en el Pais Vasco existe un sentimiento muy enraizado en gran parte de la población de considerarse mejores que el resto de los españoles (no distintos, pues distintos somos todos) y de ahí, en un actitud territorialmente clasista, rayana en el fascismo, pretender independizarse, es incuestionable desde hace, al menos, unas cuantas décadas.

En el País Vasco se intentó a través de la vía violenta con secuestros, extorsiones, muertes y todo tipo de agresiones que todos recordamos y que finalmente fue llevada a su invernación a través de la vía policial, consiguiendo que hoy se viva una externa paz sustentada en unas condiciones de privilegios económicos y sociales que España les ofrece, apoyándose en la tradicional existencia de unos Fueros, hoy absolutamente anacrónicos, pero que sustentan ese apacigüamiento, solo alterado, a efectos formales, por la celebración del día de la patria vasca u ocasiones similares, sin mayor trascendencia, aunque con las mismas pretensiones por una parte de la sociedad que no renuncia en un futuro a volver a intentar la secesión.

El caso de Cataluña es bien distinto al menos en las formas, entre otras consideraciones porque catalanes y vascos son muy distintos en sus planteamientos. Bien es cierto que en un principio la vía violenta también estuvo presente en Cataluña con la existencia de Terra Lliure, quien hoy vuelve a asomar su amenaza y que entonces llevó a cabo actos terroristas con resultados lamentables.

Cataluña recurrió a otras tácticas para la obtención de sus mismas ambiciones. La negociación, el llanto permanente, el aprovechamiento de las necesidades de los partidos de contar con diputados catalanes para poder gobernar, el ir arañando poco a poco parcelas de poder, una ley electoral lamentable, el temor de los partidos generalistas a su descalificación por la utilización de la Constitución, las cesiones cada vez más extensas de cotas de soberanía, el no cortar a tiempo el incremento de ese sentimiento independentista, etc., fueron todas consideraciones con las que jugar a la hora de aspirar a esa independencia que hoy nos tiene en una situación absolutamente lamentable y de cada vez más difícil solución.

Hoy los vascos, a la espera de acontecimientos, viven una situación de aparente calma, sosiego y tranquilidad que convence a una mayor parte del pueblo, pero en el que existe un porcentaje muy elevado de quienes no abandonan sus pretensiones independentistas, situación que en el mejor de los casos habría que conseguir para Cataluña, pues tal y como están las cosas, eso sería ya un gran éxito para quienes pretendemos una España unida y en paz.

Pero, ¿como hemos llegado hasta aquí?. Este es un ejemplo, de libro, de que quien ignora la historia está condenado a repetirla, y todo empieza hace ahora algo más de un siglo, pues todas las “historias” anteriores no dejan de ser inventos más o menos curiosos sobre hipotéticas independencias, nacionalidades o fantasiosas y románticas soberanías.

Con la renuncia al trono por parte de Amadeo de Saboya y el consiguiente advenimiento de la 1ª República (1873), se inicia tímidamente el movimiento independentista en Cataluña. No olvidemos que en este largo proceso, la monarquía borbónica ha incendiado siempre sentimientos adversos, la izquierda ha concedido todo tipo de prerrogativas y la derecha se ha marginado o dejado querer, sin que nadie, salvo las dictaduras de Primo de Rivera, de Franco y el gobierno de Leroux, le hayan puesto el cascabel al gato.

El nacimiento del catalanismo político, se va cimentando entre 1875 y 1905, con la restauración borbónica finalizada la 1ª República (1875), siendo Valentí Almirall quien en 1886 pone las bases para el objetivo independentista catalán. 

Es en 1898 con el desastre de la pérdida de las colonias y la consiguiente vulnerabilidad del Estado (siempre aprovechando las debilidades), cuando el catalanismo da un primer impulso importante. 

En 1901 la Lliga Regionalista consigue la alcaldía de Barcelona y es en 1905 cuando comienzan las insurrecciones, con ataques a los símbolos del Estado, que son apagadas por el ejército. 

En 1907, en las elecciones generales, Solidaritat Catalana obtuvo más del 90% de los votos. A partir de ahí, la “cuestión catalana” se convertiría en un problema constante en el convulso reinado de Alfonso XIII.

Finalmente, en 1909 tiene lugar la llamada “semana trágica” en la que el caos, el asalto a las iglesias y la anarquía generalizada, reinaba en Barcelona.

En 1917 se funda el Partit Republicá Catalá, al que se incorpora Lluis Companys, al tiempo que Cambó, con la Lliga, llegaría a pedir una independencia para todo aquello que suponga vida interior de Cataluña.

En 1926, Francesc Maciá organiza un golpe de Estado que es abortado y Maciá encarcelado, siendo posteriormente desterrado a Bélgica. Posteriormente y ya desde Cuba, en 1928 constituye la Asamblea Constituyente del Separatismo Catalán, de la que surgiría el Partit Separatista Revolucionario Catalán, con la bandera híbrida que hoy ondean los independentistas, partido que aprobó una Constitución para Cataluña. Fracasó de nuevo en otro golpe de Estado en 1929, abortado entonces por la insurrección desde el interior.

En 1931 se proclama la 2ª República, fundándose en Barcelona Esquerra Republicana de Catalunya, siendo su líder Francesc Maciá.

El 14 de abril, Lluis Companys, desde el balcón del Ayuntamiento de Barcelona proclama la República, e iza la bandera republicana, mientras Francesc Maciá proclama el Estado Catalán, con el objetivo de ser integrado en una hipotética Federación de Repúblicas Ibéricas, todo ello, poco antes de que en Madrid se constituya la República. Tras negociaciones con el Estado Central, Maciá cede, a cambio de la creación de la Generalitat.

En 1932 se establece el Estatuto de Autonomía, con importantes enfrentamientos con el gobierno central por sus múltiples atribuciones, como crear la ciudadanía catalana, declarar lengua oficial única el catalán, proponer la posibilidad de integrar a Valencia y Baleares en Cataluña, establecer las condiciones en las que los catalanes debían cumplir el servicio militar, etc. Finalmente se firmó un Estatuto consensuado, a medio camino entre las exigencias de unos y las concesiones de otros, que no satisfizo a nadie.

La primeras elecciones fueron ganadas por Esquerra Republicana de Catalunya, y Francesc Maciá declarado primer presidente de la Generalitat, a quien tres su fallecimiento habría de suceder Lluis Companys, quien tensó cada vez más la relaciones con el gobierno central, momento en el que el Partido Comunista de Cataluña reivindicó “la lucha por el ilimitado derecho de la nación catalana, de disponer por si misma, hasta su separación completa del Estado opresor español”.

Con la llegada de Leroux al poder, las relaciones se rompen, y con el golpe de Estado dado por la izquierda y bautizado como la revolución de octubre de 1934, Companys proclama el Estado Catalán, “como una medida contra las fuerzas monárquicas y fascistas que habían asaltado el poder”. Consecuentemente, el Presidente y todos los Consellers fueron encarcelados, y el Estatuto de Autonomía dejado sin efecto, sustituyéndose todos los órganos de la Administración por un control militar (!estamos en la República!). 

Tras las elecciones generales de febrero de 1936, con el triunfo del Frente Popular, Azaña toma el poder y concede la amnistía a todo el gobierno catalán. Se restituye a Companys, y se otorgaban de nuevo plenos poderes a la Generalitat. Companys diría entonces: “volveremos a luchar, volveremos a sufrir, volveremos a vencer”. Las consignas desde el gobierno eran del cariz que sigue: “Cataluña ha de luchar hasta conseguir constituirse políticamente como nación que es, en Estado independiente, que con toda libertad pueda hacer las alianzas y confederaciones que crea conveniente”, o “debemos luchar por la República Socialista Catalana, federada con la Unión de Repúblicas Socialistas Ibéricas y hermana de la URSS”.

Iniciada la guerra civil, Companys se alía con la CNT (anarquistas), los comunistas estalinistas del PSUC y los comunistas antistalinistas del POUM, mientras el orden público se deja en manos de los anarquistas de la Confederación Nacional de Trabajadores, CNT. Los enfrentamientos internos era constantes, abiertos  y con equilibradas víctimas, mientras la anarquía reinaba en Cataluña, hasta el punto en que el orden público tuvo que ser asumido por el gobierno central de Juan Negrín. La Generalitat perdió toda capacidad de gestión.

Finalizada la guerra civil, Cataluña perdió todas las prerrogativas de que hacía gala, y pasó a integrarse en igualdad de condiciones al resto del Estado español.

De entonces a hoy, casi todos sabemos la trayectoria hasta el punto en el que estamos, un punto absolutamente lleno de referencias prácticamente idénticas a gran parte de lo narrado.

Así las cosas, tras un presidente socialista que llegó a decir que aceptaría todo lo que viviera de los catalanes en la tramitación de su Estatuto, otro presidente, también socialista, tan “capacitado” o más que el anterior, aliado con los separatistas vascos y catalanes, tiene ahora la ocurrencia de programar un Consejo de Ministros en Barcelona para el próximo 21 de diciembre.

Soy catalán, pero he vivido la mayor parte de mi vida en Galicia, por lo que por una parte soy muy práctico, pero por otra desconfiado, depende…

Aquí caben dos posibilidades: que la convocatoria se deba a una incompetencia fuera de todo lo conocido, o que responda a una táctica de cuanto peor mejor, para justificar una intervención posterior.

La realidad de hoy, a una semana de la hecatombe, es la siguiente: la policía catalana, está en la calle haciendo una huelga reivindicando cuestiones salariales a la Generalitat. Nadie se fía de que tal policía pueda cumplir su misión el día D, bien por incapacidad, o por ordenes en contra de sus jefes políticos. El gobierno pretende desplazar a !9.000! efectivos entre policía nacional y guardia civil, la mayoría descontentos por su actuación anterior con el gobierno del PP en cuanto a su falta de atención en su cuidado personal. El lugar elegido para la celebración del Consejo de Ministros está situado en la parte baja del centro de Barcelona, a saber de los especialistas en seguridad, en el peor sitio para controlar cualquier tipo de manifestación. Los independentistas, la guerrilla urbana, llevan ya tiempo preparándose para un enfrentamiento directo con las fuerzas de orden público y han amenazado ya con hacerlo y cortar todas las vías de acceso al lugar. El día elegido es un viernes anterior a las principales fechas navideñas, el ideal para los que “vuelven a casa por Navidad”, tanto para salir como para entrar, se encuentren con aeropuerto, estaciones ferroviarias y carreteras intervenidas por las guerrillas. El comercio habrá de cerrar en el día más esperado por todos para hacer caja, al igual que taxis, restaurantes, etc. La fecha coincide con el aniversario de las anteriores elecciones a los que los independentistas fueron convocados, ajenos a su voluntad. Todo esto coincide además con los recientes altercados en Paris, donde el primer ministro ha tenido que rectificar y donde las pérdidas materiales han sido enormes. ¿Como piensan llegar los ministros, sus adjuntos, el presidente, y toda la tropa al lugar elegido?. ¿Van a ir todos juntos o cada uno por su cuenta?. ¿Llegarán a algún sitio?. ¿Como se puede comprometer, a sabiendas, y de forma tan irresponsable, a los cuerpos de seguridad del Estado?, ¿Hasta que punto han de aguantar sin necesidad de usar sus armas?. La vicepresidenta del gobierno, en su memez habitual, justifica la ocurrencia como si de una convocatoria programada en los Ancares se tratase, y espera que todo transcurra con “normalidad”. La posibilidad de que no solo 10.000 guerrilleros pongan la ciudad patas arriba es evidente, sino que incluso más de 100.000 personas pueden organizar una manifestación nacionalista, autorizada o no, para colapsar todas las vías del centro de Barcelona, etc.

Finalmente si, después de todo, el día acaba sin víctimas, creo que empezaré a creer en los milagros, pero si las hay, tienen dos claros responsables, los independentistas, y el tonto, pero no un rato, sino para siempre, que ha convocado tamaña ocurrencia.

El partido socialista, si no quiere desaparecer, tiene la obligación de ser más serio, menos personalista y más comprometido con la sensatez hacia el bien de España y de todos los españoles.

Con Zapatero parecía que la cuota se había ya cumplido pero, ¿se puede ser más bobo, más inútil y más irresponsable?.

Me temo que el futuro pueda depararnos, incluso, mayores sorpresas.    

 

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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