El Acento

Antonio Florido

Dostoyevski en Radio PIEL

Dostoyevski en Radio PIEL

Un saludo cordial a todos los oyentes de Radio Piel.

Hoy trataré de sumergirme con todos vosotros en este océano literario que tanto nos gusta para alcanzar las profundidades de uno de los considerados grandes autores de todos los tiempos. Confieso que se tratará sólo de un intento, porque lo de llegar hasta las simas más ocultas de un escritor es, a veces, una tarea soñadora más que práctica.

Fiódor Mijáilovich Dostoyevski, escritor ruso, nacido en 1821, es considerado uno de los máximos exponentes de la literatura del siglo XIX que influyó en muchísimos escritores no sólo de su época sino de las siguientes generaciones de creadores.

Comencé a leer a este autor allá por la adolescencia. Pobres gentes, Humillados y ofendidos, Los hermanos Karamazov fueron los primeros libros que leí y luego vinieron joyas como Noches blancas y Nétochka Nezvánova. Pero fue, sin duda, Crimen y Castigo la novela que más me impactó, no tanto por la belleza del texto, que también, como por la idea obsesiva que transmitía sobre la cuestión moral del ser humano.
En sus obras habla, como bien sabemos, de la condición humana en toda su extensión. La pobreza, el egoísmo, el amor, la purificación del alma, el arrepentimiento, etc. Utilizó el análisis psicológico de sus personajes y alcanzó un nivel y claridad tan altos que ha sido considerado por muchos como el predecesor de la actual Psicología y uno de los pensadores más importantes a la hora de entender el espíritu humano en todas sus manifestaciones.

Aunque sus obras más famosas y tal vez leídas y estudiadas son las llamadas novelas de ideas, he preferido para esta ocasión la titulada Apuntes del subsuelo.

Apuntes del subsuelo o Memorias del subsuelo la publicó en 1864, a los 43 años. Es decir, más o menos sobre la mitad de su carrera literaria. Diez años después de haber sido liberado de la cárcel de Siberia donde permaneció por varios años. Dostoievski había sido acusado de conspirar contra el régimen zarista y lo condenaron primero a la pena capital, pero justo en el momento de la ejecución, el fusilamiento fue conmutado por el presidio bien lejos de los círculos capitalinos e intelectuales.

Como lector me ocurre desde hace tiempo que los libros que encuentro ahora no me resultan significativos. Quiero decir que los comparo con los que leí hace décadas y los de ahora me parecen obras demasiado ligeras, escritas con un molde que reproduce los mismos defectos en uno y otro, libros sin profundidad y que apenas si tienen algo que contar, libros sin espíritu ni densidad de conocimientos. Digo esto al comparar autores como los rusos (Dostoyevski, Tolstoi, Gógol, Pushkin, Bunin, Gorki, Chéjov, Dmitri Grigorovich, Nadezhda Teffi…), o bien autores como los españoles de la Generación del 98 o la del 27, intelectuales como Walter Benjamín, Stefan Zweig, otros muchos de la América latina, asiáticos o Chukri, Boudjedra, en el norte africano…,etc., con los autores actuales, tan lejos de este grupo de prohombres.

En definitiva, lo que quiero decir es que no encuentro ese en los de ahora ese aire con el que suele impregnar al lector las grandes obras literarias y, por ende, los grandes creadores, ya hombres, ya mujeres.

Como autor siempre intento leer aquellos libros que me dicen algo y con los que abundo en mis conocimientos. Cuando creo que mi prosa se pierde un poco acudo a ellos y vuelvo entonces al equilibrio, a mi auténtica manera de expresar las ideas. Los tomo como verdaderos ejes que indican la dirección acertada. Por eso Dostoyevski es uno de los que leo con más frecuencia, porque tiene la capacidad de escribir sencillo cuando lo que comunica no lo es. Es una mente clara y como tal se expresa. Cuando leemos un párrafo de este hombre siempre nos decimos que lo ha escrito de una forma increíblemente sencilla y directa, y que nosotros no somos capaces de alcanzar este nivel de excelencia a la hora de comunicar por escrito un pensamiento humano o una discreta disertación pertinente. Es lo que me seduce de él. Que nos pone por delante fabulosos ejercicios de análisis psicológico y dice lo que todos pensamos y lo que difícilmente conseguimos decir. Él lo hace de manera magistral pero serena y continua, de una manera digamos natural como corre el agua por un arroyo sin apenas pendiente. Esa naturalidad me exaspera porque es lo que busco en cada línea que escribo y veo y compruebo que me cuesta la misma vida y que a él le salía casi espontáneamente.
Por eso, leer Apuntes del subsuelo es para mí un acto de temeridad y de atrevimiento y más en los tiempos que corren de novelas de usar y tirar, de obras que apenas exigen una disimulada atención, una ridícula profundidad, una miserable concentración en el acto mismo de leer.

Siguiendo la exposición de argumentos de Zadie Smith, me atrevo a afirmar que los libros de antes consiguen que mi prosa tiemble y se remueva; los de ahora no.

Apuntes del subsuelo, está dividida en dos partes. En la primera, Subsuelo, se puede leer, entre otras cosas, lo siguiente:

“Les diré con toda solemnidad que intenté muchas veces cambiarme en insecto” , una clara anticipación a la Metamorfosis de Kafka.
“Cualquier dosis de conciencia es una enfermedad”
“Poseo una conciencia hipersensible”
“La falta de sentido, tan humillante para la conciencia, del dolor físico”, donde se expresa la velada predisposición a la indiferencia total del ser, propio del existencialismo que llegaría más tarde, así como la relación del dolor físico con el hombre, cuando Dostoyevski afirma que para escribir bien hay que sufrir y tener una vida llena de angustia.
“Antes veía justicia en el derramamiento de sangre y, con la conciencia tranquila, exterminaba a quien necesitaba exterminar; ahora, por el contrario, aunque juzgamos abominable el derramamiento de sangre, lo practicamos mucho más a menudo que antes. ¿Cuál de las dos cosas es peor? Decidan ustedes”, anticipo evidente del asunto moral expuesto en Crimen y Castigo.
“…porque el hombre, quienquiera que sea, siempre y en todas partes, prefiere hacer lo que le e la gana a lo que le aconsejan la razón y el interés…”, idea liberal, contra el sistema socialista de pensamiento y por la que fue condenado.
“…el hombre tiene derecho a desear por sí mismo hasta lo sumamente estúpido y no estar obligado a desear sólo lo sensato… El hombre necesita preservar su personalidad, su propia individualidad… Es una declaración de guerra contra los sistemas medievales y burgueses, con una democracia inexistente y un socialismo que intentaba modelar los pensamientos.
“…en ocasiones el hombre ama el sufrimiento con pasión… Pero no estoy defendiendo el sufrimiento, ni tampoco el bienestar, lo que defiendo son mis propios caprichos…”

En la segunda parte llamada A propósito del aguanieve, (titulada así porque en el momento de escribirla estaba nevando), el autor narra la historia, en primera persona, de un oficinista de vida mediocre y ruin, agobiado por la propia e inevitable conciencia exacerbada, un hombre que vive en el soterrado rincón de la sombra, que sufre por todo y por todo se obsesiona, un hombre con una vida exuberante en el oscuro rincón de su personalidad.

Emociona sobremanera la confesión que el protagonista hace sobre sí mismo, impregnada de una sinceridad apabullante. En la intimidad del relato el personaje se desnuda ante nosotros sin tapujos ni ambages, causando un propio dolor por la forma caprichosa y exhibicionista de las puras cualidades del ser humano, un ejercicio que difícilmente estaríamos dispuestos a realizar nosotros mismos ante una sociedad que todo lo ridiculiza y todo lo convierte en insustancial. El temor a la lectura avanza paralelo al desgaste del hombre que se expresa y nos embarga una sensación inusitada de vergüenza ajena que nos aleja del acto necesario de leer y comprender. No toleramos que nadie se desnude así. No estamos acostumbrados a que nadie nos hable con tanta franqueza, como tampoco a que se exhiban ante nosotros con ese grado de pulcritud en la esencia comunicativa.

Por tanto, y para ir acabando este primer razonamiento, estamos ante un escritor de su tiempo que se preocupó de entender el alma propia de los hombres y mujeres que le tocaron en ciernes. Un hombre que atravesó por el dolor de poseer una terrible y formidable conciencia que todo lo observaba, un ser de razón que sin embargo duda de ella y a veces la repudia, en pos del verdadero capricho y de la auténtica libertad.

Huérfano a temprana edad, como bien sabemos, pronto comenzó el camino de la vida junto al querido e inseparable hermano. Un padre autoritario y una madre protectora que fueron delineando el carácter del autor de hoy. Conocedor del espíritu humano y del tormento a través, sobre todo, de la traumática experiencia al pasar por la cárcel. Jugador empedernido, conoció estados de penuria económica porque lo perdió todo en el juego, (lo que nos confesó en su novela El jugador).

Dostoievski es un autor de antes y de ahora, sabroso y actual, con el que podemos acercarnos al conocimiento de la conducta y psicología humanas.

Un autor, permítanme, cuya lectura recomiendo a todos.

El próximo día hablaremos sobre otro de los autores que cambiaron la forma de entender esto de la lectura, que rompió moldes y creó estela influyendo en una serie de escritores del siglo XX. Me refiero a John Fante. Autor norteamericano, nacido en Denver, Colorado, en 1909, perteneciente al llamado Realismo sucio.

Un saludo a todos y espero que hayan pasado unos minutos agradables.

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Autor

Antonio Florido

Antonio Florido nació en Carmona (España), en 1965. Estudió Mecánica, Ingeniería Industrial y Ciencias Políticas. Aunque comenzó su oficio de escritor con la poesía, reconoce que se sintió tan abrumado por la densa humanidad de este género que tuvo que abandonarlo

Antonio Florido

Antonio Florido nació en Carmona (España), en 1965. Estudió Mecánica, Ingeniería Industrial y Ciencias Políticas. Aunque comenzó su oficio de escritor con la poesía, reconoce que se sintió tan abrumado por la densa humanidad de este género que tuvo que abandonarlo

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