El primer día del año tiene un glamour especial. Es el inicio de un nuevo ciclo y la esperanza implícita de un tiempo mejor. Va acompañado de sus rituales, la pesadez de estómago acumulada de las fiestas pero también la ilusión de los proyectos nuevos, los desafíos pendientes y los propósitos que nos activan y nos hacen levantar de la cama.
(Entre mis rituales favoritos están ir a nadar la tarde del último día del año y tomar un café con especial esmero en la media mañana del primer día…)