El Ave Z(elig)

Vuela majestuosa sobre la España feliz el Ave Zelig. Ya se sabe inmortal, fuera del juicio de los hombres, ajena a la moral y a cualquier verdad que no sea la establecida por su voluntad. Once millones de votos avalan su impostura. Zapatero ha traído una revolución de gran calado para el futuro de las democracias: la simulación y la mentira no son ya sólo las viejas armas políticas de siempre, que una vez descubiertas eran necesariamente castigadas por el pueblo para su más elemental defensa, sino que hoy se han visto premiadas y convertidas en escuela, en modelo de conducta al que todos habrán de someterse. El nuevo paradigma es Zelig, el mimetizador que inventó Woody Allen, pero con una variante: que el nuestro, Zapazelig, se mimetiza sólo para confiar al adversario y atravesarlo con su daga en cuanto se descuida.

Se lo hizo a Maragall, a Carod, a Llamazares, a su vieja guardia españolista y, por supuesto, a Mariano Rajoy cuantas veces lo recibió en la Moncloa. Hasta se ha permitido la grandeza de sacar a Bono del pabellón de quemados en que lo encerrró y hacerlo zapaterista de postín. Majestuosa vuela el Ave Zeta.

Todo lo que le pasa al PP se resume en esa desesperación. ¿“Qué hacer”, la histórica pregunta de Lenin, frente a ese auténtico maestro del leninismo, es decir, de la manipulación y la justificación de todos los medios al servicio de la conquista del poder, que es Zapatero? ¿Cómo derrotar a un hombre con rostro de hormigón, capaz de haber deshecho legalmente la nación constitucional al reconocer la existencia de una segunda nación en el Estatuto de Cataluña, y que luego no para de hablar de España en su discurso de investidura, como un Zelig castizo? ¿Cómo enfrentarse a quien, siendo el más sectario e implacable de los presidentes de nuestra democracia, sigue presentándose como el rey del diálogo y el consenso? ¿Cuál ha de ser la respuesta a las nuevas trampas dialogales que acaba de ponerles delante, sabiendo que los volverá a traicionar en cuanto sea de su interés y que, además, los ungirá de intransigencia ‘crispadora’? ¿Cómo escapar al vicioso círculo infernal al que los ha llevado: dejar de oponerse, colaborar con el Ave Zeleste, a su mayor gloria, para no ser motejados de ‘radicales’; o arrostrar las etiquetas descalificadoras que magistralmente usan el Líder Invicto y sus grupos afines para espantar a un electorado cada día más telecinco?

Lo fascinante de esta legislatura, y por eso toda la atención de los aficionados está puesta en ellos, es qué ganadería va sacar el PP para intentar coger a Zapazelig, el nuevo Curro Romero imperial, si la de las (sic) mihuras o la de las vaquillas. ZP pierde interés porque va sobrado, y mientras España se hunde en la crisis económica y a los niños los persiguen en los colegios de Mallorca para que hablen catalán, ni siquiera la variante local (¿se imaginan lo que diría nuestra hipogresía si se persiguiera en los recreos a los niños árabes, por ejemplo, para que no usaran su lengua?), o sus socios xarnegos inician las obras del mismo trasvase que negaron al Sur, él da continuidad al grupo de subalternos de su cuadrilla, elimina a todos aquellos con los que tenía alguna deuda, se queda con los que dirán siempre ‘sibuana’ y se dispone a torear tranquilo, esperando que le manden a un Mariano afeitado. España, para no faltar a la tradición, vuelve a ser de Joselito o Belmonte, de Gallardón o de Esperanza.

Las famosas “dos almas” del PP (y de todos los partidos: la de los principios –“programa, programa, programa”, de nuestro añorado Anguita– y la de las tácticas), hoy simbolizadas en la trinchera madrileña, no son sino repuestas a las preguntas anteriores. Si hubieran sido objeto de una derrota aplastante, hoy no habría más debate que el de un congreso en plena igualdad para encontrar la fórmula y a quien la simbolizara. Pero el problema es que han crecido, que han obtenido el mayor número de votos de su historia y que, aun así, han perdido. Esa es la causa de la desesperación, sus magníficos resultados, y la rendija por la que ha vuelto a asomar la patita el más oportunista de sus políticos y el menos querido: Gallardón.

Pero también aquel al que saben el único capaz de pescar por la izquierda, el Zelig del PP, un clon de Z, mucho mejor gestor y mucho menos hábil por ansioso para la torticería, aunque perfectamente capaz de mimetizarse por ambición. Justamente lo que no se le perdona en su partido, y lo que lleva a saltar siempre a Esperanza: que desprecie sus señas de identidad y a los suyos para asimilarse con el adversario.

Y en medio de ese lío, don Mariano, con su puro y sus niñas, sobre una cuerda floja a la que quiere subir a Gallardón para que le gane el millón de votos que le faltan, aplicándole a ZP su misma medicina, el engaño, pero sobre la que corre el riesgo de darse un magnífico costalazo por descompensar las fuerzas.

Y mientras, abajo, el debate, ese al que deberían de hacer frente con verdadera democracia interna en lugar de seguir por las cuerdas y las tácticas: si quieren el poder para sostener un modelo propio de sociedad y democracia, el liberal, alternativo de verdad al zapaterista y que va mucho más allá de la economía; o si lo quieren para gestionar mejor el modelo socialista con el que, al fin, tan cómodamente vive la oligarquía, los poderosos, esos a los que ZP va a seguir entregándoles en silencio la sangre de las clases populares, mientras deshuesa España, arrincona al PP y engaña a todos con el aborto, la igualdad, la eutanasia, la clonación o un decreto para que todos seamos altos y guapos por ley. Algo inventará.

Majestuosa vuela el Ave Z(elig). Sólo una mujer ya le hace frente. Y sólo una mujer podrá vencerle.

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