No es la economía, estúpidos

De lo huérfanos que estamos da cumplida cuenta el que haya tenido que salir de Carme Chacón el discurso más contundente y argumentado contra la independencia catalana. Contra sus compañeros del PSC y contra la ambigüedad cobarde de Rubalcaba. Y también contra el triste discurso del Gobierno. Quién nos iba a decir que íbamos a terminar asistiendo a la transformación de Carmen ‘la Rubianes’, en la Carmen de España. El profesor Higgins o Pigmalión Barroso, claro. Y el oportunismo de quien sabe que una Cataluña independiente a la primera que le cortaría las alas políticas es a ella. Pero el ejemplo de Chacón debería servirle a don Mariano para entender que necesitamos palabras que no remitan siempre al pragmatismo y que las personas no viven juntas sólo por la economía. Hace falta, si no amor, al menos caerse bien. Todo lo que está pasando en Europa viene también de ahí, de la imposible simpatía norte-sur, de la histórica grieta entre protestantes y católicos, entre bárbaros y romanos. No es sólo la economía. Intentar convencer a los nazionalistas catalanes y vascos de que se queden a vivir con nosotros sólo porque les conviene económicamente, porque nos sacan los cuartos, en un caso, y nos tienen cautivo el mercado, en el otro, a estas alturas de la historia no es sólo una ingenuidad, roza la memez. Convénzanse: nos detestan. Todo su imaginario colectivo ha sido construido contra nosotros, contra eso que llaman los españoles, en una reinvención de la Historia que deja a Stalin en párvulos. Les han inculcado la idea de España como una nación de genocidas que los invadió a sangre y fuego. Hasta que la Guerra Civil fue contra ellos. Lean sus ‘webs’ y sus comentarios. Nunca dejarán de dar por saco. Son insaciables niños tiranos, amamantados con la frustración y el rencor. Seguir aceptando el chantaje, seguir comprando su afecto eternamente, no es más que un acto de renuncia a todo aquello por lo que vale la pena vivir, que no es sólo el pan, sino la dignidad, la igualdad, el respeto a uno mismo y a la verdad. Sin eso, antes o después, los pueblos terminan por quedarse también sin pan. Alguna vez habrá que decirles no. O adiós.

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