La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

Estambul, el contraste

Si tuviera que definir Estambul con una sola palabra sería ésta: contraste. No imagino ningún otro espacio del mundo que cambie tanto según se recorre a cada paso. No creo que exista otro rincón del planeta que ofrezca tal mosaico de colores, formas, olores, pasiones y fe.

En general, creo que todo aquél que haya estado en lo que un día fue Constantinopla, puede establecer que hoy hay dos ciudades en una sola. Por un lado, la parte sur: hombres con mostacho, ausencia casi absoluta de mujeres jóvenes, picardía en los comerciantes, olor a años 60… la Estambul preciosa, eterna en lo mayestático. Y por el otro lado, el norte, Taksim, juventud, mujeres esplendorosas, discotecas, olor a modernidad, el clon de la calle Preciados… la Estambul moderna, el siglo XXI servido en una jarra de cerveza Efes Pilsen.

Sin embargo, a pesar de esta marcada diferencia, ambas ciudades se funden en según qué calles, en los escondites más inverosímiles. No es nada raro pasear por un barrio con sabor a añejo y encontrarte una tienda con exuberantes maniquíes de ropa interior de encaje. O deambular por la zona más al estilo NODO y toparte de bruces con una sala repleta de play stations.

Y por encima de todo eso están los elementos comunes en ambas dicotomías: las mezquitas (alucinantes, gozosas, impactantes, increíbles), la fe (palpable a simple vista, hasta por los que rechazan cualquier representación de lo sagrado), la hospitalidad (¡qué grande es que te invite a un té y una cachimba en su garaje cualquier desconocido), los baños turcos (¿por qué no abundan más los mixtos?), el Mármara (mar cuna de pescadores y de un contingente tal de barcos que parecen a punto de conquistar la ciudad), los bazares (laberintos del derroche, el regateo, el mareo, la trampa y el buen humor) o las teterías (excelente el apple tea). Y en el centro de todo ello, Atatürk (su rostro, que infunde terror, ocupa las paredes de todas las tiendas y casas). El “padre de todos los turcos”, el fundador del estado moderno turco, el primer presidente de la República Turca, fue también el hombre que dio forma a un estado laico en un país profundamente musulmán. Sin entrar en detalles de su trayectoria (que ni mucho menos conozco en profundidad), sólo reflejo lo que vi: Atatürk es idolatrado como baluarte del estado laico en un país musulmán. Su imagen en mecheros, paredes, tazas de café… es la de un hombre de mirada inquietante que murió ya en 1938.

Y qué más se puede decir de Estambul. ¿Qué más se puede contar de una ciudad que es atravesada por el Bósforo, frontera entre su parte europea y su zona asiática? Porque a mí se me hace increíble coger un metro y pasar del siglo XX al XXI, pero más aún cruzar en barco de un continente a otro… ¡sin moverme de la misma ciudad! No me queda más sino recomendar a todo el mundo que visite esta maravillosa ciudad, que aún mantiene la huella de su pasado griego, romano, bizantino y musulmán.

Constantinopla o Is-tambul… impresionante.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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