La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

El cainita ataque a la Monarquía

La tradición cainita de España es suicida. Es así, nos aburrimos de la tranquilidad; nos va la marcha. En la Monarquía Parlamentaria de Juan Carlos I gozamos de una época sin parangón en cuanto a libertades y desarrollo en comparación con cualquier otro periodo de nuestra Historia. Y mucho más teniendo como referente la etapa precedente: la dictadura militar de Franco; un régimen autoritario y policial que elevaba a la élite a una minoría representante de la media España superviviente de una sangrante guerra fraticida.

20 de noviembre de 1975. Las expectativas eran dramáticas. El miedo, insoportable. Media España silenciada, el temor a otra guerra civil, y un nuevo régimen que heredaba el poder absoluto de la dictadura. La monarquía de Juan Carlos I estaba llamada a ser la monarquía totalitaria del Movimiento Nacional. ¿Qué pasó poco después? Democracia. Libertad. Desarrollo. Reconciliación. Se dirá lo que se quiera, pero el gran artífice de ese cambio tuvo un gran nombre propio: Juan Carlos I. El Rey.

Por supuesto que tuvo sus colaboradores, quienes, cada uno en su ámbito, fueron los instrumentos necesarios de la paz: Adolfo Suárez (el gran timonel, valiente y audaz), Don Juan (el legítimo heredero de la Corona, que renunció por el bien de su amado país), Carrillo (que aunque representaba el Anticristo para muchos, dio el paso esencial de aceptar al Rey y a la bandera rojigualda), el cardenal Tarancón (con él la Iglesia pudo dar el paso final de separarse del Estado, como demandaba el Concilio), Felipe González (quien abandonó sus primerizas pretensiones del más puro socialismo real y se convirtió en el necesario hombre de estado encargado de pilotar el cambio de signo), y muchos más. Pero, repito, fue el Rey el gran timón de la Transición. No se ganó esa condición el 23-F, como muchos dicen, sino que su legitimidad democrática quedó ya de manifiesto mucho antes de 1981; desde el primer día, cuando en su discurso de toma de posesión ya habló de ser “el Rey de todos los españoles”.

En un país normal, el Rey y la Monarquía serían símbolos respetados por todos los ciudadanos que, ideologías aparte, se sientan demócratas. Pero aquí, no. ‘Spain is diferent’, hasta para esto. El que podía haber sido un Fernando VII y quiso ser un Winston Churchill, está en el cadalso de la duda. Hasta hace tres años nadie osaba criticar en público su figura y la institución que encarnaba. Hoy, medios de izquierdas y derechas sacan sus pretendidos “trapos sucios”. Un tal Losantos clama todas las mañanas desde su particular atril por su abdicación. Un bufón llamado Peñafiel se gana el sueldo ridiculizando lo que antes lamía. Un caradura conocido como Esteban González Pons, representante de lo peor que hoy tiene un PP que trata de ser lo que no es, dice que la Reina “habla como una mujer de 70 años católica” y que “ha ofendido a la mitad de los españoles”. ¡Por favor! ¿Sólo “las viejas de sacristía” están en contra del aborto, la eutanasia y de que las uniones de homosexuales sean llamadas ‘matrimonio’? Me avergüenzan piliticuchos como éstos, que hacen de la capa de sus valores un sayo iscariote.

Hoy hemos caído en lo que hace nada era impensable: está de moda “darle caña” a la Monarquía. Ahora mismo, en Tele 5, acaban de emitir un reportaje en el que se dan “todo tipo de pruebas de lo mucho que la Reina admiraba a Franco”. ¿Qué Franco, el dictador que ridiculizó a su suegro y rompió la legítima sucesión a la Corona? ¿Aquél que hizo real que Don Juan tuviera que humillarse y renunciar a sus derechos en su hijo, que ya era rey por las leyes del Tardofranquismo? ¿Ese Generalísimo ante el que tuvieron que simular con miedo que iban a ser los nuevos monarcas absolutos? El problema es que eso lo ven mi abuela y mis niñas de catequesis y lo dan por bueno sin dudarlo. Ya se sabe, “la realidad es lo que se dice en la tele”.

Pues nada, que sigan quemando fotos del Rey y el fiscal de turno retire los cargos, que el alcalde de Puerto Real siga diciendo barbaridades del Jefe del Estado, que los portavoces de la oposición más farisea sigan vendiéndose por un plato de lentejas-votos, que en los periódicos sólo se destaque “lo poco que trabaja el Rey y lo mucho que cobra”, que las teles confirmen “lo facha que es la Reina”, que desde la radio de la Conferencia Episcopal se rueguen oraciones por la Monarquía a la vez que su Dios en la tierra la injuria constantemente… Tendremos República. Mientras en el extranjero todo el mundo admira a nuestros monarcas, nosotros, antes o después, los decapitaremos.

Ahora bien, ¿cómo cambiaremos el modelo de estado? ¿Con qué consenso? ¿Con qué líderes? ¿Quedan hoy hombres de estado capaces de unir? ¿Seguro? ¿Dónde están? Venga, a discutir. Los que en 2008 echan a la foto de las Azores la culpa del paro, los que se quedaron petrificados en el 11-M, los grandes amantes de España como Carod-Rovira, Ibarretxe, Anxo Quintana… todos esos, señores, van a ser los que hagan una nueva Constitución y proclamen desde la balconada de Sol la III República. Ahora bien, ¿cómo? ¿con qué líderes?… ¿Quién hay hoy, en nuestra ideológicamente estéril España, capaz de timonear otra Transición de consenso?

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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