La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

Pues hablemos de Franco (sin apasionamientos), I

Aunque en mi anterior artículo pretendía iniciar un debate sobre el, a mi juicio indudable, ataque organizado contra la Monarquía Parlamentaria de todos, las embestidas ciriaqueñas acabaron reduciendo la discusión a la etapa precedente: el Franquismo. Mi amigo y gran azote, me echaba en cara que “mi apasionamiento como periodista” me impedía enjuiciar al Régimen de Franco “con la debida moderación del historiador”. En primer lugar, aclaro que no soy, en absoluto, historiador. Soy licenciado en Historia por la Universidad de Alcalá de Henares (teniendo como compañero de estudios, entre otros, al “exiliado en Málaga”, a la Bandera de Adiós Ayer, al Demonio del Mediodía, a Bsk on tour o al capo Edu J., todos ellos comentaristas de este blog). Pero lo de historiador queda sólo para los que han dedicado su vida a un periodo concreto, escribiendo libros e investigando las fuentes primarias. No es mi caso. Yo, simplemente, soy un apasionado de la Historia Contemporánea de España que me he documentado con todo tipo de lecturas de ese tema por simple afición. Y desde esa condición opino, no desde ninguna otra apegada a la esfera de lo científico.

Ayer, por falta de espacio, la confrontación dialéctica a la que nos sometimos mi compañero y yo, se vio reducida al pim-pam-pum del simple comentario y respuesta; directo a la yugular, pero sin mucho condimento. Por ello, ahora quiero ofrecer mis argumentos de un modo más sosegado, sin apasionamientos (en la refriega llegué a declararme “antifranquista”; hoy, ya tranquilo, veo que decirte franquista o antifranquista es absurdo e irrespetuoso en alguien, como yo, que no lo ha vivido). Por último, aclaro que este escrito no es un remover las cenizas (sin duda, dolorosas por estar aún calientes) de lo que ya hace mucho que pasó. De verdad, éste es un simple ejercicio de debate sobre un tema histórico que ha repercutido claramente en lo que hoy es nuestro país. Y a él está invitado todo aquél que quiera.

Pero ya no me demoro más, abordando a grandes rasgos (en lo que pretendo que sea una serie de escritos) lo que entiendo que fue el Franquismo. Así, en esta inicial toma de contacto, definiré lo que a mi juicio fueron los inicios del nuevo régimen. En primer lugar, creo que no se puede entender lo que significó (una dictadura autoritaria) sin tener en cuenta que fue un sistema salido de una cruenta, dramática y horripilante Guerra Civil, que partió en dos un país; absolutamente y por mucho tiempo. Ese trauma fue el que llevó a que se aceptara una estructura de poder claramente totalitaria con el fin de que fuera la barrera que impidiera “la vuelta al caos”; esto es, el desorden; esto es, la Guerra Civil.

Los primeros años fueron los peores: represión brutal para “limpiar” posibles “brotes enemigos”: ésa fue la consigna de los vencedores, aplicada en toda su dureza (ejecuciones, cárcel, exilio, campos de concentración, etc). Fueron además los años de la “autoarquía”. Con el país arrasado, sin infraestructuras y en medio de una Guerra Mundial, Franco cerró las puertas que a cal y canto, a su vez, nos cerraron casi todas las demás potencias.

El dictador estableció entonces un fascismo “a la española”: de corte tradicional, en el que lo nacional-católico sustituía a elementos como la raza. En definitiva, el superhombre de Nietzsche se vio sustituido por el yugo y las flechas de Isabel y Fernando.

¿Cuál era la posición en la Guerra Mundial? La de acercarse al sol que más calentara. Primero, por evidentes simpatías ideológicas (y por deuda con la ayuda recibida en nuestra contienda nacional), el apoyo implícito (que no explícito, pues la teórica neutralidad fue la conducta a seguir) se dirigió al Eje. Hubo acercamientos (la División Azul, el posicionamiento de no beligerancia; que ya no era lo mismo que una pretendida neutralidad) a Hitler y Mussolini, pero no llegó el paso final de entrar activamente en la guerra. ¿La causa? Para unos, la clarividencia de Franco, que puso condiciones inaceptables al Führer y al Duce. Para otros, que realmente España no estaba preparada para entrar en un conflicto mundial cuando aún estaba inmersa en una durísima posguerra. Yo me decanto por la segunda. ¿Y qué pasó luego? Pues que a partir de 1942, con el cambio del signo de la guerra a favor de los aliados, el Régimen replegó velas y tras pasar una etapa de ambigüedad y renovada neutralidad, acabó apoyando implícitamente a los que hasta entonces habían sido los enemigos de sus amigos.

………………… (Continuará)

El próximo día (que no ha de ser, y no será, el siguiente artículo), comentaré cómo, a mi juicio, el Régimen dio su gran pirueta estratégica, quitándose su “capa de pintura” fascistoide para darse un cierto aire de apariencia “simplemente autoritaria”. La caída de los Serrano Súñer y la primavera de camisas azules y boinas rojas dio paso a otros agentes “menos sospechosos” para los vencedores de la II Guerra Mundial. Eso sí, entonces, como siempre, se mantendría intacto el gran principio vertebrador del Franquismo: el Régimen había de sobrevivir, como fuera, hasta la muerte del dictador. Incluso a costa de reinventarse en las formas, pero sin perder jamás el fondo de un estado policial.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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