La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

El estremecedor rechazo a ETA de la familia Uría; aunque falta algo

Hoy se ha hecho público un estremecedor testimonio: el de la familia (su mujer y sus cinco hijos) de Ignacio Uría, la última víctima de la corrosiva y asesina ETA. Repito, me parece brutal. Y muy acertado. Muestran su repulsa de la violencia y echan en cara la vileza de aquellos que no han dado el paso de condenar el asesinato de una persona inocente. Sin embargo, y quiero que esto se entienda, creo que falta algo.

La familia se declara “nacionalista” y a favor de “Euskal Herría”. Perfecto, nada que objetar. Cada uno piensa y dice lo que quiera, pues tenemos la inmensa suerte de vivir en una democracia. Pero por eso mismo, por amor a su tierra, por querer vivir “en libertad”, lo que falta es una alusión clara y directa al dolor de las centenares de anteriores víctimas de ETA que no apoyaban la independencia vasca. Que son la inmensa mayoría, por no decir todos. Personas con hijos, padres, abuelos, hermanos, amigos… que estaban con la Constitución, que no votaban nacionalista, que se sentían españoles. Una gran parte de ellos vivían en territorio vasco y por eso mismo se sentían profundamente vascos. Tanto como españoles.

¿Qué ha pasado en estos cuarenta años de yugo etarra? Pues que han sido miles y miles los que eran y son atosigados en su día a día. Tenían y tienen que callar sus ideas, eran y son señalados con dianas, no podían ni pueden tomarse un “chiquito” en ciertas zonas, eran y son amenazados… Y muchísimos de ellos han tenido y tienen que marcharse de su tierra. Por miedo. Por asfixia. ¿Nos parece normal que en el 2008 haya quien tenga que abandonar la tierra que le vio nacer por el rechazo que producen sus ideas en otros? Lo siento mucho, pero son demasiados los “olvidos” de muchos nacionalistas, que han callado ante ese dolor de los que no pensaban como ellos. Por supuesto, están contra ETA y contra la violencia. ¿Pero por qué no dar el paso delante de decir ‘quiero un pueblo en el que quepan todos’? ¿Por qué no manifestarse en contra de que «los otros” no sean ciudadanos de segunda?

El comunicado de los Uría afirma que Ignacio “amaba a Euskal Herría” y “se sentía vasco y nacionalista”. Lo que a mí me da pena es la frase que sigue: “Pero al parecer eso no le era suficiente para poder vivir en libertad en su tierra”. ¿Ser nacionalista ha de ser un parapeto, un colchón o un salvavidas en medio de un contexto en el que se mata y persigue a quienes no lo son?

El texto concluye cuestionándose “el mal cometido” por el asesinado: “¿El haber participado en las obras del TAV? ¿Ser empresario? ¿Es ése el pecado que le ha condenado a morir”. No, no hay pecado. De mismo modo que sólo hay víctimas y los verdugos que las aniquilan. Pero las víctimas son y han sido todas. Ninguna ha “hecho nada” para merecer “un castigo”. Ni siquiera los no nacionalistas.

Desde aquí mi más sincero abrazo a la familia de Ignacio Uría. Nadie merece sufrir por pensar.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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