La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

Manuel Fraga, en la importante segunda línea de la Transición

Creo que ante la muerte de Manuel Fraga lo más justo es no dejarse llevar por los apasionamientos. No fue un criminal fascista, como tampoco fue el gran líder de la derecha en la Transición. Fue simplemente, dentro de una dictadura, un ministro que apostó claramente por la apertura del Régimen sin cuestionar la existencia de éste mientras viviera su líder. Fraga fue franquista, pero siempre mostró tener conciencia de que el franquismo no podía existir sin Franco y que España, muerto éste, debía encaminarse hacia un modelo de democracia parlamentaria.

Su verdadera oportunidad para ser lo que siempre soñó ser –presidente del Gobierno de España– la tuvo cuando, ya reinando Don Juan Carlos y tras el cese del inmovilista Arias Navarro, el Rey acabó apostando por Suárez. Fraga estaba mucho más preparado intelectualmente y tenía un mayor sentido de Estado, pero no hubiera hecho un cambio tan rápido y tan profundo como el que sí encabezó un atrevido Suárez. Con Fraga todo hubiera costado más y probablemente no se hubiera alcanzado el grado de democracia que al final se consiguió.

Los grandes líderes de la Transición fueron el Rey Juan Carlos, Suárez y Carrillo. Suárez fue el líder de la derecha por provenir de ésta, pero teniendo la capacidad de adecuarse realmente al centro en un momento en que los españoles querían alejarse de la derecha más dura y tenían miedo de la izquierda más radical. De ello se perjudicaron y se beneficiaron, respectivamente, los dos grandes representantes de la segunda línea de la Transición: Fraga y Felipe González, secundados por personas que jugaron un papel fundamental, como el cardenal Tarancón, el general Gutiérrez Mellado, Torcuato Fernández Miranda (el soporte institucional en la sombra) o los sindicalistas Marcelino Camacho y Nicolás Redondo. Fraga se quedó en fuera de juego y se enrocó en el desfiladero de dinosaurios que fue la primera Alianza Popular. Por contra, González se aprovechó del quemazón de Carrillo al frente del PCE (donde se ganó muchas críticas internas) como auténtico líder de la izquierda y, después, del moderantismo de la sociedad española, que prefería al PSOE porque lo consideraba una izquierda más moderna.

Una vez cumplida su misión, cuando a Suárez le pudo la ambición por el poder y terminó por verse masacrado por sus supuestos aliados en la UCD (un intento de partido que, desgraciadamente, sólo tuvo sentido en una época de reformas más que de gobierno), Fraga ya sí se consolidó como el gran referente de la derecha. Pero ya la Transición estaba encaminada y, aunque fue importantísimo su papel (padre de la Constitución y líder de un partido al que ya encaminaba a su verdadera naturaleza de derecha civilizada), ya no pudo alcanzar el sueño de la presidencia: se topó con el rodillo socialista. Supo verlo y dejó hueco a quien, por tener otra imagen menos autoritaria, sí pudo conseguir ser alternativa.

Fraga fue, durante sesenta años, un político importantísimo en España. Pudo haberlo sido aún más, pero por todo ello, por lo que hizo y por lo que supo renunciar, hay que estarle agradecido.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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