La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

La Historia no ha absuelto a Fidel Castro

Para los que tenemos una concepción positiva de la naturaleza humana, la libertad es un derecho innegociable que, al contrario de contraponerse con otros (me niego a que haya que escoger entre igualdad y libertad), es un motor para construir sociedades auténticamente justas. Por eso siempre aborreceré toda dictadura. Es más, si me ofrecieran un régimen en el que fuera forzoso ser centrista, católico, madridista, taurino y entregado al culto a Scarlett Johansson, lo rechazaría de pleno. ¡Bienvenido sea convivir con rojos, azules, musulmanes, ateos, culés, colchoneros, antitaurinos y, aún si cabe, entregados a la causa de Isabel Pantoja!

Fidel Castro fue un dictador. Como Franco. No se le puede achacar un Holocausto, como a Hitler o Stalin, pero creo que el que los desmanes sean menores cuantitativamente hablando no justifica el autoritarismo. Como el castrismo tampoco se justifica por sus luces, que las tiene: sanidad y educación gratuitas, con médicos cubanos yendo de misiones solidarias allí donde más se les necesita, como cuando Liberia y Sierra Leona se vieron desbordadas por el ébola hace dos años.

Fidel Castro fue un dictador por la propia naturaleza de su régimen: un solo partido, prensa oficialista como la única permitida, ausencia del derecho a la manifestación, presos políticos encarcelados, dos millones de exiliados en Miami, adoctrinamiento en las aulas, represión directa de los homosexuales en los inicios de la Revolución, eliminación de toda manifestación cultural que se considerara por el aparato censor como “influida por el Imperialismo” (ay, el jazz), extensión de la práctica guerrillera por media América Latina (más allá del romanticismo que muchos le atribuyen, ¿qué guerrilla no ha cometido las mismas atrocidades que combate y, por si fuera poco, no ha convertido el narcotráfico en su oculto sentido final?), prohibición del hecho religioso durante décadas (la Iglesia ya es tolerada, sobre todo tras los viajes papales a la Isla de Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, pero durante décadas se vio obligada a vivir en la clandestinidad y muchas órdenes religiosas fueron expulsadas del país)…

Y todo, ¿para qué? ¿Cuba es hoy más justa que con el sátrapa Batista? ¿O acaso la élite castrista no vive enriquecida por la corrupción mientras el pueblo llano se ha igualado, sí, pero en la pobreza globalizada? ¿De verdad una dictadura comunista era el único modo de oponerse a Estados Unidos y su ansia por rodearse de gobiernos títeres? Y, si acaso lo fue en los años 60 o 70, también era indispensable tras la caída del Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría? Evo Morales en Bolivia y Daniel Ortega en Nicaragua evidencian la mentira: viven del discurso antiiperialista mientras venden su país a grandes multinacionales que rapiñan la tierra poblada por sus comunidades ancestrales.

Lo siento, pero jamás un régimen dictatorial ha traído justicia a su pueblo. Espero que Raúl Castro, al fin libre de la memoria obligada, se entregue al pragmatismo y, poco a poco, manteniendo el carácter genuino de los cubanos y lo mejor de la Revolución, dé paso a un Adolfo Suárez que pilote de verdad una transición a la democracia. A su hermano no le ha absuelto la Historia. Él aún está a tiempo.

Artículo publicado en Cuadrilátero 33, en el combate ‘El mundo reacciona dividido a la muerte de Fidel Castro

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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