La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

El Dios de Sorrentino es un Dios al que se desea

El Dios de Sorrentino es un Dios al que se desea

Tras acabar de un tirón The Young Pope y The New Pope, las dos series en las que Sorrentino bucea en las cloacas vaticanas y donde a veces (¡oh, milagro!) se cuela algún halo de santidad, experimento lo mismo que sentí tras la Séptima, la Novena de las canastas merengonas o el Mundial: ya no volveré a gozar ese orgasmo como cuando lo viví por primera vez.

Eso sí, cuando transcurra el tiempo del luto, acudiré otra vez a zambullirme en el Dios de Sorrentino: porque el gran protagonista de esta obra de arte, en la que danzan armónicamente imágenes sublimes, una música que estremece, diálogos que hacen pensar a la vez que emocionan y silencios que se clavan como un aguijón en el hígado, no es la corruptela eclesial, sino la búsqueda contorsionada de la fe; es decir, de la creencia sincera en la vida que nunca muere.

Como fiel seguidor de la verdadera fe (esto es, el Profeta del Misterio: Don Miguel de Unamuno), me tocan más el alma agónica y arrastrada los testimonios de quienes han entregado su vida a Dios a partir de la infelicidad, la búsqueda desesperada, el miedo o el sentimiento de inferioridad. Lo siento, pero no encienden mi llama íntima las historias de los grandes y modélicos santos, con sus vidas ejemplares. De hecho, lo que más me fascina de Teresa de Calcuta no es su impagable labor con los últimos (que también), sino saber, por sus diarios, que su vida estuvo marcada por un constante desierto espiritual.

Gracias a Sorrentino por regalarnos a Pío XIII (un brutal Jude Law), un papa ultramontano que lo es porque sus padres hippies le dejaron en el orfanato de niño (incapacitado para amar, sin embargo, su motor final es el amor). Y, en la segunda temporada, a Juan Pablo III (otra interpretación genial de John Malkovich), otro mutilado en el amor (un noble inglés marcado por la temprana muerte de su hermano, hecho del que le culpan sus padres) que dibuja una fe cuya esencia es la poesía.

¿Por qué me gusta el Dios de Sorrentino? Porque me seduce. Porque es deseo.

Artículo publicado en Cuadrilátero 33, dentro del combate ‘Series para resistir al coronavirus’

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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